Parece que en la cabeza de Juan Villoro cabe todo.
O es quizá su vocación de cronista, finalmente observador detallado y crítico de la realidad, lo que provoca esta sensación de que cuando estás hablando con él, hay cientos de temas que se podrían derivar del que está tratando.
Así es su más reciente novela, Arrecife (Anagrama, 2012): una trama policiaca que sucede en un paraíso tropical devastado, lo que lo vuelve una excelente opción para lavar dinero, y en donde el personaje principal, sobreviviente de la contracultura hippie de los sesenta, convierte el miedo en la principal atracción turística.
PARAÍSOS DERRUMBADOS Y LAVADO DE DINERO
Comienzo por preguntarle a Juan Villoro acerca del escenario en que se desarrolla Arrecife: un hotel de Gran Turismo llamado La Pirámide, ahora ya casi todo el año vacío por los caprichos del cambio climático, ubicado en una zona turística llamada Kukulkán:
“Cuando Luis Echeverría decidió poner Cancún en el mapa comenzó una era de expansión económica y turística de la zona de Quintana Roo pero también comenzó el inicio del fin de la biodiversidad que había ahí. Por otra parte, el turismo en masa siempre trae nuevas tentaciones; hay nuevo dinero y se generan nuevos vicios, nuevos placeres, algunos de ellos dañinos”.
–Acerca de la devastación ecológica hay una escena en que llegan camiones desde Puerto Príncipe con arena artificial para rellenar las playas...
–Hay muchas ciudades, Cancún, por ejemplo, fue construida con hoteles en la primera fila frente al mar. Esto hace que el viento golpee las fachadas de los hoteles y que al regresar se lleve la arena. En Cancún se está importando arena. Expertos de la UNAM dijeron que esto no podía ser, que había que construir los hoteles más tirados de la playa para no perderla. No ocurrió así.
Por otra parte, la deforestación, la tala, está acabando con los árboles, entonces la tierra, el lodo, está llegando al agua y esto impide que el sol llegue al fondo del arrecife, y también está matando el arrecife, aparte de la contaminación que se genera por el petróleo, por los desgües del turismo, es un verdadero ecocidio lo que pasa en la Riviera Maya. En Arrecife hay algo de eso: está presente la manera en que el ser humano está destruyendo su entorno en vez de protegerlo. Hay distintas formas de administrar la destrucción, y una de las cosas más graves es que la devastación puede ser un magnífico negocio; incluso que los hoteles se vacíen puede ser estupendo porque te permite llevar una contabilidad fantasma: que los hoteles que son abandonados y los paraísos que ya no tienen gente, que son ciudades fantasmas se prestan para el lavado de dinero de manera extraordinaria.
Buena parte del dinero del mundo se lava en lo que se llama los paraísos off shore, o sea, fuera de la orilla. Es un invento inglés, de las antiguas colonias, y luego el dinero que parece legítimo regresa a Londres. El 10% del dinero de todo el mundo que se lava desemboca en Londres. Entonces es un negocio global, y todo esto, de alguna manera interfiere con la novela, es el contexto.
–¿Qué tan basada en la realidad está esta teoría de los hoteles de la Riviera Maya como paraísos para lavado de dinero?
–Como todo hay un sustrato real, pero básicamente yo utilizo la información que tengo cuando escribo ficción para agregarle posibilidades a la realidad. No soy un autor de Ciencia ficción, no me gusta escribir cosas sobre naturales o fantásticas, pero sí me gusta indagar en lo real, hasta dónde puede llegar una situación. Hoy en día hay negocios que sirven para contabilidades fantasmas. Muchas veces cuando un negocio fracasa se convierte en una oportunidad ideal para que lo tome otra empresa y lleve una contabilidad fantasma como si ese negocio siguiera adelante.
Hay una novela maravillosa de Gogol que se llama Almas muertas, que trata justamente del aprovechamiento de los siervos que ya se han muerto. Por cada siervo se pagaba una cantidad o un apoyo que recibían los señores que tenían siervos, entonces él va presentando nombres y actas de siervos que ya murieron para que le den el dinero por ellos. Entonces recibe un dinero por gente que no existe.
De la misma manera alguien que pudiera operar un paraíso turístico abandonado podría manejar una contabilidad que fuera de una empresa extranjera, o sea, de una empresa que no van a ir a comprobar si los huéspedes verdaderamente están ahí.
Una de las características del lavado de dinero es que tiene que pasar por varios países. Inglaterra inventó los paraísos Off shore, es un dato concreto.
Nosotros normalmente pensamos que los países pobres, o los países donde están las mafias son los más involucrados en esto. El lavado de dinero es un negocio global, entonces, tomando en cuenta estos datos, que son reales, se me ocurrió la posibilidad de que, dado que en el Caribe hay hoteles que tienen problemas, porque la gente ya no va, porque se está perdiendo la arena, porque se está deforestando y por lo tanto se están acabando los arrecifes de coral, porque el clima ha cambiado con el cambio climático, entonces cada vez llueve más, y son destinos de sol y playa, por noticias como la gripe A, todo esto hace que no sea tan rentable como lo fue en un momento.
Entonces los hoteles suelen estar asegurados contra tragedias, alguien compra los riesgos de un hotel, y esa persona se los puede vender a otra y esto puede ser alguien interesado en tener hoteles vacíos para simular que están llenos. Es una operación perfecta para el lavado de dinero.
Eso no necesariamente ocurre; todas esas son especulaciones extremas de alguien que se dedica a inventar mundos. Mundos que se parecen al nuestro, por eso te digo que no soy un autor ni fantástico ni de ciencia ficción.
En mi novela anterior, El testigo, sitúo la acción en el año 2000, con la alternancia democrática. Entonces, tengo un personaje que hace mucho tiempo está fuera de México, y al cabo de 24 años regresa y encuentra a su país muy cambiado, y se ha dado que la transformación política, conducida por el PAN, más que ir al futuro va hacia el pasado. Hay una restauración de valores anteriores a la Revolución mexicana, digamos, cierto énfasis en lo que significan las familias decentes, por supuesto un regreso muy importante del catolicismo, entonces a él se le ocurre que es un momento en que la Guerra cristera va a volverse chic y va a recuperar importancia.
Yo escribí esto en 2004 y no sabía que unos años después el secretario de Gobernación, Carlos Abascal, iba a participar en la beatificación masiva de mártires cristeros en el estadio Jalisco de Guadalajara, que Señorita México iba a tener como traje regional un traje con motivos de mártires cristeros, que la película actual de moda iba a ser sobre la Guerra Cristera. De modo que era algo que podía suceder.
También se habla del narcotráfico y la televisión como fuerzas ascendentes, dominantes, de la realidad mexicana, y que obviamente en los últimos 12 años se han convertido en los dos ejes de dominio de la sociedad mexicana.
Entonces esto no quiere decir que yo fuera particularmente visionario; son coincidencias que se dan a partir de las posibilidades de lo real que imagina un novelista y de su cumplimiento en el mundo de los hechos. No creo que ocurra que haya un hotel como el hotel que se llama La Pirámide, ni creo que pueda haber todo este pueblo fantasma de hoteles y todo, pero son escenarios posibles.
En mi novela Arrecife yo quería explorar la situación del turismo hoy en día, en que una ciudadela apartada de todo el mundo puede proponer programas de entretenimiento que no necesariamente tienen que ver con el descanso, sino que pueden tocar otras fibras del ser humano. Fibras que le parecen seductoras, como por ejemplo el peligro: hay gente a la que le atrae coleccionar arañas venenosas o hacer deportes extremos. El tema de sobrevivir de milagro es interesante para muchas personas, y hay algunos viajes turísticos, por ejemplo en la frontera entre México y Estados Unidos, en donde un promotor norteamericano organiza viajes para que la gente cruce de México a los Estados Unidos como ilegal, como polleros. O sea, tú puedes ser un indocumentado durante unas horas y sentir esa adrenalina.
Entonces en Arrecife yo quise reflexionar sobre los excesos a los que nos puede llevar la opción de divertirnos.
–Y en medio de esto algo falla y surge una historia policiaca. ¿Qué tanto te apasiona a ti, Juan Villoro, el género?
–Arrecife tiene un componente policiaco porque comienza con la muerte de un buzo fuera del agua y la historia es la indagación de ese asesinato. Yo creía cumplir con la regla básica de una novela de deducción que es saber quién fue el asesino, averiguar qué pasó. Una de las cosas más fascinantes de la literatura es que una historia sea también una investigación; ir detectando claves. Entonces me parecía que era importante este componente policiaco en un clima, además de violencia, pero lo que también quería, es que una vez que se resuelve, y sabemos quién fue el responsable, quedaran enigmas morales. Que nosotros nos planteáramos quién actuó bien y quién actuó mal, es decir, que la víctima no fuera totalmente inocente sino también responsable de ciertas cosas que había hecho y al mismo tiempo el verdugo también pudiera ser entendido de otra manera. Yo quería llevar en la novela una reflexión existencial, moral, en donde el bien y el mal en ocasiones son términos que se confunden y a veces incluso se intercambian."
–Hay un asunto con la memoria, empezando por el personaje principal, Tony, al que las drogas lo han llevado a un estado en el que la memoria se desdibuja...
–Es muy cierto. El disparador de Arrecife fue escribir una novela contada por una persona que ha perdido parte de su memoria, es decir, un narrador inseguro, que no sabe muy bien si lo que está diciendo es verdad. Al mismo tiempo, tiene un gran amigo de toda la vida, que le está ayudando a recuperar sus recuerdos. Tony abusó de las drogas; dicen que si recuerdas los años sesenta es que no estuviste ahí, o sea que todo se te borra si verdaderamente viviste con intensidad. Él vivió con mucha intensidad en un grupo de rock y ha perdido parte de su pasado. Lo recupera gracias a un amigo. Pero de pronto se da cuenta que el amigo le está dando recuerdos que no necesariamente son verificables, le está pasando otra memoria que tal vez no es la suya, le está implantando un pasado.
Yo creo que la mejor tecnología para implantar memoria es la conversación.
El protagonista se pregunta: ¿Por qué mi mejor amigo quiere que además de mis recuerdos tenga los suyos, tenga otra cosa?, ¿Qué está buscando de mí?
Claro, se entera en la novela, no voy a revelarlo, porque forma parte de la trama.
–Mario Müller, el amigo de Tony que le “implanta” estos recuerdos, es sin duda un personaje bastante complejo...
–Mario Müller fue el cantante del grupo Los Extraditables, que es un grupo que yo inventé. Muchos grupos tienen nombres delictivos, así como Black Sabbath o Judas Priest, nombres transgresores. En una época era una aspiración para un rockanrolero ser un delito de exportación, ser extraditable; hoy en día con el problema del narcotráfico evidentemente la frase tiene otra connotación. Entonces inventé este grupo. Mario Müller era el cantante, el líder de este conjunto, y muchos años después decide llevar ciertos principios de la contracultura a la hotelería y crea programas de entretenimiento que son performances, que tienen que ver con el miedo, con emociones fuertes, y lo que él supone es que las personas que vayan a La Pirámide, que es el hotel que se construye en la Riviera Maya, van a tener emociones que van a cambiar su manera de ser. De pronto van a soñar algo distinto, van a sentir algo diferente, van a querer cambiar de vida por las emociones que están recibiendo en el Caribe mexicano, mitad esotéricas, mitad de adrenalina, creada por programas que tienen que ver con el miedo y la tensión social que provoca México.
Entonces él se ve a sí mismo como una especie de curandero post moderno, como alguien que hace actos de psicomagia para que la gente cambie su destino. Como un visionario, que está prolongando la contracultura de otra manera.
Hay muchos europeos y muchos norteamericanos que detestarían que en sus países hubiera una guerrilla o que los secuestraran, o que hubiera problemas de pobreza, que los contactaran con un mundo primitivo que les parece genuino, pero al mismo tiempo a estas personas les fascina venir al tercer mundo y durante un fin de semana entrar en contacto con una etnia, con una guerrilla, o incluso tener un problema policiaco del que sobreviven. Cosas para contar a su regreso y para activar una vida más o menos anestesiada.
Pero no es fácil manipular el miedo sin que se te vaya de control, y es lo que pasa en la novela.
–Pero también, y sobre todo, Arrecife es una novela sobre la amistad, ¿No es así?
–Así es. Es una larga historia entre dos amigos; también me interesaba mucho entender la amistad como una forma de la herencia. O sea, cuando tú eres amigo de una persona a lo largo del tiempo estás heredando sus recuerdos, y esto es muy importante para el protagonista que ha perdido buena parte de los suyos, pero también estás heredando otra vida, los pensamientos de otra persona, todo lo que él vivió y no quiero revelar la trama de la novela, algo muy importante de su amigo. Entonces hay una sucesión, hay una herencia que se da a partir de la amistad. Yo creo que es uno de los sentidos de la amistad.
DE LOS HIPPIES DE LOS 70 A LOS YUPPIES DE SILICON VALLEY
–¿Qué tan importante era para ti hablar de la juventud de los años sesenta?
–La contracultura creo que es muy importante porque transformó, digamos, todos los sentidos. Hay pocas rebeldías que apelan sensorialmente a transformar las maneras de percibir, de amar, de hablar, de intoxicarse, de vestirse. Y eso fue la contracultura: un cambio de costumbres que se proponía también cambiar la realidad. Hasta cierto punto este cambio de la realidad fracasó, porque era demasiado ingenuo transformar todo a través de la música y de nuevas formas de comportamiento.
De alguna manera los años posteriores fueron una decepción para la contracultura porque la revolución sexual podríamos pensar que desembocó en el SIDA, la búsqueda de la naturaleza, las comunas y el hippismo desembocaron en el ecocidio, la apertura espiritual que traían las drogas desembocó en el narcotráfico, las rupturas radicales políticas desembocaron en la crisis de las ideologías y el entronizamiento de la sociedad de consumo, entonces parecería que todas esas búsquedas se cancelaron y que ahora estamos en una sociedad conservadora que no tiene salida.
Sin embargo, hay cosas que quedan de la contracultura: una de ellas, lo digo en la novela, tiene que ver con la realidad virtual. Muchos de los ex hippies se fueron a trabajar a Silicon Valley, en California, y se transformaron en programadores de computación. De alguna manera la realidad virtual es el LSD electrónico. Toda la tecnología virtual que nos rodea es una especie de dopaje, y de adicción que tenemos y que depende de aparatos. Ya no estamos consumiendo droga, estamos existiendo de manera paralela en pantallas, tenemos un alias con el cual entramos a un sitio de internet, nos representamos a nosotros mismos como avatares, en distintos sitios de la red. De manera que esta relación espectral que tenemos con nosotros mismos tiene que ver con muchas las búsquedas de la contracultura. La empresa más importante del mundo es una empresa que vende signos, que es Apple, y tiene como lema el mismo emblema de los Beatles. Y Steve Jobs era un visionario muy vinculado a la cultura pop.
–Hoy las nuevas generaciones, representadas por los estudiantes, parecen estar despertando, parecen ya más preocupadas por lo que sucede en su país que por estar inmersas en estas realidades virtuales. En ese sentido, ¿cuál es tu opinión acerca del movimiento #YoSoy132?
–Me parece lo más importante que ha pasado en los últimos tiempos en México. Yo creo que es una prueba de que hay energías de cambio en esta sociedad. Creo que la clase política y los partidos políticos tradicionales están en crisis, todos ellos han fallado, no hay capacidades de liderazgo y no hay expectativas ricas en México.
Uno de los grandes problemas que tenemos, después de la alternancia democrática es que el gobierno de Vicente Fox acabó con las expectativas y López Obrador no pudo mantener las que había despertado. Entonces estamos ante una crisis de ilusiones. Y los jóvenes refrendan esta posibilidad de esperanza.
Me parece muy importante la forma que se han articulado a través de las redes sociales y nuevos medios de comunicación.
Tengo miedo de que pasen muy rápido a la política tradicional. Yo no soy entusiasta de las marchas que están haciendo por el hecho de que son significativas pero si las comparas con la marcha de cualquier sindicato son mucho menos importantes en número. O sea, si empiezan a jugar con las reglas de la política tradicional, se empiezan a reunir en asambleas, empiezan a reunirse en plazas, empiezan a marchar en las calles, van a entrar en una dinámica que no es la de ellos.
Yo creo que deben refrescar también las opiniones de comunicación y mantenerse fieles a lo que son. Entonces yo creo que deben ser un movimiento saludablemente virtual, que está bien que aterrice de pronto en algunas marchas, pero que no abusen de eso.
Pero lo que quiero decir es que es significativo que los jóvenes también refresquen esta posibilidad de articularse por vías distintas, probablemente a través de conciertos de rock, a través de procesos culturales, y por supuesto de las redes sociales, como ya lo demostraron. Creo que el arranque que han hecho es extraordinario.
–¿Crees que se pueda hablar de una primavera mexicana?
–Bueno, digamos que en un sentido optimista sí. Lo que pasa es que hay primaveras que duran muy poco. Lo sabemos en este valle donde de pronto empieza a llover demasiado pronto. Yo espero que sea una primavera que se mantenga; tiene todas las condiciones de una primavera y ojalá se mantenga.
Por eso insisto que para mantener su frescura es importante que no repitan esquemas de jerarquías o formas de proceder ya muy caducas...
–Lo cual es difícil...
–Es muy difícil. Ahora también a la larga van a tener que enfrentar una realidad y es que hay cuatro candidatos a la Presidencia y van a tener que decantarse por el único que representa un cambio posible, no muy fuerte, ni muy bueno...
–¿Quién es?
–López Obrador. O sea, después de 60 mil muertos y del fracaso absoluto del PAN, que es una mezcla de corrupción e ineficacia, de moralidad en nombre de la iglesia católica y de otros valores muy cuestionables es muy difícil votar por el PAN, por más que Josefina Vázquez Mota haya dicho cosas tan importantes como al fin romper con la Maestra. Uno se pregunta por qué no rompió con ella cuando era Secretaria de Educación. Pero bueno, ahí está, el PAN ya demostró eso: Josefina Vázquez Mota ya estuvo en Educación, no rompió con la Maestra y ahora promete romper con la Maestra.
El PRI, pues durante 71 años perfeccionó la manera de confundir lo público y lo privado, de gobernar en la impunidad, de ahondar la brecha entre pobres y ricos. Fue realmente el partido que supo mantener el poder gracias a sus argucias y de haber contado con extraordinarios expertos que le dieron beneficios a ciertos sectores sociales. La definición de Octavio Paz es perfecta: “el ogro filantrópico”. Era un monstruo que te daba favores. En este sentido era preferible al PAN, por eso la gente quiere regresar a eso, porque el PRI, con todos sus defectos, era como el hermano arbitrario, cruel, impositivo, que a fin de cuentas te da tu domingo, te apoya y te defiende. Eso era el PRI. Y entonces, en un sistema tan vertical y piramidal como el mexicano funcionaba, pero yo creo que ya tuvimos 71 años de eso.
Quadri, por supuesto, pues es el zángano del PANAL, esclavo de la Maestra, pertenece a una mafia que por más que sea un tipo muy articulado y con buenas propuestas, pues tiene un defecto de origen, como dirían los programas de televisión, una falla de origen.
Y bueno, entonces nos queda López Obrador por default. No es perfecto, ha mentido, ha sido mesiánico, ha cometido errores, pero bueno, gobernó la Ciudad de México de manera satisfactoria, ha propuesto un gabinete cívico de gente que es plural. Eso puede llevar a una construcción futura de la izquierda. Es un hombre más honesto que los otros, y si de perdonar se trata es mucho más fácil perdonar el plantón de Reforma, que perdonar 60 mil muertos, que son responsabilidad del gobierno panista o 71 años de impunidad y corrupción que son responsabilidad del PRI.
Entonces también creo que el movimiento de los jóvenes tendrá que decantarse un poco en ese sentido.
Juan Villoro se despide. Corre, literalmente, pues en unos minutos comenzará la presentación de Arrecife en una librería que está cruzando la calle.
La avenida Miguel Ángel de Quevedo, en el sur de la Ciudad de México, se pinta del color de las jacarandas, mientras en las mesas de esta cafetería, así como en los pasillos entre los exhibidores de libros de la planta baja, la gente ya habla de la primavera mexicana.
Y no se refiere, precisamente, a las pequeñas flores moradas que se mecen en los árboles de ese jueves a las 7 de la tarde.