Antonio Salgado Borge
26/01/2018 - 12:05 am
El barco de Andrés Manuel
El caso del barco de Teseo nos invita a cuestionarnos la identidad de los objetos materiales; pero esto no es lo que estamos discutiendo en este análisis.
La historia de Teseo y de su barco, un antiguo experimento mental planteado de diversas formas o con distintas modificaciones es, a grandes rázagos, la siguiente:
Teseo zarpa a bordo de su barco desde un puerto –llamémosle, para simplificar, “puerto 1” rumbo al “puerto 2”. Una vez que llega al “puerto 2”, el barco de Teseo es desarmado y todas sus piezas son llevadas por tierra al “puerto 3”, donde son reorganizadas en forma de barco -exactamente como estaban antes de zarpar del puerto- ¿Es el barco armado en “puerto 3” el mismo barco que inició su viaje en “puerto 1”? Esta pregunta admite varias respuestas. Para efectos del presente argumento, basta con notar que es intuitivo y relativamente no problemático afirmar que, en efecto, en ambos casos se trata del mismo barco.
Pero este experimento mental puede complicarse. Para ver por qué, sigamos su versión más conocida. En ésta, Teseo manda a reemplazar gradualmente todas y cada una de las piezas de su barco en el trayecto entre “puerto 1” y “puerto 2”, de tal forma que el barco que arriba “puerto 2” no tiene ninguna de las piezas que constituían al barco que originalmente inició el recorrido. ¿Es el barco que llega a “puerto 2” el mismo barco que zarpó de puerto 1? Responder a esta pregunta es significativamente más complejo que responder a la pregunta anterior; de ahí que la historia del barco de Teseo conserve su atractivo y se mantenga vigente.
Este caso ha sido diseñado para problematizar la identidad o constitución de los objetos materiales. Sin embargo, aunque de manera imperfecta, su estructura puede ser replicada como analogía para analizar la identidad personal o incluso, como el lector probablemente ya habrá intuido, la identidad de un proyecto político. Y pocos proyectos políticos han incorporado tantas nuevas piezas sobre la marcha en los últimos meses como el de Morena. El problema es que, si bien el partido de Andrés Manuel López Obrador podría llegar a ser la opción menos mala en 2018, mucho menos claro resulta que lo que aparecerá en las boletas dice representar corresponda con lo que quienes votarán por este partido y su candidato esperan.
Para ver por qué la incorporación de nuevas piezas a Morena es un problema, empecemos por hacer nuestra analogía con el barco de Teseo explícita. AMLO inició su trayecto rumbo a la Presidencia de México en 2006. Después de una primera escala, reinició su recorrido en 2012, desde donde, a su vez, zarpó rumbo a 2018. Un aspirante a la Presidencia no camina sobre el aire; el vehículo que lo transporta es un equipo de trabajo que puede o no ser parte del partido político que lo respalda y que, supuestamente, está unido en torno a un conjunto de ideas. Para ser claro, sin un medio estable que le transporte, un candidato no podría darse a conocer, articular una campaña electoral o, mucho menos, constituir un proyecto de nación.
Pero los elementos que constituyen el barco sobre el que viaja precandidato de Morena – sus piezas, entendidas como un grupo de individuos y las ideas que los unen- han sido reemplazados gradualmente, a un ritmo cada vez más acelerado. De esta forma, personajes que hasta hace unos días eran la viva imagen del -muy real- perfil que López Obrador bautizó como “mafia en el poder”, han pasado a ser piezas del barco que transporta quien actualmente es el más probable futuro Presidente de nuestro país. Algunos ejemplos conocidos de lo anterior son los casos de Gabriela Cuevas, Félix Salgado Macedonio, Lino Korrodi, el nieto de Elba Ester Gordillo o Cuauhtémoc Blanco; aunque la lista se extiende indefinidamente si consideramos las elecciones locales. Prácticamente todos tienen cabida en el proyecto lopezobradorista, tal como muestra la virtual invitación del precandidato de Morena a integrantes del Partido Verde en Chiapas.
Ante las críticas, AMLO ha asegurado que “hay que aceptar a todos, mujeres y hombres de buena voluntad que quieren luchar por un verdadero cambio”; pero, confrontado con este fenómeno, uno tendría que poner sobre la mesa varias posibilidades: la primera, llamémosle la “interpretación idealista”, es (1) que miles de individuos que hasta hace unas horas representaban los vicios que tienen a México al borde del colapso, de la noche a la mañana, decidieron, movidos por su incontenible “buena voluntad”, sumarse a los que les han combatido. Este escenario es, desde luego concebible; sin embargo, salvo que alguna suerte de epifanía colectiva haya ocurrido de la noche a la mañana, es altamente improbable.
Una segunda posibilidad, llamémosle la “interpretación realista”, es (2) interpretar la creciente fuerza gravitacional de Morena como una consecuencia de dos factores: (a) la inminente derrota electoral de los partidos a los que pertenecen los neomigrantes políticos o (b) la falta de oportunidades de estos migrantes de competir por cargos de elección popular en sus partidos de origen. En este sentido, los seguidores de AMLO que suscriben la “interpretación realista” pueden aceptar la incorporación de personajes cuestionados a su movimiento, convenciéndose de que éstos no alterarán la esencia de Morena.
La “interpretación realista” es defendida por aquellos que sostienen que la migración masiva al proyecto de López Obrador es necesaria para su llegada a la Presidencia, pero que este fenómeno no tendrá efectos reales en un eventual gobierno del tabasqueño; por ponerlo de otra forma, la idea es que para que AMLO sea Presidente se requiere constituir un barco veloz y que, para ello, conservar sus piezas originales y el pegamento que las unía puede ser contraproducente. Pero la apuesta es que, a pesar de los cambios, el proyecto seguirá siendo el mismo; es decir, que, tal como algunos especulan en el caso del barco de Teseo, la sustitución de las piezas no alterará la identidad o la esencia del barco. Siguiendo esta lógica, la suma masiva de personajes impresentables, que terminarán ocupado posiciones que otros hubieran llenado en su lugar, no alteraría un ápice la identidad del proyecto lopezobradorista.
Para ser creíble, la “interpretación realista” requiere una justificación. ¿Cómo se puede explicar que el proyecto de AMLO sigue siendo esencialmente el mismo, aunque sus componentes sean radicalmente distintos? Me parece que hay al menos dos opciones: la primera (a) es afirmar que el proyecto es el mismo mientras López Obrador siga al mando; es decir, que el barco llamado Morena preservaría su identidad, porque sigue siendo el barco de AMLO.
Pero quienes defienden esta forma de justificación pierden de vista que la capitanía de AMLO –o de cualquier líder- es menos relevante de lo que se piensa. Además, recordemos que López Obrador ya fue gobernante y que entonces no construyó su proyecto con las personas ideales. Reconocer ambas premisas es indispensable para quienes aceptan todas las virtudes que se atribuyen al tabasqueño, pues la más plausible explicación de las discrepancias entre el desempeño de su gobierno y el discurso del precandidato presidencial es la que pasa por la imposibilidad de cualquier ser humano de mirar al mismo tiempo y con la misma cercanía todas las áreas de su gobierno. Es decir, el capitán depende de su barco y la identidad del segundo no depende del primero.
La segunda forma justificar que el proyecto de AMLO sigue siendo uno y el mismo a pesar de que sus componentes sean radicalmente distintos no apela a López Obrador y es más directa: (b) es la continuidad en el tiempo del proyecto, más allá de sus piezas o de su capitán, lo que garantiza su identidad. Y la cadena de eventos que liga al proyecto iniciado en 2006 con el que aparecerá en 2018 en las boletas está a la vista de todos.
Pero quienes defiende esta opción se enfrentan a un dilema que deben resolver: ¿qué pasaría si con las piezas del barco original, es decir con las piezas reemplazadas, construimos un barco idéntico al que zarpó originalmente? En el caso del barco de Teseo lo que ocurriría es que entonces tendríamos dos barcos: el que llegó a “puerto 3” y aquel que armamos, supongamos en “puerto 2”, con sus piezas originales. ¿Cuál de estos dos barcos es el que corresponde a la identidad del barco original?
El caso del barco de Teseo nos invita a cuestionarnos la identidad de los objetos materiales; pero esto no es lo que estamos discutiendo en este análisis. Lo relevante aquí es que la “interpretación realista” no se sostiene porque con las piezas del proyecto original de AMLO, es decir con las personas e ideas reemplazadas, podríamos en principio construir proyecto idéntico al que zarpó en 2006. Entonces, nos toparíamos con dos proyectos, el de hace doce años y el que hoy se nos presenta. Y es la presencia del primero lo que pone en duda la identidad del segundo; lo que nos recuerda todo lo que pudo ser pero que se desarmó en el camino.
@asalgadoborge
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