El futbol per se, es una paradoja, ya que es de los temas menos prestigiosos que existen, y al mismo tiempo, de los lenguajes más hablados en todos, o casi todos los rincones de la Tierra. Quizá ese es su encanto de este deporte. Villoro y Caparrós lo saben bien y, a través de sus correspondencias, analizan como aficionados e intelectuales las aristas que a lo largo de 150 años han logrado colocar al futbol por sobre el resto de los deportes.
Ciudad de México, 24 de agosto (SinEmbargo).- Cuando un partido de futbol adquiere un ritmo vertiginoso en el que ambos contrincantes atacan constantemente sin cesar, se dice que el juego está de ida y vuelta… Justo como el recopilado de cartas que el escritor mexicano Juan Villoro y su similar argentino Martín Caparrós se escribieron durante el Mundial de Sudáfrica 2010.
Ida y Vuelta es el resultado de todas aquellas misivas que ambos autores, a sabiendas de su gran pasión por el deporte más popular del planeta, se enviaron vía electrónica durante los 3o días que duró la justa futbolera.
Todos los elementos que se confabulan en un partido de futbol son el lenguaje perfecto para relatar anécdotas de Villoro y Caparrós, de México y Argentina, de los “aztecas” y los “pamperos”, antes y durante la Copa del Mundo en cuestión. Pases cortos, taconcitos, paredes, rabonas, inglesitas, pases filtrados, dan ese sabor a este libro que no es exclusivo de aquellos amantes del deporte “de las patadas”, sino de aquellos que gustan de la literatura exquisita, pues lejos de este deporte, ambos escritores presumen una narrativa ínclita.
El futbol per se, es una paradoja, ya que es de los temas menos prestigiosos que existen, y al mismo tiempo, de los lenguajes más hablados en todos, o casi todos los rincones de la Tierra. Quizá ese es su encanto. Es bien sabido que Jorge Luis Borges, uno de los intelectuales latinoamericanos más influyentes del siglo XX, menospreciaba este deporte al grado de aseguran que “el futbol es popular porque la estupidez es popular” en un encuentro con César Luis Menotti, flamante entrenador argentino, campeón con “la albiceleste” en 1978, y que también se caracteriza por ser un tipo letrado.
Pero Villoro y Caparrós, a través de sus correspondencias, analizan como aficionados e intelectuales las aristas que a lo largo de cien años han logrado colocar al futbol por sobre el resto de los deportes. Quizá sea justamente la simplicidad de este “jueguito” la que lo hace especial. Sus reglas son sencillas de entender hasta para los que no entienden de futbol, 11 contra 11, tres cambios, el balón puede ser tocado con cualquier parte del cuerpo, excepto con los brazos y manos; si el balón sale, el contrario lo pone en juego nuevamente.
En el balompié no se requiere una complexión tan marcada en los futbolistas como la exigida en otros deportes de conjunto (por ejemplo, en el basquetbol, un jugador con 1.60 m de estatura tendría una participación destinada al fracaso, y qué decir de un escuálido que intentara siquiera participar en el draft de la NFL).
Caparrós y Villoro concuerdan con que ese es el secreto que hace a este deporte el preferido de las multitudes, el que consigue arrebatos, maldiciones y alegrías. Para jugar Baloncesto se requiere de un aro y una bola que bote, para jugar volibol se precisa de una red, para jugar hockey es necesario contar con un bastón, pero en el futbol no se requiere de otra cosa que no sean al menos dos jugadores y aquello que haga las veces de una bola que torpemente ruede.
Ida y vuelta dejó como saldo una buena amistad entre Villoro y Caparrós, que se fortaleció con la admiración hacia Lionel Messi, primero, porque el mexicano, después de ser necaxista es hincha culé, y el segundo por su obvio origen argentino, que no demeritó cuando el mexicano se refería a Diego Armando Maradona como el “gordito”, cosa que al “pibe” le caía como un jalón por la espalda enfilándose a la portería rival.