Leyendas típicas de Veracruz, historias que resaltan el folclor de su pueblo

24/11/2019 - 12:05 am

Las calles y muros de Veracruz guardan grandes historias que trascienden de generación en generación y que conforman la cultura de esta entidad.

Ciudad de México, 24 de noviembre (SinEmbargo).– Veracruz es una de las entidades de nuestro país que resalta no solo por su riqueza natural, sino también por su enorme y variada cultura. Su gente, sus creencias, las costumbres y sus calles guardan algunas páginas de la historia de México, la cual ha visto nacer numerosas leyendas que sin duda alguna son una parte importante del folclor de su pueblo. Aquí te compartimos algunas.

LA MULATA DE CÓRDOBA

La mulata de Córdoba es una de las leyendas más reconocidas a lo largo del territorio nacional. Foto: veracruz.mx

Cuenta la leyenda que hace muchos años, en la época de la Inquisición vivía en la ciudad de Córdoba una hermosa mujer mulata, quien era huérfana, por lo que la llamaron Soledad.

En aquellos años, la mezcla de razas era estigmatizada y rechazada por la sociedad, motivo por el cual la mulata fue señalada y rodeada de ataques e injusticias. Sin embargo, su gran belleza resaltaba y era envidiada por toda las mujeres del pueblo, fue así que comenzaron los rumores de que Soledad practicaba brujería.

Se decía por las calles que durante la noche, una luz intensa salía por las ventanas de la casa en la que vivía, mientras se escuchaba una música extraña y misteriosa.

Ante la oleada de rumores, las autoridades del Santo Oficio y los vecinos empezaron a espiarla para comprobar que la mulata practicaba magia negra, pero quedaban desilusionados cuando observaban que Soledad no hacía más que ir a misa, con lo que se calmaban las sospechas en su contra.

Tiempo después, quien era el Alcalde de Córdoba, cautivado por la belleza de la mulata le confesó su amor y prometió una gran fortuna a cambio de que fuera su esposa. Ella respondió “no” y el hombre despechado acusó a la Mulata de haberle dado una pócima para hacerle perder la razón y la denunció ante el Santo Oficio para que la condenaran a la hoguera.

Una noche, tras las acusaciones, el Alcalde a lado de sus asistentes, policías y autoridades, rodearon la choza de Soledad y en nombre de la Santa Inquisición derribaron su puerta para capturarla, aunque se resistió a la detención fue rodeada y llevada hasta las mazmorras del castillo de San Juan de Ulúa, donde fue encerrada en espera de su castigo.

La mujer fue declarada culpable de practicar magia negra y la sentenciaron a ser quemada con leña verde en presencia de los ciudadanos. Por ello, la noche antes de morir, Soledad cambió un rezo para mostrar su arrepentimiento por un dibujo en la pared del calabozo de un magnífico barco, una auténtica obra de arte.

Cuando el guardia la fue a buscar quedó cautivado con los trazos. Tenía perfectamente delineados todos los aparejos de un bajel dispuesto para una gran travesía en alta mar. Ante la sorpresa del guardia, Soledad le preguntó con una amplia sonrisa “¿Qué es lo que le falta a esta embarcación?” el guardia contestó que andar, “¡Pues mira como anda!” respondió la Mulata, subiendo ágil por las escalerillas del barco.

Felizmente se giró para despedirse de su captor con un suave gesto de la mano indicando su adiós, mientras la embarcación desaparecía ante los desorbitados ojos del hombre.

LA SIRENA DE TAMIAHUA, LA NINFA DE LA HUASTECA

Por años, las sirenas han sido seres míticos que normalmente suelen engañar a marinos para obtener algo a cambio. (Imagen ilustrativa) Foto: veracruz.mx

Hace muchos años, en Rancho Nuevo, un pueblo que existió entre Tampache y la hacienda de San Sebastián, dentro del municipio de Tamiahua, vivían una viuda llamada Damacia, acompañada de su hermosa hija Irene, una joven de tez morena, ojos aceitunados y larga cabellera negra.

En una ocasión, durante un jueves santo, Irene había ido a traer leña por el rumbo de paso de piedras, un acto prohibido en esos días. Al retorno a su casa, la joven llegó sucia por el trabajo realizado, por lo que le dijo a su madre que tomaría un baño, su madre le contestó “no hija te condenarás, en estos días no debemos agarrar agua, mucho menos bañarnos”, pero Irene tomó un jabón y se fue rumbo al pozo a lavarse la cara. Minutos más tarde, su madre escuchó unos gritos de angustia. Era Irene quien gritaba pidiendo ayuda, de pronto sus gritos se convirtieron en lamentos.

Cuenta la leyenda que en medio del pozo se levantó una gigantesca ola y ella se convirtió en otro ser. Su boca se hizo de pez, sus ojos más grandes, su negra cabellera y su piel se tiñeron de rojo y sus piernas desaparecieron, formándose debajo de la cintura una cola de pez, babosa y con escamas.

La inmensa ola arrastró su cuerpo por el río rumbo al mar. Inmediatamente, los lugareños la siguieron en pequeñas lanchas hasta la laguna y cuando estaban a punto de alcanzarla se apareció un extraño barco de madera viejo, destrozado y feo. De pronto ella saltó hacia él, con una sonrisa burlona y cantos macabros que decían “peten ak, peten ak”, que significa giren, giren o circulen, en huasteco.

A partir de ese momento, Damacia, la mujer que se quedó viuda y sin su hija, y cada jueves santo se dirigía a la playa con la ilusión de volver a ver a su hija Irene.

Los pescadores cuentan que cuando oyen sus fúnebres cantos se alejan del lugar porque aquel que la vea sufre desgracias. La sirena se convierte en una rubia y hermosa mujer de dulce voz pero cuando los pescadores se acercan a contemplarla, un espectro voltea sus lanchas y se embravecen las olas del mar.

EL CALLEJÓN DEL DIAMANTE

Esta historia se desarrolla en los tiempos de la colonia, en una de las viejas casonas del lugar. Ahí, vivía una joven criolla de hermosura desconcertante, casada con un español rico y distinguido. Se asegura que el joven quería mucho a su esposa y de novios le obsequió una sortija con un diamante negro que era “mágico”, pues tenía el don de intensificar el amor del marido y de descubrir la infidelidad de una mujer.

La leyenda cuenta que el esposo tuvo un socio al que quiso como a un hermano, por lo que muy a menudo lo invitaba a su casa. Sin embargo, como resultado de las convivencias, la bella esposa y el socio del español comenzaron a sentir atracción entre ellos, por lo que cierto día ella aprovechó para ir a casa del amante, se quitó el anillo y lo colocó en el buró, muy cerca de la cama.

Al regresar, el esposo sintió una fuerza extraña que lo llevó a visitar su amigo, a quién encontró en su habitación durmiendo una siesta. Confiado entró a la habitación y lo primero que vio fue el diamante negro de su esposa en el buró. Lo tomó, salió rápidamente de ahí y se dirigió despechado a su hogar.

Momentos después, confirmó sus sospechas y enloquecido desenvainó su puñal y lo clavó en el pecho de la esposa, después arrojó sobre el cadáver el anillo de diamante negro y desapareció para siempre.

La gente que habitaba por ahí, en aquel entonces exclamaba “Vamos al Callejón del Diamante”, con la intención de observar el cadáver.

LA CASA DE LA CONDESA DE MALIBRÁN

La Condesa de Malibran es una de las leyendas de Veracruz. Foto: Captura de pantalla de YouTube Nova Pictures

En el Veracruz amurallado, las personas rumoraban de las cosas extrañas que pasaban en una casa de una mujer extranjera de inigualable belleza. Esta mujer era esposa de un conde de la corona española de apellido Malibrán y que viajaba continuamente. Sus vecinos decían que ella acostumbraba visitar muy seguido los arrabales para ver a una anciana que practicaba la brujería, pues no podía tener hijos.

Muy a menudo la bella mujer organizaba grandes y escandalosas fiestas durante la ausencia de su esposo, las cuales se prolongaban hasta el amanecer, momento justo en que la dueña de la casa se quedaba sola en la mansión con alguno de sus visitantes, los cuales solían ser marineros apuestos y jóvenes. La leyenda refiere que la gran mayoría de esos amantes de una noche no volvían a sus navíos al día siguiente y nadie volvía a saber de ellos.

Un día, el marido de la condesa llegó sin avisar y encontró a su mujer en su habitación con uno de sus invitados. Enfurecido, se abalanzó sobre los infieles, asesinandolos con su espada.

Uno de sus esclavos, que ayudaría a desahacerse de los cuerpos, lo llevó a un foso que se situaba al fondo de su propiedad, el cual estaba lleno de lagartos.

A ese foso eran llevados los cuerpos de los amantes de una noche, que la mujer asesinaba al amanecer para no dejar huella de su infidelidad, pero antes los cuerpos eran desangrados y la sangre se usaba para que la condesa se bañara con ella, pues la vieja bruja a la que visitaba le había dado esa receta para la fertilidad.

El marido perdió la cordura casi al instante y durante mucho tiempo se le vio caminando fuera de la casa gritando “¡Que muera la condesa de Malibrán!”.

Se dice que quienes viven cerca de la casa escuchan lamentos y quejidos, además de ruidos de arañazos en ventanas y puertas que vienen  del interior de la propiedad, en ocasiones se puede ver la silueta de una mujer.

en Sinembargo al Aire

Opinión

Opinión en video

más leídas

más leídas