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“¿No se ha abolido la esclavitud en EU? Yo me siento una esclava”, dice trabajadora migrante temporal

25/09/2019 - 8:41 pm

María de los Ángeles Soto, trabajadora migrante temporal, cuenta que al llegar a Estados Unidos los despojan de todos sus documentos personales con el objetivo de no abandonar el trabajo.

“Por las noches nos cuidan elementos de la empresa, vulnerando nuestra privacidad. Yo me pregunto, ¿es que no se ha abolido la esclavitud en Estados Unidos? Porque yo me siento una esclava, una esclava moderna”, sostuvo durante la presentación de la plataforma sobre las Condiciones Laborales de las Mujeres en México y de la Coordinadora Nacional de de Defensoras de Derechos Laborales. 

Ciudad de México, 25 de septiembre (SinEmbargo).– El empleo es una actividad predominante masculina: del total de trabajadores, 55.6 millones, el 43 por ciento son mujeres y el 77 por ciento hombres, lo que muestra que más de la mitad de las mujeres en edad de incorporarse no lo hace y las que están, enfrentan discriminación y bajos salarios. Y en Estados Unidos, por ejemplo, las mujeres también se enfrentan a una especie de esclavitud moderna, señala una trabajadora migrante temporal.

Los sectores en los que más problemáticas se han detectado, incluso con actividades laborales que se acercan a la explotación laboral, son el de las jornaleras agrícolas, las trabajadoras mexicanas migrantes temporales en Estados Unidos, quienes trabajan en la maquila y las trabajadoras del hogar, de acuerdo con la investigación del Proyecto de Derechos Económicos, Sociales y Culturales (Prodesc).

Las mujeres que trabajan en estas actividades lo hacen hasta por dos jornadas al día y además se encargan de los trabajos de cuidado del hogar y la familia.

El 54 por ciento gana hasta dos salarios mínimos y en promedio es el 34.2 por ciento menos que los hombres. Datos compartidos en la presentación de la plataforma sobre las Condiciones Laborales de las Mujeres en México y de la Coordinadora Nacional de de Defensoras de Derechos Laborales, muestran que por cada 100 pesos que gana un hombre, una mujer gana 75 pesos.

El 80 por ciento de las mujeres que trabajan, lo hacen en el sector servicios: vendedoras, trabajadoras del hogar y empleadas de restaurantes.

Avelina Ramírez, contó su historia como jornalera de San Quintín en Baja California e integrante de la Coordinadora; dijo que los trabajadoras jornaleros agrícolas son gente que no han tenido acceso a la educación básica, “que no saben ni las cinco vocales”.

“Las familias jornaleras no tenemos la oportunidad de ganar un salario que pueda garantizar la educación de nuestros hijos. Nos dijeron que habría viviendas y buena paga, por eso migras de Oaxaca, Veracruz, Puebla, Chiapas y Guerrero. Llegas con esperanza pero ser jornalero es un trabajo complicado por las condiciones que trabajo”, contó.

Los trabajadores se exponen a químicos y a la par, falta de equipo adecuado y de protección, por lo que la exposición de su cuerpo a esas sustancias es directa. El resultado: intoxicaciones y enfermedades crónicas y sin acceso a la salud por la posición geográfica.

“El gobierno no ha abierto las oportunidades para nosotros: no tenemos acceso a seguridad social ni para nosotros ni para nuestras familias. Pagamos 70 pesos para que alguien cuide a los hijos, entonces es pobreza porque por el salario no se puede pagar eso. No exageramos”, agregó Avelina.

El 40 por ciento de las jornaleras recibe un salario menor al de sus compañeros, de acuerdo con datos del Inegi. Como salen de condiciones de pobreza en sus lugares de origen, aceptan emplearse en una “lógica de explotación laboral”, señala el informe.

Las mujeres en los campos tienen posiciones subordinadas y además jornadas de más de ocho horas, inestabilidad laboral y nulas prestaciones. Además enfrentan hostigamiento sexual e incluso abuso por parte de los empleadores.

Se estima que cada año mueren 70 mil jornaleras y jornaleros “por afectaciones a la salud, debido al contacto con plaguicidas y agroquímicos”.

María de los Ángeles Soto, trabajadora migrante temporal, también contó su experiencia. Señaló que al llegar a Estados Unidos los despojan de todos sus documentos personales con el objetivo de no abandonar el trabajo.

“Por las noches nos cuidan elementos de la empresa, vulnerando nuestra privacidad. Yo me pregunto, ¿es que no se ha abolido la esclavitud en Estados Unidos? Porque yo me siento una esclava, una esclava moderna”, sostuvo.

Entre las problemáticas detectadas está el no contar con un contrato y a los pocos que se les da, en inglés , sin ningún traductor; tampoco hay estabilidad ni acceso a la salud, “trabajas enfermo y sino puedes no te pagan”.

Sobre los salarios, el que reciben las trabajadoras migrantes es 30 por ciento menor al que reciben las trabajadoras nativas.

En comparación con los hombres, a ellos se les paga por hora y a ellas por destajo en la limpieza y empaque de marisco -la principal actividad-. El salario mínimo que se percibe es de 7.41 dólares por hora y máximo, 12.50.

Sobre el trabajo de la maquila, Nérida Gaspar, trabajadora de ese sector, contó que desde 2010 se profundizó la explotación laboral de las mujeres en la maquila con la subcontratación y el outsourcing, porque se les dan contratos de hasta un mes o un día y como consecuencia hay bajos salarios y nulas prestaciones.

Según el Inegi, poco más del 50 por ciento de los trabajadores de la maquila son mujeres, en su mayoría de entre 16 a 28 años. El 60 por ciento de todas las trabajadoras han sido víctimas de acoso sexual y hostigamiento laboral.

Las jornadas suelen ser de 14 horas, se otorga un día de descanso, el tipo de trabajo afecta la salud, hay riesgos de perder extremidades y las que ya llevan más años en ese empleo, tienen daños en sus articulaciones, en la espalda, hombros y muñecas.

Finalmente, sobre las condiciones del trabajo en el hogar, un empleo en el que el 96 por ciento es mujer y aportan el 22 por ciento del Producto Interno Bruto de México.

El 44.7 por ciento no tiene un salario fijo y sufren abuso, maltrato, humillación, discriminación y falta de derechos laborales.

“Es un trabajo aislado y prácticamente invisible, lo que facilita la desprotección y la vulnerabilidad de las personas que trabajan en este sector”, de acuerdo con investigaciones de Prodesc.

Daniela Barragán
Es periodista por la UNAM, con especialidad en política por la Carlos Septién. Los últimos años los ha dedicado al periodismo de datos, con énfasis en temas de pobreza, desigualdad, transparencia y género.
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