Ethel Krauze

Samovar es la historia de vida de mi abuela y mi obra más íntima: Ethel Krauze

Ethel Krauze

Samovar es la historia de vida de mi abuela y mi obra más íntima: Ethel Krauze

Ethel Krauze

Samovar es la historia de vida de mi abuela y mi obra más íntima: Ethel Krauze

26/02/2023 - 12:00 am

La escritora Ethel Krauze habló con SinEmbargo sobre su más reciente novela, la cual relata la historia de vida de su abuela. “Honré la historia de mi abuela, y al mismo tiempo estoy tratando de compartir con los lectores que nuestras historias son las historias de ustedes también”.

Ciudad de México, 26 de febrero (SinEmbargo).– La poeta, escritora y académica Ethel Krauze reconoce en Samovar (Alfaguara) su obra más personal e íntima que ha escrito en su ya larga trayectoria, una novela centrada en Ethler Krauze la historia de vida de su abuela —testigo de la Rusia zarista, la revolución bolchevique así como de la Primera y Segunda Guerras Mundiales— y en el simbolismo de esta tetera rusa, que da nombre al libro, como tabla de salvación.

Ethel Krauze compartió en entrevista que inició esta obra hace 40 años, cuando ella tenía 27 años e iba sema a semana a comer a la casa de su abuela Anna en la Colonia Condesa, que compartía con su hermana mayor Lena y Modesta, una mujer mexicana de origen náhuatl que las cuidaba. Estos episodios son retratados en su novela, en donde el lector será testigo de esas conversaciones a través de Tatiana, el alter ego de la autora.

“Yo llegaba a casa después de cada comida y me ponía a escribir porque me quedaba tan maravillada de la conversación que tenía con ella, de las cosas que me contaba y yo realmente sentía que entraba en otras dimensiones […] yo sentía que ese departamento como que se abría de repente hacía túneles del tiempo, y mi abuela era tan histriónica, ella realmente actuaba, actuaba el papel, se metía tanto en las anécdotas que contaba, se levantaba de la silla y corría de un lado para otro, hacía todos los papeles de los personajes de las historias de tal manera que yo me sentía como en una especie de película histórica y de época, y llegaba yo a la casa y me ponía a escribir, a tratar de rescatar sus palabras, su lenguaje”, contó a SinEmbargo.

Ethel relató que el trabajo detrás de este texto fue arduo, un proceso “de reescritura, de rehacer y de experimentar de una manera, de otra manera, el enfoque, el lenguaje, el punto de vista, la estructura”. Señaló que por momentos lo dejaba descansar porque aparecían otras obras en su “hasta que finalmente ya tuve la madurez, la madurez como mujer y como escritora para encontrar ese tono justo y esa manera de expresar toda una vida, la vida de mi abuela de finales del siglo XIX, cruzando todo del Siglo XX y hasta la época actual en la vida de la nieta”.

Recordó cómo en esas visitas a la casa de esas tres mujeres mayores de edad ella iba a degustar sus platillos “en el sentido físico, sensorial, y en el sentido espiritual”, donde le compartían su experiencia y los claroscuros de su vida. “Yo fui a alimentarme de su vida para poder enriquecer la mía, y entender la mía, y darle un cauce a la mia, y sí, Tatiana, ese alter ego mío, es el único personaje que está un poco ficcionalizado, con otro nombre, la pongo como fotógrafa en vez de escritora”. 

“Yo no quería ponerme como foco de atención en este libro, de ninguna manera, yo quería que fuera la historia de vida de mi abuela, un poco me pongo a la sombra, como persona, pero tengo que construir el personaje de la nieta para que sus historias, que tienen ciertos paralelismos y ciertos puntos en común, esa historia de los amores perdidos, los criminales, de la que ambas hablan, y esa búsqueda de una identidad”, expuso.

Ethler Krauze también habló sobre el simbolismo del samovar un utensilio para hacer el té que en Rusia es parte de la vida cotidiana. “El samovar es como un talismán, como una tabla de salvación, como un sentido de su identidad”, comentó. En ese sentido, la autora explicó que su abuela tomó su samovar para asirse a él y no soltarlo nunca. ”Eso es algo que yo entendí: nunca sueltes algo. ¿Para ti qué sería ese algo? Cada uno piense, qué sería ese algo que no debemos soltar, y yo, qué fue ese algo que no debía soltar, cuál fue mi samovar”, reflexionó.

Samovar es la novela más íntima de Ethel Krauze.

***

—Entiendo que la escritura de Samovar le llevó tiempo ¿Me podría platicar sobre el proceso de construir esta historia?

—Es una historia de vida de mi abuela, es una obra, la más personal, la más íntima que he escrito en mi ya larga trayectoria y, además, efectivamente, es la que más tiempo me llevó, porque, fíjate que inició su primer escritura, mientras estaba ocurriendo el momento de los encuentros de los miércoles con la abuela, desde allí inició esta escritura.

Yo llegaba a casa después de cada comida y me ponía a escribir porque me quedaba tan maravillada de la conversación que tenía con ella, de las cosas que me contaba y yo realmente sentía que entraba en otras dimensiones, de repente el pequeño antecomedor del departamento de la Condesa, donde vivían estas tres mujeres, entre ellas mi abuela, su hermana mayor y Modesta, que es la mujer mexicana de origen nahuatl que las cuidaba y acompañó durante muchos años, yo sentía que ese departamento como que se abría de repente hacía túneles del tiempo, y mi abuela era tan histriónica, ella realmente actuaba, actuaba el papel, se metía tanto en las anécdotas que contaba, se levantaba de la silla y corría de un lado para otro, hacía todos los papeles de los personajes de las historias de tal manera que yo me sentía como en una especie de película histórica y de época, y llegaba yo a la casa y me ponía a escribir, a tratar de rescatar sus palabras, su lenguaje.

Te estoy hablando que tenía 27 años, hace 40 años, y así fuí haciéndolo semana a semana, durante dos años, que fueron los dos últimos años en la vida de mi abuela, porque sí nos acompañamos hasta el final en ese pacto que hicimos, en el que yo iba a comer todos los miércoles con ella, a probar las deliciosas comidas que ella hacía, y según yo iba a comer, yo iba a disfrutar la comida, pero no, mira nada más lo que me encontré, me encontré una pepita de oro, pero tardé mucho tiempo en poder transformar esos primeros escritos en la obra que finalmente tienen ustedes, los lectores, en las manos.

Fue mucho arduo trabajo, de reescritura, de rehacer y de experimentar de una manera, de otra manera, el enfoque, el lenguaje, el punto de vista, la estructura, lo dejaba descansar, aparecían otras obras en mi camino e intermitentemente reaparecía Samovar, hasta que finalmente ya tuve la madurez, la madurez como mujer y como escritora para encontrar ese tono justo y esa manera de expresar toda una vida, la vida de mi abuela de finales del siglo XIX, cruzando todo del Siglo XX y hasta la época actual en la vida de la nieta.

—¿Este compartir experiencias implica además del alimento físico un alimento del alma? ¿Es el personaje Tatiana su alter ego?

—Yo iba a degustar sus platillos, y de hecho lo hice en los dos sentidos, en el sentido físico, sensorial, y en el sentido espiritual, los platillos de su experiencia, los platillos dulces y amargos, los claroscuros de su vida, yo fui a alimentarme de su vida para poder enriquecer la mía, y entender la mía, y darle un cauce a la mía, y sí, Tatiana, ese alter ego mío, es el único personaje que está un poco ficcionalizado, con otro nombre, la pongo como fotógrafa en vez de escritora. 

Yo no quería ponerme como foco de atención en este libro, de ninguna manera, yo quería que fuera la historia de vida de mi abuela, un poco me pongo a la sombra, como persona, pero tengo que construir el personaje de la nieta para que sus historias, que tienen ciertos paralelismos y ciertos puntos en común, esa historia de los amores perdidos, los criminales, de la que ambas hablan, y esa búsqueda de una identidad. 

El samovar, que es esa tetera rusa, no solamente es ese utensilio para hacer el té, en Rusia el samovar es parte de la vida cotidiana por los fríos tremendos, es como la estufa, el hogar, donde se acercan todos para calentarse. El samovar es como un talismán, como una tabla de salvación, como un sentido de su identidad. 

—La fortaleza de las mujeres es otro elemento, uno de los hilos que conducen la historia. Tatiana trata de encontrar su lugar en el mundo y al hablar con ellas se da cuenta que lo que le pasa no es de la complejidad de lo que pasaron ellas…

—Sucede una cosa muy interesante, como que se intercambian a lo largo de la historia los papeles, los estereotipos. La nieta que se siente una mujer joven, libre, en un México de oportunidades de poder estudiar y con un, digamos, contexto de privilegio, fuerte, que toma sus decisiones, que viaja, y llega a la casa de estas ancianitas para tomar el té y comer rico, y de repente se descubre que la frágil es ella, la que no sabe qué hacer con su vida es ella, la que se dispersa y a pesar de todos los privilegios de los que ha gozado, es la más vulnerable, porque se encuentra con unas mujeres que han transitado por la vida con unas limitaciones terribles y cómo salieron adelante, porque en ningún momento se vivieron como víctimas, supieron adaptarse a las terribles tragedias que les tocó vivir, pero siempre con el samovar por delante, es decir sintiéndose dueñas de sí mismas, dueñas de su cuerpo.

Tatiana empieza a descubrir esto y la abuela le va revelando cosas de su vida y ella se queda verdaderamente estupefacta. Entonces, es una gran lección para Tatiana y se intercambian los papeles, y yo creo que hay una gran enseñanza, y yo creo que, ojalá, los lectores también lo vean así, que no solamente es la historia de mi abuela o mi historia sino que es la historia de ustedes, es la historia de todos, es decir, hay que acudir a las mujeres, hay que escuchar, hay que conocer, hay que escribir sobre las mujeres, que las mujeres escriban sobre su vida, las abuelas no son esas abuelitas que están ahí sumisas, abnegadas, guardando los secretos terribles de la familia, nada más para que hablen bien de ellas, no vayan a pensar mal, si tú vas un poquito a fondo te vas a encontrar un gran caudal de condición humana en las mujeres y yo creo que es una gran lección que Tatiana y yo recibí, y la que también quiero legar a los lectores.

—¿Cuál es el simbolismo del samovar?, ¿es una figura de preservar el calor, ese calor humano, ese calor de experiencia, que le pertenece a cada uno de los que se acercan a esta historia, o cómo funciona?

—Esta obra tiene un momento cumbre en mi vida cuando yo entiendo el sentido de toda esta historia y finalmente encuentro cómo conducirla a buen puerto que es finalmente en la novela, y eso ocurre en la pandemia, cuando estamos en el momento más crítico de la pandemia, que no sabíamos bien qué era esto y hacía donde iba a ir la humanidad, y si íbamos a sobrevivir, los momentos más duros, no por el confinamiento y porque yo tenía más tiempo para escribir, no, teníamos tiempo para angustiarnos y para preguntarnos, el sentido de la vida, y si íbamos a sobrevivir y yo en esos momentos tenía muy presente esta historia y a mi abuela, y fue cuando me di cuenta que cada generación tiene su drama, vive su drama. 

A mi abuela le tocó desde la Rusia zarista, la revolución bolchevique, la Primera Guerra Mundial, la Segunda, y a mis padres les tocó ser esos migrantes que tienen que empezar de cero con otro idioma y les tocó todo ese peso y luego les tocó la Guerra Fría, y a mí me está tocando la pandemia, no sé adelante qué más nos venga, pero por lo pronto la pandemia fue un suceso histórico, inédito, único, del que no teníamos experiencia. Había habido epidemias tremendas, pero no con la envergadura de lo globalizado de esta pandemia en la que todavía estamos, pero ya con vacunas, ya con protección que es otra cosa.

Entonces yo reflexionaba que mi abuela había tomado su samovar, se había asido a él, como ese tronco de salvación que a pesar de los naufragios la saca adelante hasta, literal, porque algo así ocurre en la novela, la saca adelante porque ella no lo suelta, hay algo que nunca debe soltar uno, eso es algo que yo entendí: nunca sueltes algo. ¿Para ti qué sería ese algo? Cada uno piense, qué sería ese algo que no debemos soltar, y yo, qué fue ese algo que no debía soltar, cuál fue mi samovar, en mi tragedia tanto personal como histórica, yo me sentí parte de la historia, me sentí un personaje histórico y dije cuál es mi samovar que me va a sacar adelante, y ¿sabes qué descubrí? que mi samovar era la novela Samovar, y es entonces cuando me puse a darle su redacción definitiva.

—¿Cómo se mira usted en Tatiana, qué mira usted en Tatiana y qué coincidencias encuentra y hasta qué punto Ethel no es Tatiana y Tatiana no es Ethel?

—Tatiana soy yo en una cantidad de cosas, pero no solamente de detalles anecdóticos sino en  espíritu, el espíritu de esta mujer que llega plantada sobre sí misma con su juventud y con su arrogancia, y va transformándose en esta mujer vulnerable, azorada. Es lo que yo he vivido, yo me reconozco plenamente en Tatiana y me ha costado mucho ir adquiriendo esa fuerza que de forma innata la tenía mi abuela. 

Es decir, creo que solamente ficcionalicé a Tatiana y la puse como fotógrafa como un mecanismo literario para que Ethel Krauze no fuera el foco de atención en la historia de la abuela. A mí me sirvió como ese mecanismo y también me sirvió como ese tercer espacio, en donde no estoy yo narrando en primera persona como autora, tampoco es una tercera persona generalizada omnisciente que está narrando la historia sino hay un tercer espacio, que es el espacio del personaje literario que puede estar tanto de alguna manera visualizando todo el paisaje de la obra, pero al mismo tiempo está adentro con toda su subjetividad.

Entonces, yo como autora tenía que estar con un pie de un lado y un pie del otro, cuidando la factura literaria, pero por otro tenía que estar totalmente dentro emocionalmente, y ese es el mecanismo literario que utilicé para poder lograr esta ubicuidad, digamos.

Obed Rosas
Es licenciado en Comunicación y Periodismo por la FES Aragón de la UNAM. Estudió, además, Lengua y Literatura Hispánicas en la Facultad de Filosofía y Letras.