Tras un año de lucha, el padre de Julio César narra el dolor, el miedo y el sueño de encontrarlo con vida.
¿Cómo está, estará bien, habrá comido? Se pregunta Rafael López Catarino, padre del normalista Julio César desparecido el pasado 26 de septiembre en Iguala, Guerrero.
Mientras la sociedad y el mismo gobierno han criminalizado a los jóvenes normalistas Rafael describe a su hijo como un muchacho “humilde y serio” que no le gustaba echar relajo, que por el contrario su pasión era el futbol y no salir de madrugada.
LA INCERTIDUMBRE
Desconocer el paradero de su hijo es lo más doloroso, narra Rafael quien agrega que al menos cuando un hijo está en la cárcel sabe dónde está y puede ir a platicar con él; sin embargo, él ni siquiera tiene eso.
Una lucha global, con visitas a instituciones y órganos mexicanos y extranjeros no han sido suficientes para localizar a su hijo ni al resto de estudiantes desaparecidos. Recorridos, jornadas, reuniones y marchas no han esclarecido qué paso aquella noche en Iguala.
EL MIEDO
Por buscar a su hijo, Rafael declara que ha sido criticado, hostigado y acusado de recibir dinero. “La gente dice cálmense (…) pero yo no tengo miedo” afirma el padre de Julio César, sin embargo señala que no quiere que le hagan algo a su familia ni a sus hijos pequeños .
EL SUEÑO
Un proceso largo y doloroso lleno de retos, conflictos e intimidaciones es lo que han vivido los padres de los 43 estudiantes desaparecidos, pero la esperanza no ha muerto y juntos continúan su lucha para encontrarlos con vida. Rafael anhela volver a ver a su hijo, tanto que ha soñado con su regreso.