Tulanbay Kurbanov suele compartir con sus hijos historias de su infancia en su ciudad natal, Andiyán. Pero nunca las ha podido llevar. El viaje es agotador debido a que hay que tomar un desvío a través del vecino Tayikistán. Con la ayuda de Belt and Road, ya no habrá que hacerlo.
BEIJING, 25 de abril (Xinhua).– Las fotos descoloridas en los álbumes de Tulanbay Kurbanov son su mayor tesoro.
A través de ellas, comparte a menudo con sus dos hijas las historias de su infancia en Andiyán, su ciudad natal en el extremo sureste del valle de Fergana, cerca de la frontera de Uzbekistán con Kirguistán.
Zaringiz, de siete años, y Mehrangiz, de tres, viven con Kurbanov en la capital uzbeka, Tashkent, y están familiarizadas con la sonrisa que ilumina el rostro de su padre cuando mira las viejas fotos. Sin embargo, aún no han podido visitar Andiyán.
UN CAMINO A CASA MÁS FÁCIL
Kurbanov describe su ciudad natal como "el país de las maravillas", con montañas exuberantes, aire puro, frutas deliciosas y ricos recursos minerales.
Sin embargo, las montañas escarpadas bloqueaban la conexión de Andiyán, una de las ciudades más antiguas del valle de Fergana, con el mundo exterior.
Cada vez que Kurbanov regresaba, se veía obligado a tomar un desvío por Tayikistán que generalmente le llevaba un día entero debido a los procedimientos redundantes en los dos controles de seguridad.
En la década de 1990, algunos países occidentales planearon ayudar a Uzbekistán a construir un túnel a través de las montañas Qurama, pero los estudios de campo echaron atrás a todas las empresas de ingeniería.
Para ahorrar a sus dos hijas el tortuoso viaje, Kurbanov no las había llevado a Andiyán. Ahora, sin embargo, las cosas han cambiado.
En 2016 y después de tres años de construcción, se abrió el túnel de Qamchiq, de 19,2 kilómetros, gracias a los esfuerzos concertados de las compañías Grupo de Túneles Ferroviarios de China y Ferrocarriles de Uzbekistán.
Tulanbay Kurbanov suele compartir con sus hijas historias de su infancia en su ciudad natal, Andiyán. Pero nunca las ha podido llevar. El viaje es agotador debido a que hay que tomar un desvío a través del vecino Tayikistán. Con la ayuda de #BeltandRoad, ya no habrá que hacerlo. pic.twitter.com/NZqirXYuWT
— China Xinhua Español (@XHespanol) 22 de abril de 2019
El túnel, el más largo de este tipo en Asia Central, atraviesa siete fallas geológicas. Es parte de los 169 kilómetros del ferrocarril Angren-Pap, que conecta Tashkent con el este del país.
Ahora, explica Kurbanov, solo lleva 15 minutos atravesar las montañas Qurama en tren, y el viaje entre Tashkent y Andiyán se ha recortado a seis horas.
Esta mayor comodidad en el transporte permitirá a Zaringiz y Mehrangiz entender mejor la sonrisa de su padre y conocer la belleza del valle de Fergana.
"Es un gran logro de la Iniciativa de la Franja y la Ruta que China y Uzbekistán están promoviendo de forma conjunta, y también un nuevo lazo de amistad y cooperación entre ambos pueblos", dijo el presidente chino, Xi Jinping, en la inauguración del túnel en 2016.
La obra de ingeniería ha impulsado también el comercio y permitido transportar frutas frescas desde el valle, según relataron los habitantes de Andiyán.
Propuesta por China en 2013 para facilitar el crecimiento común y los beneficios compartidos, la Franja y la Ruta comprende desarrollo de infraestructuras, facilitación comercial y de inversiones e intercambios personales con el objetivo de mejorar la conectividad a escala transcontinental.
SUPER ELECTRICIDAD VERDE
También la situación en Anapu del estado de Pará, en la vasta selva amazónica en el norte de Brasil, está a punto de cambiar.
"Es una región muy pobre y con muchas necesidades", explica a Xinhua Marcelo Pellet, técnico ambiental brasileño.
Con la llegada de los trabajadores chinos y sus proyectos eléctricos en 2016, la calidad de vida de los habitantes mejoró gradualmente y, lo que es más importante, destaca, se esforzaron por afectar lo mínimo posible la ecología de la zona.
Cuando la empresa china State Grid Brazil Holding construyó una línea eléctrica de voltaje ultra alto en la región, erigieron torres de 105 metros, al menos 25 metros más altas que las convencionales.
"Esta medida incrementa mucho el coste del proyecto, pero merece la pena pues sirve para proteger el pulmón verde de la Tierra, la jungla amazónica", dice Yang Guangliang, subdirector para líneas de transmisión del proyecto.
Se hicieron además ajustes del proyecto original al descubrirse varios sitios arqueológicos durante la obra y atravesar además un hábitat natural de loros, detalla.
"Los chinos nos ayudan a construir infraestructuras. No solo ayudan a la gente que vive aquí, sino que también protegen los animales, las plantas y nuestra selva de Pará", dice William Paulo Santos, de 13 años, quien confiesa que se hizo amigo de los visitantes.
Además de suministrar energía limpia, el proyecto ha creado 16 mil empleos locales, impulsado el sector brasileño de equipos eléctricos y ayudado a construir cerca de 2.000 kilómetros de carreteras y 350 puentes.
LATIDOS MÁS FUERTES
Bilal Shafiq, del pueblo de Haroon Khil, en la provincia suroriental afgana de Khost, soñaba con jugar al fútbol con sus amigos. Sin embargo, en 2016, a los seis años, le diagnosticaron una enfermedad cardíaca.
La operación costaba unos 9 mil dólares, una suma demasiado alta para la familia.
La esperanza llegó no obstante cuando un equipo médico chino visitó Kabul en agosto de 2017 para atender a niños afganos aquejados de dolencias cardiacas congénitas y tratarlos en China de forma gratuita.
La asistencia formaba parte de un programa de ayuda humanitaria de la Fundación de la Cruz Roja China (CRCF) llamado "Gira de los Ángeles-Acción de Ayuda Humanitaria en Afganistán de la Franja y la Ruta para Niños con Enfermedades Graves".
El programa tenía como objetivo atender a niños afganos de 0 a 14 años con males cardiacos congénitos y operar a 100 en China, cuenta su principal responsable, Liu Jingjing.
Bilal tuvo la suerte de ser incluido y todavía más de ser operado con éxito en septiembre de 2017 en Urumqi, capital de la Región Autónoma Uigur de Xinjiang, en China.
"Le gusta sonreír y sonríe a cualquier persona con que encuentra. También le gusta interactuar con los demás, así que todo el mundo le tiene cariño", dice Liu de Bilal.
Bilal, recuerda, fue a ver al equipo chino en su segunda visita a Kabul. "Nuestros médicos lo volvieron a examinar y comprobaron que su estado de salud era bueno".
"Quiero estudiar en China cuando crezca y ser médico", afirma Bilal.
La CRCF terminó la primera fase del programa a finales de 2018. Los 100 pequeños fueron operados con éxito en China y se están recuperando. La segunda fase está ahora en marcha para tratar a más niños afganos que lo necesitan.