Con Karnaval ganó el Premio Herralde de Novela 2012. El autor español tomó prestado el escándalo sexual de Dominique Strauss-Kahn, ex director del FMI. Su historia resultó en una crítica al neoliberalismo y su desbocado presente
El 14 de mayo de 2011, cuando se disponía a salir de Estados Unidos, Dominique Strauss-Kahn, quien entonces era director del Fondo Monetario Internacional (FMI) fue detenido en el aeropuerto John F. Kennedy de Nueva York. Una recamarera originaria de Guinea, Nafissatou Diallo, empleada del Sofitel New York Hotel de Manhattan, lo había denunciado por agresión sexual e intento de violación.
En Karnaval, obra con la que ganó el Premio Herralde de Novela 2012, el español Juan Francisco Ferré (Málaga, 1962) toma como punto de partida este escándalo para crear a DK o el dios K, también director del FMI, que se encuentra en la cumbre del éxito y vive una existencia de lujos y dispendios. Sin embargo, está a punto de acudir a una reunión de altos funcionarios financieros en la que piensa abogar porque no se apliquen medidas económicas restrictivas tan duras contra Grecia cuando es detenido en el aeropuerto John F. Kennedy por una denuncia que interpuso contra él una recamarera del hotel en el que se hospedó en esa ciudad.
Más que limitarse a tejer el drama humano en torno al escándalo sexual, el escritor utiliza esta anécdota para hacer una crítica feroz al neoliberalismo y a las políticas de los organismos financieros internacionales que sacrifican el bienestar de los pueblos para mantener en un nivel “aceptable” los índices macroeconómicos.
En entrevista para Sin embargo MX desde España, el escritor dice que Karnaval sí es la expresión de la postura de su autor. “Es una novela que quiere trascender su mera condición de novela y hacer pensar al lector en todo lo que está pasando desde una perspectiva que supere los simplismos ideológicos y las ideas consoladoras. Obligarlo a asumir ciertas ideas críticas sobre la situación del presente y lo que ya se anuncia en el futuro. Sin duda es un libro que pretende expresar un gran rechazo a lo que ha pasado en las últimas dos décadas”.
Pero, advierte, no le interesaba crear un panfleto. “La ambigüedad y la ironía con que describo el estado de cosas impiden a la novela incurrir en dos actitudes que detesto a fondo en un creador: la homilía militante y el compromiso partidista. Creo que la política tiene una dimensión intelectual y filosófica que está por encima de las pequeñas causas de los partidos institucionales. Y mi novela, en su ambición por asumir la realidad contemporánea en su totalidad, asume por momentos el discurso de la disidencia y la verdad sin tapujos”.
Porque, dice: “La literatura es rebeldía y disidencia, desde luego, pero también invención, inteligencia, fabulación, audacia e irrisión infinitas. Sin estos factores estéticos y creativos, aquellas actitudes éticas no valdrían para nada”.
A lo largo de la novela, este rasgo de rebeldía y disidencia se pone de manifiesto por medio de la aguda ironía con la que Ferré retrata los excesos del capitalismo; lo compara con un ser monstruoso.
“Al aplicar los recursos de la ficción sobre un personaje como este en una situación de crisis como la actual tenía la intención de transformar en hilarantes y excesivos los vicios de un modelo de organización social y económica al que aún, por rutina, llamamos capitalismo. Un sistema que se está metamorfoseando en el presente, ante nuestros ojos estupefactos y en todas nuestras pantallas, en un monstruo omnímodo y omnívoro, más parecido a La Cosa de Carpenter o al Cthulhu de Lovecraft que a cualquier otro ente mitológico reconocible”.
LA CRISIS ESPAÑOLA, EL CENTRO DE TODO
El momento por el que está atravesando España, con una crisis que tiene sus raíces en lo económico pero que ya ha infectado casi todas las esferas de la vida cotidiana, es una coyuntura que Juan Francisco Ferré decidió no ignorar.
“El neoliberalismo es el alma desalmada de la máquina capitalista que, con la excusa de la crisis económica, se está apropiando de todo sin piedad: de las vidas, las posesiones y los sentimientos de la gente. España es un observatorio privilegiado de este proceso mundial, sin duda, como país europeo paradigmático de esta clamorosa claudicación de la política ante el peso de la economía, del desmantelamiento de la sociedad del bienestar y la implantación de un régimen depredador de lucha darwiniana por la supervivencia. Paradójicamente, el personaje principal de Karnaval experimenta una gradual pero radical transformación una vez que es obligado a renunciar a su cargo y con la amenaza de una larga condena de prisión bajo sus hombros.
Mi DK, tras abandonar el FMI, se transforma a conciencia en un líder rebelde y cada vez más revolucionario, y conecta a través de la imaginación con ese movimiento social de denuncia y protesta que se desató en España (y también en Estados Unidos y otros países europeos) al mismo tiempo que él caía en desgracia, y que fueron los indignados. DK logra canalizar todo ese potencial de insurgencia y sublevación sin moverse de su lujoso apartamento de Nueva York, lo que supone una nota de ironía sobre una época en la que resulta muy difícil declararse en contra del estado de cosas sin señalar la complicidad inevitable de todos y cada uno en el mismo”.
Pero, se le pregunta al también autor de Providence (Anagrama, 2009), ¿fue su intención justificar de alguna manera las acciones de Dominique Strauss-Kahn por medio de su personaje DK, el dios K? El escritor no duda en salir en defensa de su personaje:
“A pesar de lo que piensan algunos lectores de la novela, con una visión bastante simple de la realidad, mi personaje no es un villano infame ni un canalla irredento. Al contrario, su error, por llamarlo de algún modo, y la deriva existencial que emprende tras reparar en la magnitud y proyecciones de ese mismo error, lo conduce a una transformación moral profunda y a una toma de conciencia radical respecto de las iniquidades del mundo de lujo y privilegio en que, hasta ese momento, vivía instalado sin preocuparse demasiado”.
Poco antes del escándalo que lo expondría a la vergüenza pública, DK ya se hacía preguntas con respecto al papel que le tocaba jugar en la definición de los destinos de millones de personas.
“De todos modos, en la novela, mucho antes del incidente con la camarera, DK comienza a manifestar cierta inquietud respecto del futuro del euro y de los países más débiles de la zona euro. Es sólo después de su caída en desgracia cuando todo esto se vuelve fundamental en su vida y en su pensamiento, hasta alcanzar un devenir revolucionario que lo lleva a conectar con las corrientes de indignación coetáneas y a comunicarse con los grandes líderes del mundo, haciéndolos partícipes de su nueva visión de la realidad del siglo”.
Si en Karnaval el personaje principal, una vez caído, se dedica a escribir cartas a líderes políticos y religiosos con todos sus nombres y apellidos (Barack Obama, Nicolás Sarkozy, Joseph Ratzinger), él siempre firma como DK. Nunca tiene un nombre propio, ni mucho menos un apellido; se mantiene siempre en el terreno de la ficción. Juan Francisco Ferré explica esta decisión así:
“Es que DK, o el dios K, es y no es DSK. Los demás sí aparecen en la novela con sus nombres porque se representan a sí mismos. Solo DK y su mujer son distintos. Tras el incidente, su vida y su identidad han entrado en otro estado; (él) ha sufrido una mutación integral y emprendido un devenir paria y un devenir revolucionario que hacía necesario nombrarlo de otro modo”.
Su personaje, dice el escritor malagueño, no pretende ser fiel a la realidad sino superarla.
“Es una máscara literaria y como tal la he tratado, confiriéndole carisma y grandeza dramáticas a la manera de los personajes de Shakespeare (pienso en Macbeth y El rey Lear, pero también en Hamlet o Julio César) y no a la manera pedestre de un cronista político o un novelista de costumbres. El cambio de nombre, una máscara felliniana, es la primera pieza de esa reconfiguración carnavalesca del personaje”.
Fueron tres las características de Dominique Strauss-Kahn, el original, el hombre de carne y hueso, y de su historia, que atrajeron a Ferré: la lujuria, la inteligencia y el poder. “La lujuria desenfrenada, la inteligencia activa sobre la realidad y el poder como privilegio económico y posición social. He escrito una novela que sería, en cierto modo, el equivalente de Ciudadano Kane en el siglo XXI. Una novela sobre un mandatario global, una figura carismática de esta fase de la historia, caída en desgracia como consecuencia de un incidente vulgar en una habitación de hotel. La anécdota en sí misma no podría ser más novelesca”.
EL SEXO: ESA PERENNE OBSESIÓN
Dominique Strauss-Kahn lo perdió todo por una aventura sexual en una suite neoyorkina. DK, el personaje de la novela de Ferré, tiene una obsesión por el sexo que, paradójicamente, se traduce en la imposibilidad de tener una erección. “Las mujeres son la principal obsesión existencial de DK. Y después de lo que le ocurre con la camarera se vuelven un enigma aún más fascinante”, dice el autor.
Cuando aún es un hombre joven, un profesionista con un futuro prometedor, DK ve frustrada su pasión por Virginie, la hija de su amante Sophie, quien se burla descaradamente de él en un viaje que se suponía debía de ser idílico. “El episodio con Virginie en las Seychelles tiene que ver con esa fascinación y ese enigma que representan para él las mujeres en su diversidad aparente, en su belleza y atractivo, así como en su vitalidad desbordante. DK cree en la superioridad evolutiva de las mujeres y quizá por eso se siente poderosamente atraído por ellas. Como en todo seductor libertino, según nos indica la tradición, hay una mujer única que supone el fracaso, el límite de su poder de seducción y simboliza lo inalcanzable del deseo. Eso representa Virginie para él y por eso, tras el incidente, para recuperar su vitalidad perdida, su mujer le organiza un reencuentro imposible en Nueva York, ya no con la primera Virginie sino con su hija, una réplica desmejorada y vulgar de la madre”.
Más allá de sólo centrarse en la obsesión de su personaje por una mujer específica, Juan Francisco Ferré intenta ampliar la discusión a aquello que hace tan complejas las relaciones entre los hombres y las mujeres.
“También pretendo hacerme cargo de toda una herencia, buena y mala, de las relaciones seculares entre hombres y mujeres con objeto de abordar la idea del nuevo contrato sexual que está aún por reescribirse después del feminismo y en plena bancarrota del patriarcado. Estos temas se cuentan entre mis obsesiones más personales, como hombre que siente fascinación y admiración por el otro sexo y como escritor que quiere hablar de lo que le concierne en primera persona, por escandaloso que parezca a una mirada puritana”.
ESPAÑA Y SU NEGRO HORIZONTE
El ganador del Premio Herralde de Novela 2012 no se muestra optimista con respecto al futuro de su país, de Grecia y otras naciones de América Latina, cuyos gobernantes parecen estar decididos a obedecer incondicionalmente los mandatos de los organismos financieros internacionales, aun a costa del bienestar de los ciudadanos.
“Los signos son regresivos y terribles. Creo que el futuro promete ser, como se dice al final de la novela, un largo invierno donde las condiciones de vida se volverán muy duras para la mayoría de los que carecen de privilegios y habrá que encontrar refugios seguros para pasar al abrigo esta era difícil. También la literatura y el arte más creativos se enfrentarán a esta nueva glaciación socioeconómica que amenaza la vida y la inteligencia crítica. Si todo sigue así, sólo los androides, es decir, los individuos que se adapten a las nuevas condiciones dictadas por la economía tecno-capitalista, podrán habitar la tierra sin problemas”.
– Si el gran Atalli, el maestro de juventud de DK, le enseña que tampoco el socialismo es una opción viable para asegurar un mínimo aceptable en las condiciones de vida de la mayoría, ¿cuál sería, entonces, la propuesta del autor?
– No tengo soluciones, por desgracia, sólo soy un novelista que se pone a prueba a través de la ficción y pone a prueba todo lo que se puede decir y pensar en una época como la nuestra. Hago preguntas sobre cuestiones fundamentales del presente y especulo sobre las posibles respuestas, ya es mucho en los tiempos que corren. En general, sí creo que la izquierda, por seguir llamándola así, debería reinventarse a fondo y con ello crear un discurso adecuado a las nuevas realidades del siglo XXI. Mientras la izquierda esté dispuesta a sacrificar las ideas para obtener o mantenerse en el poder, no habrá una resistencia lo bastante contundente al sistema que gestione la realidad del mundo. Así de simple. La fuerza de la resistencia nace de la elaboración de un discurso crítico potente contra el sistema y de la renuncia simultánea a tener el poder. Mientras no sea así, las cosas seguirán el designio prescrito por la élite que controla los mecanismos del poder económico y tecnológico.
Entonces, se le pregunta al escritor, ¿es posible un mundo más justo, con una distribución de la riqueza más equitativa, o los indignados sólo están luchando por una utopía?
“La utopía es tanto una construcción del deseo y la imaginación como una fuerte crítica a la realidad existente. Por lo tanto, mientras exista el deseo de algo mejor en nosotros seremos capaces de sostener la crítica de lo que nos oprime y amenaza con aplastarnos. Zizek dice que el error de las revoluciones del siglo XX se debió a que se fundaban en malas interpretaciones del mundo. Quizá deberíamos preocuparnos por entender de verdad la realidad en que vivimos antes de pensar en transformarla”.
Si antes respondió que no le interesaba escribir un panfleto, ahora Ferré se reconcilia con la idea de una contribución a la toma de conciencia de lo que implica vivir en un mundo como este. “Con su exuberante combinación de ficción y fábula, Karnaval es una contribución artística a esta comprensión del mundo contemporáneo. Expresa los deseos más arraigados de cambio y muestra al mismo tiempo todos los impedimentos y los obstáculos que se les oponen a diario, comenzando por los valores comunes que mucha gente comparte y que forman parte de lo que no funciona en la realidad. Mezclando a Nietzsche y a Marx, la novela postula, a su manera excéntrica, una transvaloración moral que es la que ha de abrir la puerta a otras transformaciones”.