El ilustrador Ricardo Peláez Goycochea ha adaptado un fragmento de una de las obras del estadounidense John Steinbeck al mundo de la novela gráfica, un formato que busca llegar a un público amplio para reflexionar sobre la contradicción que hay en la esencia humana entre la búsqueda del conocimiento y la libertad, y el imperativo de seguir las reglas que tenemos en la sociedad.
Ciudad de México, 26 de febrero (SinEmbargo).– Ricardo Peláez Goycochea ha llevado al mundo de la novela gráfica un fragmento de Las Praderas del Cielo, uno de los libros no tan conocidos del ganador del nobel, el estadounidense John Steinbeck.
El ilustrador mexicano hizo una adaptación libre del sexto capítulo de esta obra publicada en 1932, el cual se centra en la vida de Junius Maltby, un contador de San Francisco, que se enferma por el estrés y el ajetreo diario y decide irse a vivir al campo en donde encuentra una familia, pero en donde también se enfrenta al dilema entre la libre búsqueda del conocimiento y la responsabilidad social.
El resultado es Junius Maltby y las Praderas del Cielo que edita el Fondo de Cultura Económica (FCE) en su Colección Popular.
“Este relato me parece que en su brevedad es de una belleza, de una precisión y de una genialidad narrativa que valía la pena también darle esta nueva vida. No se trata sólo de homenajear, sino de traer a nuevos lectores en un lenguaje diferente como es la historieta, la narrativa gráfica, una novela que considero de una valía extraordinaria y de un autor que además aprecio enormemente”, comentó Peláez Goycochea en entrevista con SinEmbargo.
En la plática, el autor compartió sus apreciaciones sobre diversos temas que atraviesa la adaptación que hace al trabajo de Steinbeck. Por ejemplo, considera que no hay sociedad en donde no esté presente el dilema entre la búsqueda del conocimiento y la libertad, y el imperativo de seguir las reglas que tenemos en la sociedad.
“Sin duda es un dilema que está presente y lo curioso es que Steinbeck por supuesto que no había presenciado la aberración de lo que son las ciudades actualmente, y sin embargo ya conocía lo suficiente de esto como para darse cuenta de que había un conflicto profundo”, comentó.
Peláez Goycochea refirió además que la sociedad actual no ha cejado en esta búsqueda del conocimiento y la libertad: “Lo que sí creo es que nos encontramos desde hace mucho tiempo, desde que la humanidad es humanidad, debatiendo en esta bipolaridad entre desarrollar aquellas capacidades para el bien, para lo fructífero, para el amor, para el afecto, de lo que somos capaces como individuos y seres pensantes, y todo lo opuesto, la capacidad para la destrucción, el abuso, el crimen, el delito, la destrucción del otro y de lo otro, llámense especies o medio ambiente”.
Expuso cómo a partir de esta historia de Steinbeck “que no habla explícitamente de esto, tenga implícito todos estos aspectos” y en ese sentido indicó que “ojalá los lectores también sean capaces de extraer todas estas reflexiones y se queden con estos temas en la cabeza. Es mi máxima aspiración como co-autor de las imágenes”.
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—¿Cómo decides hacer la adaptación de un fragmento de esta obra de Steinbeck, que tiene casi 100 años?
—Steinbeck es un autor que me parece extraordinario y absolutamente vigente en sus planteamientos narrativos, sus tesis, sus temas que le obsesionaban. Era mi manera de homenajear a un autor que como lector y como individuo me ha formado muchísimo, que aprecio entrañablemente. Es un relato de un libro muy poco conocido, sus libros más famosos son las grandes novelas Las uvas de la ira, Al este del Edén, también es muy conocida La perla por la adaptación cinematográfica que se hizo aquí en México actuada por Pedro Armendáriz y Dolores del Río. También de Las uvas de la ira y de Al este del Edén se hicieron películas. Pero este relato me parece que en su brevedad es de una belleza, de una precisión y de una genialidad narrativa que valía la pena también darle esta nueva vida. No se trata sólo de homenajear, sino de traer a nuevos lectores en un lenguaje diferente como es la historieta, la narrativa gráfica, una novela que considero de una valía extraordinaria y de un autor que además aprecio enormemente.
—En esta novela gráfica traes a cuenta la vida de un contador que enferma por el estrés del trabajo y termina en Las praderas del cielo. Muchas personas en la actualidad viven como él, ajetreados por el trabajo sin ese aire para poder respirar. ¿Como sociedad nos hace falta soltar un poco estas dinámicas volcadas totalmente al trabajo?
—No sólo lo creo, estoy absolutamente convencido. Esta forma de organización social y este modelo economizado de la vida le está poniendo en la torre a la humanidad. Es la cosa más suicida y el modelo más aberrante que pudimos haber elegido para funcionar como núcleo social. No es en sí el trabajo, sino es la forma en cómo se entiende la acumulación económica como la única forma de trabajar. Hay muchas maneras de ser productivo y de volvernos ricos en lo personal, una manera es la forma material de acumular dinero, pero esa forma es absurda: juntar dinero es como aumentar de peso, pensar que somos más saludables mientras más kilos aumentamos.
¿Somos más ricos mientras más dinero tenemos? No. Por supuesto que es indispensable comer, alimentarnos, pero no es indispensable subir de peso hasta el infinito, hay un punto en que no sólo no es benéfico, sino absolutamente pernicioso para la salud. Exactamente eso ocurre con el dinero, no podemos acumular dinero incesantemente hasta el infinito porque hay un punto donde no sólo no nos hace bien, sino que nos hace profundamente patológicos.
—Tocas esta contradicción en la esencia humana entre la búsqueda del conocimiento y la libertad, y el imperativo de seguir las reglas que tenemos en la sociedad. ¿Existe este equilibrio?
—Vivimos como sociedad y como humanidad en un absoluto desequilibrio. Se ha privilegiado el aspecto más nocivo de aquellos que nos constituyen como entes sociales. Eso aplica no sólo para México, sino para cualquier núcleo social que nosotros encontremos en el planeta. No hay sociedad en donde este dilema no esté presente y aquellos núcleos sociales donde este dilema no está presente o parece más resuelto, el resto de los países lo ven como sociedades conflictivas. Me refiero a que las sociedades más rurales, que este modelo de desarrollo considera más atrasadas, son las sociedades que están todavía en su centro y en mayor armonía con su entorno. Sin duda es un dilema que está presente y lo curioso es que Steinbeck por supuesto que no había presenciado la aberración de lo que son las ciudades actualmente, y sin embargo ya conocía lo suficiente de esto como para darse cuenta de que había un conflicto profundo.
—¿Es una cuestión utópica poder acceder a este equilibrio o hay una manera de acceder? En la sociedad como la entendemos actualmente con grandes urbes enfermas vemos la pandemia como una consecuencia.
—Qué más elocuente que esta pandemia para hacernos ver que hemos tomado las peores decisiones como especie creyendo que nos desarrollamos postulando y enalteciendo la acumulación de riqueza de una manera totalmente insensata. Es una lógica que no tiene manera de hacer ganar a nadie y en cambio tiene garantizada la derrota de todo, incluso de aquellos que aparentemente se benefician. Es una forma retorcida y extraviada de postular qué es lo importante como sociedad. Si para eso contribuye la literatura, las obras artísticas, es mi manera de militar en pro de esa reflexión y preguntas a las que debemos de enfrentarnos como sociedad porque estamos ante uno de los acontecimientos que, como historia de la humanidad, nos ha pegado de manera más vasta y parece que no se está entendiendo cabalmente el mensaje, la trascendencia ni los orígenes del conflicto que nos ha llevado a este problema.
—¿La sociedad actual crees que ha cejado en esta búsqueda del conocimiento y la libertad y se ha conformado con lo que ofrecen estas nuevas dinámicas de redes sociales con la antesala al metaverso donde las empresas se están volcando?
—No creo de ninguna manera que la sociedad, sobre todo en su conjunto, haya cejado en ese empeño. Lo que sí creo es que nos encontramos desde hace mucho tiempo, desde que la humanidad es humanidad, debatiendo en esta bipolaridad entre desarrollar aquellas capacidades para el bien, para lo fructífero, para el amor, para el afecto, de lo que somos capaces como individuos y seres pensantes, y todo lo opuesto, la capacidad para la destrucción, el abuso, el crimen, el delito, la destrucción del otro y de lo otro, llámense especies o medio ambiente.
Como seres humanos tenemos la capacidad tanto de lo uno como de lo otro. Este dilema lo ha tenido la humanidad todo el tiempo. Lo encontramos manifestándose de diferentes maneras según la etapa de la humanidad a la que nos queramos acercar. Pero lo cierto es que en el momento actual cada vez tenemos menos tiempo para eso y esto no es un presagio fatalista, simplemente es una realidad. Antes quizá podíamos permitirnos ignorar este dilema o irlo pateando a futuro, pero estamos en un momento donde probablemente no tengamos futuro para patear nada. Estamos ante una crisis civilizatoria en la que como especie nos jugamos inclusive la viabilidad de nosotros como especie.
La forma más triste de perder la libertad es encadenarnos a unas expectativas económicas que nunca vamos a poder cumplir. El que se enferma de codicia se enferma de codicia para toda la vida, nunca nada va a ser suficiente. Esa es una de las grandes aras de este modelo económico. Es impresionante cómo a partir de una historia que no habla explícitamente de esto, tenga implícito todos estos aspectos. Ojalá los lectores también sean capaces de extraer todas estas reflexiones y se queden con estos temas en la cabeza. Es mi máxima aspiración como co-autor de las imágenes.