China vive una nueva oleada de COVID marcada por las nuevas variantes, sin embargo, se mantiene al margen en la aprobación de vacunas extranjeras de ARNm, a pesar de que apuntan a ser más efectivas que las que administra el país.
Por Huizhing Wu y Aniruddha Ghosal
TAIPÉI, Taiwán, 25 de mayo (AP) — China intenta sortear su mayor brote de coronavirus sin una herramienta que podía haber adoptado hace muchos meses: el tipo de vacunas que han demostrado ofrecer la mejor protección contra los peores efectos de la COVID-19.
En los primeros meses de 2020, una empresa farmacéutica china, Fosun Pharma, llegó a un acuerdo para distribuir —y eventualmente fabricar— la vacuna de ARNm elaborada por Pfizer y BioNTech.
Aún no se ha autorizado su uso en la China continental, a pesar de que las autoridades de Hong Kong y Macao lo han hecho por separado.
Ahora los expertos en salud afirman que ese retraso —resultado de anteponer la política y el orgullo nacional a la salud pública— podría provocar muertes por coronavirus que serían evitables, y mayores pérdidas económicas, ya que se cerrarán ciudades enteras para aislar a la población desprotegida del país.
“El problema más importante es el retraso de la reapertura”, dijo Xi Chen, economista de la salud de la Escuela de Salud Pública de la Universidad de Yale. “Las consecuencias serán enormes, la interrupción de la cadena de suministros, la afectación a todo tipo de sectores de servicios”.
Los estudios han demostrado que la inmunización con vacunas de ARNm fabricadas por Pfizer-BioNTech y Moderna ofrecen la mejor protección contra la hospitalización y la muerte por COVID-19.
Las vacunas chinas fabricadas con una tecnología más antigua demostraron ser bastante eficaces contra la cepa original del virus, pero muy inferiores para las variantes más recientes.
Conforme esta evidencia fue más clara, incluso los países que inicialmente utilizaban vacunas chinas y otras menos eficaces fabricadas en Occidente han recurrido a las vacunas de ARNm para las inyecciones de refuerzo y nuevas inmunizaciones.
No es el caso de China. Los reguladores no han dicho públicamente por qué no han actuado: las vacunas de ARNm están autorizadas en gran parte del mundo y han demostrado ser seguras y eficaces en cientos de millones de personas.
Sin embargo, un funcionario de salud chino y otra persona directamente involucrada en las negociaciones dijeron a The Associated Press que las autoridades se han contenido porque quieren perfeccionar la tecnología en China y no depender de proveedores extranjeros.
Ambos hablaron bajo condición de anonimato, debido al carácter delicado del asunto.
La estrategia pareció justificable durante más de un año. El país fue capaz de mantener el virus bajo control mejor que cualquier otra nación de gran tamaño con su estricta estrategia de “cero COVID”, que aísla a las personas infectadas y a las comunidades cuando aparecen las infecciones.
Pero ahora, la variante Ómicron, que es altamente transmisible, pone a prueba esa estrategia, obligando a realizar cierres cada vez más amplios y prolongados que tienen un mayor costo económico y humano.
Mientras otros países han podido funcionar casi con normalidad porque sus habitantes están protegidos por la vacunación o por una infección previa, a China sólo le queda su estrategia de aislamiento para evitar un gran número de hospitalizaciones y muertes.