Gisela Pérez de Acha
26/01/2014 - 12:00 am
Para Bucio, con amor (y dignidad)
A Ricardo Bucio, Presidente del Consejo Nacional para Prevenir la Discriminación (CONAPRED): Esta es una carta abierta, pública y crítica sobre el concepto de la igualdad, dignidad y no discriminación que se tiene al seno de su instituto. La labor que hace CONAPRED es necesaria porque se encarga de visibilizar y asesorar a los ciudadanos […]
A Ricardo Bucio,
Presidente del Consejo Nacional para Prevenir la Discriminación (CONAPRED):
Esta es una carta abierta, pública y crítica sobre el concepto de la igualdad, dignidad y no discriminación que se tiene al seno de su instituto. La labor que hace CONAPRED es necesaria porque se encarga de visibilizar y asesorar a los ciudadanos que son discriminados, pero en ese proceso también se está haciendo un lobbying político para limitar otros derechos y en específico la libertad de expresión.
Para el CONAPRED y el equivalente para el Distrito Federal, el COPRED, una expresión ofensiva es un tipo de discriminación. Qué mejor ejemplo que la queja que la última institución admitió por los chistes del payaso Platanito sobre los niños de la guardería ABC; o la misma condena que usted hace a las palabras ‘puto’, ‘maricón’ y ‘puñal’ por ser homofóbicas.
El argumento donde se sustentan las dos aproximaciones es el argumento del “daño a la dignidad” y el “sentimiento de discriminación”. Para ser sincera, no entiendo qué significan estas expresiones. La discriminación no es un sentimiento, y tampoco lo es la dignidad. Por más crueles, insensibles, ofensivos y chocantes que sean las expresiones ajenas, no son discriminación salvo si impiden el ejercicio de otros derechos. El problema de ambas instituciones es el entendimiento erróneo que se tiene sobre dichos conceptos. Dos tuits son el ejemplo de dicho discurso:
Aquí hay que dejar dos cosas muy claras: discriminar no es lesionar la dignidad de las personas, y es peligroso utilizarla como argumento para limitar derechos de terceros. Decir que alguien es digno, sin más, es dejar la frase incompleta y, en definitiva, equivale a no decir nada. La “dignidad” es la nueva forma de moral, es un concepto subjetivo y relativo que además se predica de todo sin saberla definir.
El siguiente ejemplo, basado en un caso real, lo dejará más claro. Érase una vez un enano que trabajaba en una provincia de Francia siendo lanzado hacia colchones con velcro como espectáculo artístico. Un día al ver esto, el presidente municipal de la provincia prohibió la actividad considerándola irrespetuosa de la dignidad humana y contraria al orden público. El enano se quedó sin trabajo y enojado fue a litigar la decisión del presidente municipal argumentando que prohibir el lanzamiento de enanos atentaba contra su dignidad, pues dejaba de considerarlo como un ser humano libre de decidir lo que él quisiera como trabajo.
La moraleja es que la dignidad puede ser lo que sea y dicha al aire como concepto genérico carece de significado concreto. Algo digno para alguien, puede ser indigno para alguien más, así como algo moral puede en otro contexto ser inmoral. Volviendo a nuestro tema, yo le pregunto: ¿acaso un concepto subjetivo y vacío es una limitante válida a las libertades, y más específicamente, al derecho a la libertad de expresión? ¿Decir ‘puto’, ‘puta’ es en todo momento ofensivo? ¿No cabría alguien que -como en el caso del enano- considerara que no atenta contra su “dignidad”?
El entendimiento de CONAPRED es que la dignidad es ese “algo” con el que nace todo ser humano: inherente, absoluta y por ello superior a otros valores como la libertad o la autonomía. No es menor decir que esta es la posición conservadora y metafísica sobre la dignidad, misma que fue retomada en su momento por el papa Benedicto XVI y que encuentra su contraparte secular en varios instrumentos de derechos humanos.
Como usted mismo lo ha dicho, el argumento parece ser que “somos dignos de igualdad” o “iguales en dignidad” lo cual en sí presenta un contrasentido, y de ahí viene el mal entendimiento sobre la discriminación. No es lo mismo discriminar a ofender, pero cuando se entiende que somos “dignos de ser iguales”, es fácil pensar que una ofensa “lastima, menoscaba y vulnera la dignidad” y por eso concluye que la persona está siendo discriminada. Esto es falso, y en todo caso, tiene un tinte muy autoritario decidir por terceros lo que vulnera su dignidad, ya que pueden no estar de acuerdo, como en el caso del enano.
La Ley Federal contra la discriminación no ayuda en nada: su artículo 9 recoge un concepto vago e impreciso de dignidad. Se dice que discriminar es “cualquier tipo de uso o costumbre que atente contra la dignidad e integridad humana” y también “incitar al odio, violencia, rechazo, burla, difamación, injuria, persecución o la exclusión”. Salvo el supuesto del odio y la violencia del último supuesto -y como probablemente usted ya sabe- el resto de las premisas son violatorias del derecho a la libertad de expresión contenido en el artículo 13 de la Convención Americana de Derechos Humanos.
Es ilegal limitar las expresiones ajenas en base a conceptos genéricos, subjetivo y relativos como la dignidad; además, el único límite admitido a las expresiones es el discurso de odio que incita a la violencia, y no aquel que incita a la difamación o la burla cubiertos por el derecho civil.
No niego que exista la dignidad como concepto, pero sí cuestiono el mal uso de la misma para limitar derechos ajenos. La dignidad es la nueva forma de moral pública y de lo políticamente correcto: conceptos vacíos que alzan pasiones y crean una retórica importante. Pero nada más. No se puede utilizar en cada caso que alguien se sienta ofendido para limitar la libertad de expresión.
Decir groserías, proferir insultos y gritar ofensas al aire puede ser parte de un discurso subversivo, o de un enojo que exprese desacuerdo en una protesta. Si la “dignidad” limita el disenso en aras de la discriminación, se estaría utilizando para fines claramente antidemocráticos. ¿No le parece esto contraproducente? El derecho a la igualdad no es más importante que el derecho a la libertad de expresión, ambos tienen que ponderarse.
Hoy por hoy, México vive una democracia autoritaria donde la libertad de expresión se pone cada vez más en jaque. Ello no es menor, porque CONAPRED y COPRED, como órganos del Estado, contribuyen al debate en el mismo sentido, aunque tal vez con intención diferente.
Yo le pregunto, con todo respeto: ¿Cómo podemos hacer convivir los dos derechos? ¿Podemos definir con claridad y de manera legal lo que es la dignidad?
Atentamente, y con el ánimo de seguir discutiendo,
Gisela.
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