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Julieta Cardona

25/03/2018 - 12:00 am

Estoy lista

La voz me decía –a veces con razón, pero sobre todo sin razón–: estás lista. ¿Para qué?, le preguntaba. ¿Para sentir toda la luz, toda la sombra? ¿Para hablar de ternura mientras camino los contornos de un abismo? Pero solo conseguía, otra vez, lo mismo: estás lista.

“Después de Cho La Pass, viene la calma”. Foto: Vía Instagram @cardona.julieta

Sí, sentí que me llevaba la mierda, pero no vi mi pasado, ni un carrusel con las fotografías de mi infancia, o de mis padres; no vi una pila de los pasteles que cociné mal, ni un cortometraje de mis pendejadas, ni las sonrisas de las mujeres que amé, o alguna cosa de esas, solo pude escuchar una voz y ver mis sesos embarrados en las rocas de las faldas de la montaña que escalaba. Vi mi sangre secándose cuando la alcanzaba el sol. Pude olerla; pero no había moscas ni escarabajos, solo olvido, impermanencia, grises, cielo, glaciares, azules distintos, serenidad.

Sí, tuve miedo. Me pregunté si estaba lista, si estaba completa. Con el corazón a tope, ruidoso y retumbándome entera, miraba para arriba de verdad esperando que la mano del dios de las montañas me jalara a la cima. Pero los dioses no son como la poesía: no se aparecen cuando una los necesita. Me ardía el coraje. Me reventaba. Me hacía decir Puta madre, Madre santa, Madre mía, Me lleva la madre de las mierdas y todas las madres combinadas del mundo.

La voz me decía –a veces con razón, pero sobre todo sin razón–: estás lista. ¿Para qué?, le preguntaba. ¿Para sentir toda la luz, toda la sombra? ¿Para hablar de ternura mientras camino los contornos de un abismo? Pero solo conseguía, otra vez, lo mismo: estás lista.

Cuando llegué a la cima, me sentí bien viva, bien humana, bien agradecida, bien mujer, bien yo –y bien todas las cosas que una puede sentir cuando se sabe de sí misma–; me tiré en la nieve y me importó un carajo que el sol me desquiciara los ojos porque yo me anclaba a la tierra helada.

Aquel día me sacudí el miedo, dejé de caminar a escondidas. Ya no voy a tientas, ni oliendo el pasto, ni gateando. Mis pasos son ligeros, voy deslizándome por las banquetas. A veces vuelo, además de traer alas en los omóplatos, me salen propulsores en las plantas de los pies. No he probado, pero se me ocurre que si quisiera mudarme de galaxia, no sería tremendo lío, quizá cosa de dar un salto de aquí a las estrellas y luego colgarme de cualquier cometa. Estoy lista.

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