De acuerdo con el reportaje, los niños son en su mayoría procedentes de Centroamérica y se ven obligados a desempeñarse en oficios debido a la desesperación económica agravada por la pandemia.
Ciudad de México, 25 de febrero (SinEmbargo).– Un extenso reportaje del New York Times revela cómo los niños migrantes desempeñan trabajos crueles que violan las leyes de trabajo infantil, incluso en fábricas donde se hacen algunos de los productos más conocidos de Estados Unidos.
La periodista Hannah Dreier viajó a Alabama, Florida, Georgia, Míchigan, Minnesota, Dakota del Sur y Virginia y entrevistó a más de 100 menores migrantes en 20 estados quienes contaron la forma en que su¡asisten en Estados Unidos.
Testimonios de niños como Cristian, de 14 años, que trabaja en la construcción en lugar de ir a la escuela. O Carolina, de 15 años, que empaca Cheerios por las noches en una fábrica, muestran lo que el New York Times llama “la nueva economía de explotación” en Estados Unidos.
“Esta fuerza de trabajo clandestina se extiende por sectores de todos los estados, burlando las leyes de trabajo infantil que están vigentes desde hace casi un siglo. Tejadores de 12 años en Florida y Tennessee. Menores de edad que laboran en mataderos de Delaware, Mississippi y Carolina del Norte. Niños que aserran tablones de madera en turnos nocturnos en Dakota del Sur”, describe el New York Times.
De acuerdo con el reportaje, los niños son en su mayoría procedentes de Centroamérica y se ven obligados a desempeñarse en oficios debido a la desesperación económica agravada por la pandemia. Esta mano de obra, añade el NYT, ha crecido lentamente durante casi una década, pero se disparó desde 2021, al tiempo que los sistemas implementados para la protección de menores han comenzado a fallar.
El Times habló con más de 100 niños trabajadores migrantes en 20 estados, quienes describieron ocupaciones que los molían hasta dejarlos extenuados y que expresaron sus temores ante la posibilidad de estar atrapados en circunstancias que nunca se imaginaron.
“En una ciudad tras otra, los niños friegan platos hasta altas horas de la noche. Manejan ordeñadoras en Vermont y reparten comidas en Nueva York. Cosechan café y construyen muros de piedra volcánica alrededor de residencias vacacionales en Hawái. Niñas de 13 años lavan sábanas en hoteles de Virginia”, describe el diario.
Esta explotación laboral es conocida por los profesores de secundaria y bachillerato de los programas de aprendizaje de inglés, quienes contaron al diario que es habitual que, al terminar sus clases, casi todos sus alumnos salgan a toda prisa a cumplir con largos turnos.
Según el análisis del New York Times, el trabajo de los niños migrantes beneficia tanto a las empresas que trabajan en negro como a las multinacionales. Por ejemplo, en Los Ángeles, niños zurcen las etiquetas de “Made in America” en las camisas de J. Crew. Hornean los panecillos de Walmart y Target, procesan la leche que se usa en los helados de Ben & Jerry’s y ayudan a deshuesar el pollo que se vende en Whole Foods. En otoño, alumnos de secundaria fabrican calcetines de Fruit of the Loom en Alabama. En Míchigan, menores fabrican piezas de automóviles para Ford y General Motors.
De acuerdo con datos del diario, en 2022, los menores no acompañados que entraron a Estados Unidos alcanzaron la cifra de 130 mil, el triple que el número registrado cinco años antes. Son menores que el Gobierno sabe que están en el país y el Departamento de Salud y Servicios Humanos (HHS, por su sigla en inglés) es el organismo responsable de garantizar que sus patrocinadores los mantengan y los protejan de la trata o la explotación.
“A medida que llegan más y más niños, la Casa Blanca de Biden ha incrementado las exigencias de los funcionarios para que saquen rápidamente a los jóvenes de los centros de acogida y se los entreguen a adultos. Los asistentes sociales afirman que deben analizar a los patrocinadores de manera apresurada”, detalla el diario.
Aunque el HHS verifica el estado de todos los menores con una llamada un mes después de que empiezan a vivir con sus patrocinadores, los datos obtenidos por el New York Times muestran que, a lo largo de 2021 y 2022, la agencia no logró contactar a más de 86 mil niños.
Estos menores migrantes, refiere el NYT, “están sometidos a una intensa presión para ganar dinero. Envían sumas en efectivo a sus familias, y a menudo están endeudados con sus patrocinadores por los pagos que deben hacerles a los coyotes, el alquiler y los gastos de manutención”.
Los patrocinadores, que tienen la obligación de enviar a los niños migrantes a la escuela, engañan a los menores y no los inscriben en el sistema educativo.
El diario entrevistó a más de 60 trabajadores sociales y la mayoría estimó de forma independiente que alrededor de dos tercios de todos los niños migrantes no acompañados terminan en trabajos de tiempo completo.
Un representante de la empresa Hearthside, en donde laboran menores migrantes, dijo que recurre a una agencia de empleo con el fin de suministrar algunos trabajadores para sus plantas de Grand Rapids, pero admitió que no le exigía a la agencia que verificara las edades a través de un sistema nacional que comprueba los números de Seguridad Social.
“El aumento del trabajo infantil migrante en Estados Unidos en los últimos años es el resultado de una cadena de ignorancia deliberada. Las empresas pasan por alto los rostros jóvenes en sus trastiendas y en sus fábricas. Las escuelas suelen negarse a denunciar las aparentes infracciones laborales, con la creencia de que perjudicarán a los niños más que ayudarles. Y el HHS se comporta como si los niños migrantes que entran en el país, por medio de procesos apresurados, estuvieran bien”, revela el Times.
Desde 2008, refiere el NYT, Estados Unidos ha permitido que los menores que no son mexicanos vivan con patrocinadores mientras pasan por los trámites de inmigración, que pueden durar varios años.
En su amplio reportaje, el New York Times muestra también las fotos de menores que murieron al realizar trabajos riesgosos: Óscar Nambo Domínguez, de 16 años, fue aplastado por un trascabo cerca de Atlanta el año pasado. Edwin Ajacalon, de 14, fue atropellado por un auto cuando entregaba comida en bicicleta en Brooklyn. Juan Mauricio Ortiz, de 15 años, murió en su primer día de trabajo para una empresa de techos en Alabama cuando cayó de una altura de unos 15 metros.