Las principales víctimas de los tantos actos de violencia y abusos que existen en el mundo son los millones de animales explotados y asesinados dentro de las granjas industriales para consumo de la humanidad. Según un informe de Proceedings of the National Academy of Sciences of the United States of America (2018), el 60 por ciento de los mamíferos y el 70 por ciento de las aves en el mundo se encuentran en las granjas industriales, mientras que los porcentajes restantes los conformamos la raza humana (especie mamífera) y otros animales que se encuentran en libertad (otros mamíferos y aves).
Hablar de esta violencia que experimentan los animales nacidos en las granjas es cada vez más común y hay que seguir exponiéndolo; algo que muchas personas ignoran es que la violencia que ejercemos hacia ellos, también termina perjudicando a muchas comunidades humanas.
La industria donde se llevan a cabo la crianza, matanza y el procesamiento de la carne y otros productos de origen animal es altamente peligrosa, la mayoría de las veces las ganancias se colocan por encima de la vida y seguridad de las personas que trabajan en las distintas granjas y mataderos industriales con tal de elevar la producción. Como en otros empleos dentro de la agricultura, en los mataderos y lugares donde se procesa la carne predominan las personas que viven en comunidades de bajos ingresos o zonas vulnerables.
A pesar de que en estas instalaciones se puede encontrar equipo o sistemas mecanizados, se sigue requiriendo de la mano de obra en distintas etapas de la producción, desde mover a los animales con vida y la matanza en sí, hasta el momento de desangrarlos y cortarlos en pedazos.
Para satisfacer la gran demanda y mantener los costos bajos, las y los trabajadores son presionados a matar cientos de animales en el menor tiempo posible, cuando se combina la presión del tiempo con la herramienta afilada, un entorno abarrotado y animales luchando por sus vidas, las lesiones son muy frecuentes y casi inevitables. Las amputaciones son comunes, uno de los casos con más cobertura mediática es el de la empresa Tyson, ésta recibió una multa de más de 260 mil dólares debido a que en sus plantas se registraba una amputación de dedos o alguna extremidad cada mes y las cifras siguen aumentando.
Las largas jornadas de trabajo también traen como consecuencia dolores crónicos en sus cuerpos, mientras que, a nivel emocional, la situación es abrumadora. Imagina escuchar el grito de animales siendo asesinados, el terrible olor de la sangre y otros fluidos durante toda tu jornada laboral, aunado a esto, muchas mujeres sufren de acoso sexual en el entorno laboral. Estas personas también tienen altas probabilidades de padecer enfermedades infecciosas, altos índices de ansiedad, adicciones, depresión y suicidio.
Es común que se responsabilice a quienes trabajan en las granjas por el daño provocado a los animales y el ambiente, pero es importante recalcar que están cumpliendo con un trabajo que responde a la demanda de la sociedad y a menudo se encuentran realizando esta actividad debido a sus limitadas opciones laborales provocadas por distintas opresiones estructurales.
Sé que puede ser difícil llevar una dieta y un estilo de vida donde no exista absolutamente ninguna de las muchas formas de explotación, pero cada vez existe más información al respecto y podemos tomar acción para minimizar significativamente nuestra contribución a esta problemática, tanto como nos sea posible.
Este no es un escrito para atacar sus decisiones o hábitos, es una invitación a que reconozcamos nuestros privilegios y cuestionemos de dónde viene y cómo se produce nuestra ropa, comida y demás comodidades. La industria alimentaria es muy compleja, si deseamos alimentarnos libres de crueldad debemos abogar por los derechos humanos y de los animales asesinados, ambas problemáticas están muy entrelazados. Trabajemos para lograr la justicia social y alimentaria a través de nuestras elecciones diarias, dejar de comer animales es una buena manera de comenzar.