Luego de apenas dos días de intervenciones, estaba claro que la urgencia de encontrar una vacuna estaría en boca de los cerca de 200 líderes mundiales que participan. Y considerando los complicados retos que se avecinan, esto no es ninguna sorpresa.
Por Cara Anna
JOHANNESBURGO, 24 de septiembre (AP).- Si Naciones Unidas nació de las cenizas de la Segunda Guerra Mundial, ¿qué saldrá de la crisis global de la COVID-19?
Muchos líderes mundiales que participan en la Asamblea General virtual esta semana esperan que sea una vacuna accesible y asequible para todos los países, ricos y pobres. Pero con Estados Unidos, China y Rusia optando por no participar en un esfuerzo conjunto para desarrollarla y distribuirla, y con algunas naciones ricas cerrando acuerdos con farmacéuticas para asegurarse millones de posibles dosis, las peticiones de Naciones Unidas son abundantes pero probablemente en vano.
“¿Se dejará morir a la gente?”, preguntó el Presidente de Honduras, Juan Orlando Hernández, quien superó el coronavirus, con respecto a la incertidumbre acerca del futuro.
Más de 150 países se han unido a COVAX, un programa en el que los países más ricos acceden a comprar posibles vacunas y a ayudar a financiar el acceso de los más pobres al fármaco. Pero la ausencia de Washington, Beijing y Moscú supone que la respuesta a una crisis sanitaria nunca vista en los 75 años de historia de la ONU está lejos de ser realmente global. En su lugar, las tres potencias han hecho vagas promesas para compartir cualquier vacuna que desarrollen, probablemente después de atender a sus ciudadanos primero.
Esta asamblea de la ONU podría servir de llamada de atención, dijo Gayle Smith, presidenta de ONE Campaign, una ONG que lucha contra enfermedades evitables y desarrolla un sistema para valorar cómo contribuyen las naciones más poderosas a la equidad en las vacunas.
“No es suficiente que sólo algunos países del G20 se den cuenta de que la igualdad en las vacunas es la clave para acabar con este virus y reactivar la economía global", afirmó.
A falta de varias semanas para que termine el plazo para unirse a COVAX — que está codirigido por la agencia sanitaria de la ONU, la Organización Mundial de la Salud (OMS) — muchos jefes de Estado están utilizando la cumbre como un foro de alto perfil de cortejar, convencer e incluso avergonzar a algunos.
El Presidente de Ghana, Nana Akufo-Addo, destacó la naturaleza ilusoria de las fronteras y la riqueza: “El virus nos ha enseñado que todos estamos en peligro y que no existe una protección especial para los ricos ni para una clase en particular".
El de Palau, una nación insular del Pacífico libre de COVID-19, Tommy Remengesau Jr., advirtió contra el egoísmo señalando que “acaparar vacunas nos hará daño a todos”.
Y el de Ruanda, Paul Kagame, apeló al deseo universal de regresar a la normalidad: “Garantizar un acceso equitativo a las vacunas, terapias y diagnósticos acelerará el final de la pandemia para todo el mundo".
Luego de apenas dos días de intervenciones, estaba claro que la urgencia de encontrar una vacuna estaría en boca de los cerca de 200 líderes mundiales que participan. Y considerando los complicados retos que se avecinan, esto no es ninguna sorpresa.
“Nunca nos hemos enfrentado a una situación donde los 7 mil 800 millones de personas en el mundo necesitasen una vacuna casi al mismo tiempo", dijo John Nkengasong, director de los Centros Africanos para el Control y Prevención de Enfermedades, este mes.
Esto ha generado también preguntas difíciles: ¿Quién recibirá antes las vacunas?¿Quién está forjando acuerdos privados para conseguirlas? Los discursos de esta semana dejan claro que estas cuestiones tienen un significado existencial.
La búsqueda de una vacuna no debe ser un “acto puramente mercantil”, apuntó Irak. Ni “un asunto de competencia”, señaló Turquía.
“Debemos alejar la política de la vacuna", dijo Kazajistán. “Necesitamos una verdadera globalización de la compasión", manifestó Eslovaquia.
República Dominicana empleó las mayúsculas en su comunicado: “DEMANDAMOS que esta vacuna esté disponible para todos los seres humanos del planeta”. Con un tono más suave, Mozambique advirtió que el “nacionalismo y el aislacionismo frente a una pandemia son, en lo que a nosotros respecta, una receta para el fracaso”.
Dejando a un lado su reputación en sus países o en el panorama internacional, los líderes están hallando puntos de encuentro mientras el mundo se acerca al millón de muertes confirmadas por la pandemia.
“La vacuna de la COVID-19 debe considerarse un bien público mundial. Seamos claros en esto", afirmó el Presidente de Filipinas, Rodrigo Duterte.
El secretario general de la ONU, António Guterres, abrió la Asamblea General declarando en una entrevista con los medios de la institución que “Pensar que podemos proteger a la gente rica y dejar que los pobres sufran es un error estúpido”.
No está claro si estas declaraciones, que no se realizan en el ambiente diplomático de la sede de Naciones Unidas sino en videos grabados en las distintas capitales, marcarán la diferencia. Expertos en salud, activistas y otros que observan ansiosos la situación mostraron desconfianza.
“Es importante que sigamos pronunciando estos discursos, pero en última instancia, los discursos no tendrán efecto si no se ponen en marcha medidas reales para garantizar que los países pobres, y dentro de ellos los más pobres entre los pobres, tengan acceso" a la vacuna, manifestó Tendai Mafuma, del grupo de justicia social sudafricano Section 27, que forma parte de una coalición que busca que los fármacos sean más baratos y accesibles.
Sudáfrica, como muchos otros países africanos, conoce las letales consecuencias de tener que esperar. Según los expertos, 12 millones de africanos fallecieron durante la década que tardaron en llegar al continente los medicamentos asequibles contra el VIH.
Shabir Madhi, un sudafricano que lidera un ensayo clínico en el país para la vacuna que la Universidad de Oxford está desarrollando con la farmacéutica AstraZeneca, fue un poco más optimista. Que la mayoría de los países ricos se hayan sumado a COVAX “es prometedor", dijo.
Pero el impacto que tendrán los apasionados discursos de esta semana en la Asamblea de la ONU sigue siendo “dificil de predecir”, añadió.