Recién elegida como la candidata de Chile para los Premios Goya, el filme se presenta dentro de la sección Perlas del Festival de San Sebastián y llega a la ciudad española tras recibir una calurosa recepción en el de Sundance (EU).
Por Alicia García de Francisco
San Sebastián (España), 24 de septiembre (EFE).– Maite Alberdi es experta en envolver de dulzura temas muy duros y eso es lo que hizo con El agente Topo, un documental que ha encantado en el festival español de San Sebastián por su mezcla de ternura y de drama, por cómo usa la delicadeza para analizar la soledad de los ancianos.
Recién elegida como la candidata de Chile para los Premios Goya, el filme se presenta dentro de la sección Perlas del Festival de San Sebastián y llega a la ciudad española tras recibir una calurosa recepción en el de Sundance (EU).
Pese a ello, Alberdi se reconoce nerviosa y expectante por ver la reacción del público de San Sebastián en el pase de este jueves al que asistirá. Desde Sundance solo se ha exhibido online. “Así no ves la emoción”, señala a EFE la directora, que está deseando volver a las salas, donde aprende mucho de la reacción del público.
Por eso está “feliz” de tener esta oportunidad, especialmente porque hace una semana ni siquiera pensaba viajar a San Sebastián. Pero al haber sido elegida la película para los Goya, decidieron asumir el riesgo que suponía salir de Chile tras cinco meses y medio de cuarentena. “Pensé que no la iba a volver a ver con público”, dice emocionada.
De momento, a la prensa le encantó una película que comenzó como un proyecto totalmente diferente.
Alberdi, centrada en documentales de corte social como La Once (2014) o Los niños (2016), quería hacer algo de cine negro y empezó a investigar este campo.
Estuvo tres meses acompañando a un detective y, para su sorpresa, vio que muchos de sus casos eran en residencias de ancianos, donde comprobaba la situación de los mayores por encargo de sus familias. “Y llegué a mi lugar habitual”, dice Alberdi sonriendo.
El agente le presentó a un ayudante que tenía y que, a sus 83 años, hacía habitualmente el papel de infiltrado en las residencias. Era Sergio.
Maite Alberdi se enamoró inmediatamente de Sergio y del personaje que podría ser, de cómo se comprometía con las personas de la residencia. Y fue así como decidió cambiar el foco de la película y centrarse en la vida de los ancianos en este centro.
Decidió usar un punto de partida gracioso y absurdo, el de “este señor mayor que no sabe ni usar objetos de inteligencia” para llevar a cabo su misión de observación. Y acompañó a Sergio en “su viaje emocional”.
Lo hizo sin avisar a la residencia ni a los ancianos que lo que estaba haciendo era seguir a un infiltrado en busca de fallos o problemas. Creían que Sergio era un nuevo interno y que formaba parte de un documental general sobre sus vidas.
“El guión fue cambiando durante el rodaje”, recuerda Alberdi, que reconoce que le costó renunciar a su idea original detectivesca. Pero llegó a la mesa de edición y cambió completamente el concepto de la historia.
Se dio cuenta de que “la emoción de la película estaba en otro lugar”. “La película es en sí misma una investigación” que dio como resultado algo diferente a lo que buscaba inicialmente.
Sergio se convirtió así en la excusa para mostrar la realidad de los ancianos en la residencia, la soledad en la que viven y que viene de sus propias familias.
El anciano metido a detective comienza a relacionarse con las personas de la residencia, entabla amistades y forma parte de sus vidas. Y la llegada de un nuevo compañero es un aliciente para quienes no reciben ni una visita de sus familiares.
Durante cuatro meses de 2017 el equipo rodó el día a día de la residencia y les sirvió para darse cuenta de un problema que ha logrado una gran visibilidad durante la pandemia.
Aunque en el caso de la residencia en la que rodaron, el trato a los ancianos era excelente. Por eso Alberdi se sentía mal, por no decirles toda la verdad del proyecto.
Y por eso fue a ellos a quienes primero les mostró la película para explicarles todos los detalles. “No entendían nada, pero les fascinó ver que su vida estaba ahí”, señala la realizadora, que reconoce los prejuicios con los que llegó y que abandonó tras el rodaje.
“Ha sido el proyecto que más me ha costado porque hasta el último día no supe que tenía una película”, resalta Alberdi.