En La biblioteca en llamas (Temas de Hoy), Susan Orlean señala que en el incendio se perdió un volumen de Don Quijote, de 1860 e ilustrado por Doré, todos los libros sobre la Biblia, la cristiandad y la historia de la Iglesia, incluida una de las páginas de la Biblia de Coverdale (1635), que fue la primera traducción completa al inglés moderno.
Por José Oliva
Barcelona, 26 de marzo (EFE).- La periodista estadounidense Susan Orlean rescata del olvido, en el libro La biblioteca en llamas, el incendio de la Biblioteca de Los Ángeles en 1986, que quemó un millón de libros y nunca se llegó a resolver.
Orlean explicó este lunes a Efe que la idea surgió de un modo poco habitual, pues, aunque tenía idea de escribir sobre el mundo de las bibliotecas, no sabía cómo abordarlo.
“Siempre me había preguntado qué tenían de especial las bibliotecas, un sentimiento que aún aumentó más cuando llevé a mi hijo a la biblioteca y afloraron los recuerdos de cuando mi madre me llevaba a mí”, explica, y el desencadenante final llegó en una visita guiada a la Biblioteca Central de Los Ángeles.
“El guía extrajo un libro y nos invitó a olerlo. Olía a humo, pero no era que antes se pudiera fumar en la biblioteca, sino que el olor, nos explicó, era por el gran incendio que mantuvo cerrada la biblioteca durante siete años y en el que desapareció un millón de libros y documentos. Y allí sí que había un libro”, añade.
En La biblioteca en llamas (Temas de Hoy), Orlean señala que en el incendio se perdió un volumen de Don Quijote, de 1860 e ilustrado por Doré, todos los libros sobre la Biblia, la cristiandad y la historia de la Iglesia, incluida una de las páginas de la Biblia de Coverdale (1635), que fue la primera traducción completa al inglés moderno.
Además quedaron destruidas todas las biografías de la H a la K, todas las obras de teatro estadounidenses y británicas, todo Shakespeare.
También ardieron 90 mil libros sobre ordenadores, astronomía, física, química, biología, medicina, sismología, ingeniería y metalurgia, un libro del arquitecto Andrea Palladio del siglo XVI; 12 mil libros de cocina, incluida una primera edición del manual de Fannie Farner Boston Cooking-School Cook Book (1896), toda la colección de libros de arte y tres cuartas partes de los microfilmes de la biblioteca.
La dimensión de la catástrofe se hace más patente por cuanto también fueron pasto de las llamas los cinco millones y medio de patentes estadounidenses registradas desde 1799, con dibujos y descripciones, y todas las patentes materiales canadienses de aproximadamente el mismo período.
Aunque nunca se esclareció el caso, Orlean apunta a Harry Peak, un aspirante a actor que andaba por Los Ángeles, como el probable causante de la tragedia. “Me atrae escribir sobre personajes que viven en los bordes de la sociedad”.
Cree Orlean que la Policía y los Bomberos no pudieron determinar el autor porque “los incendios provocados son los delitos más difíciles de investigar, ya que las pruebas desaparecen con el delito; y es muy fácil provocar un incendio con una cerilla”.
Además, en 1986 las herramientas para investigar estos crímenes eran todavía muy primitivas; no hubo testigos y no quedó prueba física ni había, como hoy, cámaras ni registros, pues “una biblioteca era un lugar muy abierto, sin control”.
Peak contó a un montón de amigos que había sido el causante del incendio y fue entonces cuando la hermana de un compañero de habitación suyo decidió llamar a la Policía, puesto que además se parecía al retrato robot policial publicado; sin embargo, cuando los agentes fueron a buscarle, “Peak despertó con el baño de realidad y, viendo que se trataba de un delito, rectificó”.
La destrucción de la biblioteca pasó totalmente desapercibida en la prensa de Nueva York, la capital editorial del país, porque “coincidió con el desastre nuclear de Chernobil, que curiosamente también comenzó con un incendio. Es como si Chernobil hubiera quemado nuevamente la Biblioteca de Los Ángeles”.