Niños con obesidad podrían padecer trastornos psiquiátricos, alerta estudio de Instituto Jalisciense

25/02/2019 - 1:35 pm

Lejia informó que existen factores socioculturales que han dificultado la detección del síndrome por atracón en la población infantil, como la creencia popular de que un niño es “de buen comer” porque come en grandes cantidades o no para de comer durante todo el día.

En México 34.4 por ciento de los niños y adolescentes tienen sobrepeso u obesidad, lo que sitúa a los mexicanos en primer lugar mundial en obesidad infantil.

Guadalajara, 25 de febrero (EFE).- Los niños con obesidad tendrían que ir al psiquiatra, pues su condición de salud física se asocia a problemas de salud mental como el trastorno por atracón, que desde 2013 es considerado como una patología psiquiátrica, expuso el doctor Mauricio Leija Esparza.

Leija, en ponencia dentro del XXI Congreso Internacional Avances en Medicina, que se llevó a cabo en la occidental ciudad mexicana de Guadalajara, indicó que aunque algunos investigadores habían “ignorado” por décadas el estudio de este problema, el trastorno por atracón es el trastorno alimentario más prevalente en todos los grupos de edad, más que la anorexia y bulimia.

El especialista en psiquiatría infantil mencionó que en una investigación en la que participó junto al Instituto Jalisciense de Salud Mental, se evaluó a niños y adolescentes con sobrepeso y obesidad y los resultados muestran que el trastorno por atracón estuvo presente en 62.5 por ciento de la muestra.

Además, el 95 por ciento manifestó también insatisfacción corporal.

En entrevista con Efe, Leija consideró que combatir la obesidad infantil es un trabajo amplio entre profesionales de la salud y de diferentes campos, como antropólogos y sociólogos que estudian el fenómeno y que cada uno, desde su campo, pueda hacer una intervención, incluso política o cultural.

El psiquiatra señaló que existen factores socioculturales que han dificultado la detección del síndrome por atracón en la población infantil, como la creencia popular de que un niño es “de buen comer” porque come en grandes cantidades o no para de comer durante todo el día.

“Cuando en la consulta los padres le dicen al médico que el niño come muy bien, en realidad puede estar comiendo muy mal, pues posiblemente esté teniendo atracones”, añadió.

Dijo que para evitar el desarrollo de estas patologías mentales, los niños y adolescentes con problemas de peso deberían de recibir una evaluación psicológica y psiquiátrica, además de intervención médica con toda su familia.

Esto debido a que, para el especialista, es un mito “el niño gordito y feliz”, pues la correlación entre la obesidad y los trastornos psiquiátricos son un “circulo vicioso”.

Por ejemplo, la obesidad puede llevar a trastornos mentales y por compensar la ansiedad se come más, se disparan los atracones, incrementa el peso, hay problemas de autoestima, hay depresión, se sigue comiendo más y así continúa el ciclo.

Exponer el tema de la asociación de la obesidad con la psiquiatría -según el médico- ayuda a que las autoridades lo pongan en el centro de las políticas de salud y se genere un cambio “que tomaría un tiempo, porque tiene que ver con pautas culturales”.

Sin embargo, las políticas públicas también deben apuntar a la divulgación y desmitificación de la psiquiatría, especialmente infantil, para eliminar estigmas y que la gente “se dé cuenta que no tiene que estar loco para ir”.

En México 34.4 por ciento de los niños y adolescentes tienen sobrepeso u obesidad, lo que sitúa a los mexicanos en primer lugar mundial en obesidad infantil. Pero pese a las estadísticas, el tema “pareciera que aún no es prioridad” en campos como la salud mental, apuntó el psiquiatra.

Leija advirtió que si se mantiene en México la alta prevalencia de sobrepeso y obesidad en población infantil, en los próximos años se podrá elevar el número de casos de niños y adolescentes con trastornos mentales.

Por ello, considera que la obesidad infantil es “una bomba de tiempo” que tarde o temprano podría explotar e incluso salirse de las manos de las autoridades de salud.

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