Bitácora de un debutante. Día 31…

30/05/2012 - 12:00 am

Tengo un primo que vive y trabaja en Kenia. No en Nairobi, la gran y cosmopolita capital, sino en la Kenia rural, casi alejada de lo que entendemos por civilización. A diario trata con campesinos y campesinas de la zona. Dice que en sus teles –los que tienen tele– miran “El Triunfo del Amor”; para quien no lo sepa es una telenovela de Televisa que tiene por protagonistas principales a William Levy y a Cuauhtémoc Blanco.

De ésta manera conocen una realidad de nuestro país: a un musculoso y bello y a un jorobado. Tan sesgada y limitada es la imagen que tienen de la nación mexicana, que le llegan a preguntar si en México “hay tierra y animales”. O sea, que por lo que ven en Televisa se imaginan que todo son grandes casas, edificios, urbanizaciones, coches deportivos y bodas melcochosas. No sé si decir que están manipuladas o que su mundo está tristemente confinado por la ignorancia y la circunstancia. Televisa no conforme con manipular a los nuestros, atraviesa el mundo en su afán de ofrecer entretenimiento engañoso.

Hasta hace poco trabajaba yo en un negocio de venta de pisos cerámicos y materiales de obra. Le pregunté a un chalán, quien como muchos otros millones de jóvenes no alcanzó a acabar ni siquiera la prepa, ¿por quién vas a votar? Me contestó: “Por Peña Nieto, ¿está mal?”. O sea que si yo le decía que estaba mal, que debía votar por otro, me hubiera hecho caso; lo podría haber manipulado. Cuando le pregunté el por qué, agregó: “Pues a ver si puede hacer algo más mejor el ruco ése”.

También tengo una amiga que tiene una prima que estudia una maestría, y cuando le preguntó mi amiga a su prima por quién iba a votar, ésta le dijo: “pues por quien vote mi papá”.

Sin hacer ningún juicio sobre los anteriores razonamientos para la decisión del voto, puedo decir que en México y el mundo, los jóvenes y los hombres son diversos. Además de éstos y de los que están en las calles y en Twitter, hay otros cientos de miles de jóvenes perdidos en un México rural que contrario a los mencionados kenianos, saben bien que hay “tierra y animales”, pero que jamás han visto un gran edificio.

Imaginen que el duopolio televisivo tuviera esta idea: cancelar todos los noticieros. Podrían obedecer esta lógica: falta un mes para las elecciones, el puntero es Peña Nieto, si suspendemos los noticieros estaríamos de golpe terminando con la manipulación de la que se nos acusa, y con el público incapaz de informarse entraríamos en un impasse informativo –que llamaría yo ceteris paribus– y entonces en un mes tendríamos igualmente por ganador a Peña Nieto; resueltos estos dos asuntos le damos gusto a los que claman el fin de la manipulación y a nosotros mismos que queremos a Peña Nieto.

Yo creo que la mejor manera para que la población mexicana se ponga hacer ejercicio y baje de peso es poner televisión cultural en los horarios de máxima audiencia y en los canales abiertos. Incapaces de encontrar la telenovela y el concurso de baile, apagarían la tele y se irían por ahí quizá a iniciarse en el pentatlón moderno. Me parece que el asunto pasa por la educación, más que por la televisión; la primera es un problema más profundo y complejo. Y cuando digo la educación me refiero particularmente a la educación que los políticos y empresarios de tele no tienen; aunque quizá varios títulos y diplomas.

Por cierto, los dispositivos móviles y smartphones que le dan vida a Twitter y a este movimiento están manchados de sangre africana, más precisamente congoleña. ¿Debemos dejarlos a un lado? ¿Debemos ser mexicanos activistas, o ciudadanos del mundo activistas?

 

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