Una de las leyendas de Temapache en Veracruz, cuenta cómo el fantasma de un señor muy bondadoso con la comunidad buscaba comunicarse con sus hijos.
Ciudad de México, 25 de julio (SinEmbargo).- Las leyendas forman parte de la riqueza cultural de México, cada lugar tiene esa historias que han pasado de generación en generación y Veracruz no es la excepción. En otras ocasiones hemos compartido varias leyendas veracruzanas como (Los fantasmas del Parque Los Berros, La Mulata de Córdoba, La Condesa de Malibrán y La Joya de Monedas de oro; en esta ocasión, es turno de conocer el relato El Fantasma del Naranjal.
Se cuenta que hace muchos años, en uno de los ejidos del municipio de Temapache, vivía un señor muy celoso de lo que tenía, pero al mismo tiempo era muy bondadoso cuando se trataba de ayudar a la gente. Los pobladores de la región recordaban que cuando el señor llegaba, todo el que se acercaba a él obtenía algo. Cuando el señor iba a su ejido, mandaba a matar un borrego o un cerdo para hacer carnitas, chicharrón y dar de comer a la gente; incluso aunque él se endeudara, le gustaba ayudar a las personas. La gente lo quería mucho y lo buscaban para que fuera padrino de sus hijos.
El señor solía recorrer a pie su naranjal, se sentía muy orgulloso de él ya que lo había logrado con mucho esfuerzo y era la herencia que dejaría a sus tres hijos. Después de un tiempo, llegó una lamentable noticia al municipio: el hombre bondadoso había fallecido en un accidente; todo el pueblo entristeció y no tardó mucho para que surgieran los rumores que señalaban verlo caminar por su rancho.
Una mujer relató que platicó con él en su huerto de naranjos, él le pidió que le dijera a su hijo, de nombre Ramiro, que fuera a verlo. La señora hizo lo que le pidió, pero cuando el joven fue al huerto en busca de su padre, nadie apareció en su encuentro. Tiempo después, la misma señora habló de nuevo con el señor fallecido, en esa ocasión el hombre bondadoso le pidió que hablara con su hijo Pedro, pero tristemente ocurrió lo mismo, él no apareció.
La señora habló una tercera vez con el hombre, quien ahora le pidió comunicarse con su hijo más pequeño, Joaquín, sin embargo, el resultado fue el mismo: silencio. Todo el pueblo comenzó a dudar de la cordura de la mujer, no obstante, los tres hijos del señor se reunieron y al platicar llegaron a la conclusión de que, probablemente, su padre sólo se manifestaba frente a la mujer y ella era la única que podía escucharlo por un don que poseía. Los tres hijos se reunieron en el naranjal junto a la señora para poder conversar con su padre, a través de la señora que fungió como interprete.
La huerta prosperó y los tres jóvenes fueron aún más ricos que su padre, además, continuaron beneficiando a los pobladores del lugar y cada que querían consultar algo con su padre, acudían con la mujer al naranjal.