Desplomes en los mercados financieros, los rendimientos de bonos cayeron el martes por segundo día en fila y el temor por la obstrucción de las cadenas de suministro a nivel global han atormentado a inversionistas y hasta los bancos centrales de los países. Aún se desconoce el impacto que dejará en la economía.
Por Paul Wiseman y Christopher Rugaber
WASHINGTON, 26 de febrero (AP).- La propagación del coronavirus no sólo ha dejado perplejas a las autoridades de salud. También atormenta a estrategas y bancos centrales que no logran calcular el posible daño económico de un brote que ha alcanzado 37 países y territorios, infectando a más de 80 mil personas en todo el mundo, 2 mil 700 de ellas con resultado fatal.
No saben dónde o que tan rápido se propagará el virus. No pueden valerse de precedentes claros para considerar qué hacer. Y las herramientas que normalmente utilizan para combatir los baches financieros —recortes a las tasas de interés, incrementos en los gastos gubernamentales y ayuda fiscal— podrían no funcionar muy bien, carecer de apoyo generalizado, o representar un riesgo por sí mismos.
En caso de exagerar en su reacción, los estrategas financieros pueden causar un pánico contraproducente. Si su respuesta es muy tenue, sufren el riesgo de que el daño económico se agudice y se propague.
Los mercados financieros se desplomaron y los rendimientos de bonos cayeron el martes por segundo día en fila a causa de los crecientes temores de que el coronavirus y las subsecuentes cuarentenas para combatir la enfermedad obstruyan las cadenas de suministro a nivel global y puedan perjudicar los ingresos corporativos y la economía mundial. El promedio industrial Dow Jones perdió el martes 878 unidades, o el 3 por ciento, después de haber cedido más de mil puntos el lunes, su peor descenso en dos años.
“Este brote tendrá un efecto significativo en la demanda mundial de turismo, viajes y otros servicios, mientras que las interrupciones en las cadenas de suministros y la creciente incertidumbre perjudicarán la producción actual y las inversiones”, dijo Eswar Prasad, economista de la Universidad Cornell. “El momento del brote es particularmente desafortunado. Europa y Japón están al borde de una recesión, mientras que el crecimiento en China y la India ha perdido ímpetu”.
Mark Zandi, economista en jefe en Moody’s Analytics, insinuó que el Banco Central Europeo tiene poca capacidad para contrarrestar una recesión. Ha recortado su tasa referencial hacia territorio negativo, -0.5 por ciento, y ya comenzó a comprar bonos de gobierno para intentar reducir aún más las tasas a plazos más largos.
“¿Con qué medidas está respondiendo Europa?” preguntó Zandi. “Ninguna”.
Con problemas en tantas otras economías en el resto del mundo, posiblemente Estados Unidos resultaría perjudicado simplemente por la desaceleración extranjera, destacó.
Catherine Mann, economista en jefe de Citi, dijo que el gigante de los servicios financieros ha reducido su pronóstico de crecimiento económico global para este año a 2.5 por ciento, su ritmo más bajo desde la Gran Recesión hace más de una década.
Cuando el virus comenzó a acaparar titulares el mes pasado, la mayoría de los economistas se mostraron relativamente optimistas sobre los posibles daños que podría causar a la economía. Pronosticaron que se repetiría el escenario del brote de SARS en China y sus países vecinos en 2003: Un breve golpe a la economía y una veloz recuperación.
Pero el virus actual ha demostrado ser contagioso y de rápida propagación. Nadie esperaba que asediara a países como Italia y Corea del Sur. Y las cuarentenas y cierres impuestos por el gobierno a fin de intentar contener el brote han paralizado el comercio en zonas afectadas como el centro económico de Wuhan, China, una ciudad de 11 millones de habitantes donde se originó el COVID-19.
Lo que ocurra en China tiene un mayor peso económico que hace 17 años. En ese entonces, China representaba 4 por ciento de la economía global. Hoy es 16 por ciento. Y sus fábricas y almacenes están estrechamente vinculadas con el resto del mundo, suministrando juguetes, zapatos y teléfonos a importadores de todo el mundo.
“Esto no tiene precedentes”, dijo Sung Won Sohn, economista de la Universidad Loyola Marymount en California. “Esa es una de las razones por las que no podemos decir realmente que este será otro SARS”.