El periodista Toby Muse describe ampliamente los problemas de seguridad que enfrenta Colombia. A lo largo de casi 300 páginas, lleva a los lectores por los cultivos de coca en los Andes y los laboratorios de drogas, hasta las lanchas que facilitan su tráfico en las aguas costeras de América del Sur.
El autor analiza las distorsiones económicas generadas por la cocaína. Pero probablemente el mayor impacto es social: el caos causado por los traficantes ha llevado a que en cierta medida el país se haya habituado a la violencia y a la muerte.
Por Patrick Corcoran
Ciudad de México, 26 de marzo (InSight Crime).- El nuevo libro de un experimentado reportero presenta un panorama completo de las actuales redes de tráfico de cocaína en Colombia y de su devastador impacto en la sociedad de su entorno.
En Kilo: vida y muerte dentro del secreto mundo de los carteles de cocaína, el periodista británico-estadounidense Toby Muse describe amplia y profundamente los problemas de seguridad que enfrenta Colombia.
A lo largo de casi 300 páginas, lleva a los lectores por los cultivos de coca en los Andes y los laboratorios de drogas, hasta las lanchas rápidas que facilitan su tráfico en las aguas costeras de América del Sur, pasando por al menos una docena de lugares en su trayecto.
Una de las principales virtudes del libro —que lo distingue de muchos otros estudios sobre el tráfico de drogas— es su estructura: Muse describe cómo recorrió la cadena de suministro de cocaína colombiana eslabón por eslabón, básicamente siguiéndole el rastro al ciclo de vida del legendario kilo del título.
Esta estrategia narrativa le permite abordar un amplio espectro de temas, pero dota al libro de un impulso narrativo que suele faltar en este tipo de textos. Esto le ayuda a los lectores a digerir mucho más fácilmente el reportaje de Muse, cuyas conclusiones resultan fáciles de recordar.
Muse le ofrece a los lectores una imagen íntima de las vidas de las personas en torno al comercio de cocaína, desde los cocaleros pobres hasta un influyente traficante internacional que opera desde Medellín. Si bien desarrolla la mayor parte de su tema en algunas páginas, para luego pasar al siguiente eslabón de la cadena, el libro ahonda en un puñado de ellas.
Muse obtuvo el asombroso testimonio de un sicario de Medellín y de su poderoso jefe, pero algunos de los aportes más impresionantes tienen que ver con personajes menos visibles: la joven prostituta venezolana que atiende a los productores de coca en los días del mercado, o el prácticamente iletrado miembro de la tripulación de un semisumergible cargado de cocaína.
Como lo indica la inclusión de estas figuras, Muse sabe encontrar material convincente y en lugares inesperados. Una de las secciones más agradables y originales narra la vida de perros rastreadores en un hogar de retiro (pueden envejecer jubilados después de unos seis años). El relato de su estancia en La Gabarra, una ciudad donde los cocaleros mercadean su producto en el Catatumbo, parece una reelaboración distópica de cuentos del Salvaje Oeste ambientados en Dodge City o Tombstone. Ejemplos similares llenan las páginas de Kilo.
Muse y sus interlocutores detallan las muchas repercusiones que los estratosféricos márgenes de beneficio que la cocaína ha tenido en Colombia. Una de las principales consecuencias fue, por supuesto, su extensión como salvavidas financiero de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia(FARC) y otros grupos guerrilleros para los cuales el fin de la Guerra Fría debió haber significado su desaparición.
El libro contiene además un amplio análisis de las distorsiones económicas generadas por la cocaína. Las empresas que antes ofrecían ciertas posibilidades han desaparecido, y los trabajadores de muchas de ellas se vieron obligados a ir tras el dinero fácil. Pero, en palabras de Muse, probablemente el mayor impacto es el de carácter social: el caos causado por los traficantes de cocaína ha llevado a que en cierta medida el país se haya habituado a la violencia llamativa y a la muerte prematura.
Si bien el libro se concentra en su mayor parte en las minucias del comercio de cocaína, Muse también aborda otros temas y hace extensas reflexiones sobre dos grandes hechos recientes: el proceso de paz con las FARC y el colapso económico y político de Venezuela. Cada uno de estos hechos ha desestabilizado aún más la seguridad colombiana. En el caso de las FARC, el acuerdo de paz generó un vacío de poder en grandes zonas del país, a la vez que los desaciertos del gobierno en su implementación han agravado el problema.
En cuanto al creciente caos en Venezuela, su principal efecto en Colombia es el éxodo de ciudadanos pobres que atraviesan desesperadamente las fronteras de su país, dispuestos a aceptar cualquier trabajo con el que puedan recibir un salario estable, como el trabajo sexual o el sicariato. Los exiliados económicos de Venezuela abundan en las primeras páginas del libro, y Muse describe con extraordinaria sensibilidad los desafíos que enfrentan.
Aunque el tema es la vida o la muerte, Muse muestra su agudeza para el humor y lo absurdo. Le da un respiro al tema pesimista con comentarios sobre el resentimiento de los colombianos por su derrota ante Inglaterra en la Copa Mundo 2018, así como con la descripción de las acaloradas discusiones entre su conductor y la exnovia de este.
Algunas de estas desviaciones narrativas —por ejemplo, la tradición de un pequeño pueblo de reunirse semanalmente en torno al negocio de un tendero para ver telenovelas en un televisor alimentado por un generador— probablemente quedarán en la mente del lector mucho después de cerrar el libro.
La prosa de Muse es dialógica y cautivadora, por lo que resulta efectiva. “Les encanta secuestrar y volar oleoductos”, dice refiriéndose a las conocidas características del Ejército de Liberación Nacional (ELN). Luego habla del capo Daniel Barrera, actualmente en prisión, de quien dice que tiene “la mirada de un hombre que eructaría en la cara de tu madre”.
Recurre con frecuencia a una floritura literaria que puede no ser del gusto de todos los lectores, pero estos pasajes —a manera de extensión de las contradicciones que hacen parte de la vida en Medellín— esconden una genuina reflexión.