Una película redonda en la que Gerwig demuestra una vez más su capacidad para dialogar con el material original sin confundir respeto y fidelidad con cobarde veneración o con ese, tan frecuente últimamente, mero afán de réplica de lo admirado.
Por Israel Arias
MADRID, 25 Dic. (EUROPA PRESS).– Greta Gerwig, directora de Mujercitas, en el que declaró su amor incondicional por la obra y por la autora que la llevó a convertirse en una contadora de historias en un video, y en el que parece querer pedir perdón por haberse atrevido a jugar narrativamente con una novela que ha significado tanto -no solo para ella, sino para cientos de millones de personas durante generaciones y generaciones-, debe ser la única decisión discutible que la directora de Lady Bird toma a hora de llevar a la gran pantalla la novela de Louisa May Alcott. Y lo es por absolutamente innecesaria. Las dos horas y cuarto que siguen a las palabras de la cineasta son la mejor defensa de esta magnifica adaptación.
Una película redonda en la que Gerwig demuestra una vez más su capacidad para dialogar con el material original sin confundir respeto y fidelidad con cobarde veneración o con ese, tan frecuente últimamente, mero afán de réplica de lo admirado. La cineasta se atreve a hacer suya la novela amada, su referente vocacional, rompiendo su estructura lineal para jugar con sus personajes en dos tiempos distintos. Contrastes entre el antes y el ahora que enriquecen sus semblanzas y dotan de renovada emoción un relato cuyo espíritu no solo queda inalterado, sino que reactiva su vigencia gracias a la frescura y vitalidad de la adaptación de Gerwig.
Todo funciona en esta vivaz celebración del legado de Louisa May Alcott, comenzando por unos decorados y un vestuario de ensueño, pasando por la música de Alexandre Desplant, la virtuosa fotografía de Yorick Le Saux y terminando en un magnífico reparto en el que sobresalen los trabajos de Saoirse Ronan -que da vida a una Jo a la que, en otro gran acierto, Gerwig decide convertir en el centro y motor del relato- y de esa fuerza de la naturaleza que es Florence Pugh, perfecta encarnación de la impulsiva Amy en una película con hechuras de clásico y lecturas actuales.