Hasta hace poco, yo estudiaba Relaciones Internacionales, una carrera de la que se podría intuir un deseo de ver y conocer el mundo más allá no solo de nosotros mismos, sino más allá de nuestras fronteras, así como la posesión de cierto espíritu cosmopolita y liberal en los estudiantes. Sucedía que el profesor hablaba de África y los alumnos abrían Facebook para verse a sí mismos el profesor hablaba de Asia y los alumnos abrían Facebook para verse a sí mismos, hablaba de Medio Oriente y lo mismo. Por esa razón estaba –y sigo estando– convencido de la vanidad y el ensimismamiento de la o las élites de este país, entendiendo en este caso élites como casi todo aquél que tiene oportunidad de ser universitario; jóvenes y no tanto. Y cuando digo esto me incluyo; no tengo Facebook, pero denuncio: ¡No vemos más allá de nosotros mismos!
Así como no tengo ningún pudor en manifestar esta opinión, que es una visión particular sobre lo que a mí me ha tocado ver en mi entorno, con más razón señalo mi asombro ante la organización y participación en las recientes marchas, es verdad que las cifras de participación son bastante dispares, desde algunos miles en la capital hasta un par de cientos en otras ciudades de la República, pero no dejan de ser totalmente inesperadas, creo que hasta hace poco inimaginables, pero sobre todo cerebrales. En mi columna de ayer decía una lectora “Ojalá no sean llamarada de petate”. Yo digo que el que no lo sean, depende únicamente de nosotros mismos.
Asumo que el duopolio televisivo no va a cambiar su programación, estrategias comerciales o vínculos políticos, porque éstas como otras vetustas instituciones de nuestro país; son un negocio probado. Por eso creo que urge apertura y sobre todo competencia y pluralidad en los medios abiertos y gratuitos, más allá de que sea hayan abaratado y popularizado los servicios de paga. También pienso que Televisa era hace un mes tan manipuladora y generadora de contenidos inanes como es ahora, pero en ese entonces a nadie parecía importarle, ¿qué ha cambiado ahora? –me pregunto–. No podemos ser tan hipócritas para olvidar que en otros tiempos, todos cantaban “Y soy rebelde, porque no sigo a los demás”, ¿será esa tonada el himno de esta nueva revolución? ¿Habrá sido esa melodía la canción de cuna de los cuervos que le sacarán los ojos a Televisa?
Además de las protestas visibles, los tweets y las pancartas siento que todo este asunto de la Ibero y las marchas han servido para reactivar la discusión y poner en boga el tema de las campañas. Hace un mes me juntaba con un grupo de amigos en un bar y la discusión más enconada era sobre si pedir una botella u otra, o irnos o no a otro lugar. Ahora se empieza a hablar bastante más de política y de campañas. Decía un tío que dedicó muchos años a trabajar en el asunto de la ecología “Greenpeace no hace ninguna diferencia, pero sirve para señalar los temas y ponerlos en la mesa”. Creo que eso es lo que ha pasado a partir del “affaire Ibero”.
Otra cosa que me llama la atención de estos últimos días es la pública y cacareada adherencia y apoyo de Manuel Espino a Enrique Peña Nieto. Él y otros 300 ínclitos panistas están contemplando unirse a la propuesta priísta. Yo tenía un vecino que fue precandidato de un partido X para la Presidencia Municipal, perdió en las internas y antes de que fueran las elecciones municipales se pasó al partido de oposición, llamémoslo Y. Cuando digo se pasó, quiero decir que incluso hizo spots promocionando al partido Y. Pasadas las elecciones, se adhirió a otro partido distinto que llamaré Z. Un par de años después se vinculó e hizo campaña con un candidato independiente. Por eso me viene a la mente aquél proverbio que dice “Es de sabios cambiar de opinión” cuando Manuel Espino dice en su twitter: “Panistas: congruencia es reconocer que el PAN se extravió y que existen mejores candidatos fuera de sus filas. No se cieguen. VOTO ÚTIL: EPN”.
¡Nuestros políticos son sabios y nosotros, en nuestra necedad, no podemos verlo!