“El equipo no soportó la decepción de perder las semifinales contra Bulgaria”, rememora Héctor Pulido, uno de los hombres fuertes del equipo. “A pesar de eso sabíamos que la oportunidad estaba ante Japón que sólo dependía de un hombre(…)”.
Por Diego Pineda
México, 24 de octubre (EFE).- Al llegar al Estadio Azteca algunos jugadores de la selección de fútbol de México que participaba en los Juegos Olímpicos de 1968 pusieron mala cara. Se indignaron cuando los dirigentes les comunicaron que no les darían las monedas de plata que les habían prometido como premio.
Varios fruncieron el ceño y salieron con los hombros en los pies a jugar por la medalla de bronce ante Japón. El público y la sociedad mexicana daban por descontado que al menos el tercer lugar en el podio sería para México. Craso error. Hace 50 años, el fútbol mexicano recibió una de sus peores lecciones al perder en el Estadio Azteca ante la escuadra asiática 2-0.
“El equipo no soportó la decepción de perder las semifinales contra Bulgaria”, rememora Héctor Pulido, uno de los hombres fuertes del equipo. “A pesar de eso sabíamos que la oportunidad estaba ante Japón que sólo dependía de un hombre, Kamamoto, su goleador. Eran rápidos, pero no técnicos y válgame Dios, nos ganaron”, recuerda.
Kinisighe Kamamoto llegó a los Olímpicos con 24 años. Jugaba en un equipo que en tierras aztecas sonaba a trabalenguas: Yanmar Diesel. Se retiraría en 1984 pero antes dejó muchas heridas en varias selecciones. En ese torneo le anotó tres a Nigeria, dos a Francia y dos a México, los mismos que siguen palpitando en la memoria del portero Jorge “Gato” Vargas.
“Dijimos que íbamos a perder a propósito porque los dirigentes querían la medalla de oro y al ver que no la conseguimos sus promesas se acabaron. La gente debe acordarse de las jugadas que falló Sánchez Galindo o del penal de Vicente Pereda. Estábamos molestos y se lo comunicamos al técnico Ignacio Trelles que nos contestó estar de acuerdo en lo que decidiéramos”.
El Estadio Azteca, que apenas tenía dos años de haberse inaugurado, se puso de gala y en sus entrañas se abarrotaron 105 mil aficionados deseosos de ver a sus jugadores colgarse la medalla de bronce hace hoy 50 años.
Pronto se rompió el encanto. Al minuto 20 y al 40 Kinisighe Kamamoto hizo un par de anotaciones que el atacante Ignacio Basaguren tiene nítidas en la memoria. “¿El Gato Vargas dijo que nos dejamos ganar? Que tenga vergüenza. Kamamoto disparó afuera del área un tiro tan sencillo para cualquier guardameta menos para él, que de todos era el que menos nivel tenía”.
Basaguren sabía que el ánimo no era el mejor y que desde la víspera se sospechaba que se tenía que hacer algo para cambiar las cosas, “en el tren de regreso de Puebla, en donde perdimos ante Bulgaria las semifinales, a Ciudad de México, Fernando Bustos y Jorge Arévalo tuvieron que ser bajados a mitad de camino porque se alcoholizaron de la decepción y se metieron a los camerinos de unas señoritas. La verdad es que todos teníamos una cruda moral”.
El equipo mexicano había concentrado en Toluca preparándose para el fútbol olímpico, “tres meses sin ver a las familias, ¿alguien puede pensar a estas alturas que nos dejamos ganar?”, recalca Basaguren.
Al finalizar el partido una herida profunda quedó en la historia del fútbol mexicano. Los japoneses, con Kamamoto como goleador del torneo con siete tantos, regresaron a su país con la medalla de bronce al pecho. En México, una recriminación de cojines aventados a la cancha desde la tribuna fue la imagen final culpando al técnico Nacho Trelles de la derrota.
“La verdad fue culpa de nosotros, no de Trelles; esas oportunidades nunca regresan. Nosotros echamos a perder hace 50 años lo que hubiera sido un gran día para el fútbol mexicano”, lamenta Héctor Pulido.