El salario mínimo ha perdido en 36 años el 72 por ciento de su poder adquisitivo, por lo tanto, los mexicanos se ven obligados a aumentar las horas en sus jornadas laborales para poder comprar algunos de los productos de la canasta básica, ya que sus percepciones no alcanzan para comprarlos todos. Analistas consultados afirman que en este momento, el mexicano atraviesa por una etapa de frustración, cansancio y hambre.
Ciudad de México, 24 de junio (SinEmbargo).– El entorno de violencia, inseguridad y pobreza que se vive en el país, el aumento en las jornadas de trabajo y la mala alimentación mantiene a los mexicanos en constante “mal humor” social, coinciden especialistas de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) y de la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM).
El estudio “México: más miseria y precarización del trabajo”, realizado por el Centro de Análisis Multidisciplinario (CAM) de la UNAM, reveló hace unas semanas que de 1982 a 2016 los mexicanos han reducido la compra de productos de la canasta básica y han aumentado las jornadas de trabajo debido a la pérdida acumulada del poder adquisitivo del salario mínimo.
De acuerdo con el estudio, durante el primer trimestre de 1982 los mexicanos podían comprar con un salario mínimo 280 piezas de pan, 51 kilos de tortilla, 16 litros 670 mililitros de leche, 12 kilos de frijol, ocho kilos 500 gramos de huevo, siete litros de aceite
En contraste, para el 25 de abril de 2016 con un salario mínimo sólo se podía comprar 44 piezas de pan, seis kilos 520 gramos de tortilla, cuatro litros 550 mililitros de leche, tres kilos con 90 gramos de frijol, dos kilos 680 gramos de huevo, dos litros 920 mililitros de aceite.
Es decir, en 36 años los mexicanos han dejado de comprar 236 piezas de pan, 44 kilos 480 gramos de tortillas, cuatro litros 120 mililitros de leche, ocho kilos 910 gramos de frijol, cinco kilos 820 gramos de huevo y cuatro litros 80 mililitros de aceite.
Debido al aumento de los precios de la canasta básica la gente tiene que trabajar más para comprar los mismos artículos, de la misma calidad, pero ahora “ya no alcanza el dinero para comprar más”, dijo a SinEmbargo el profesor de la UNAM e investigador del CAM, Luis Lozano.
Al cuestionarlo sobre la influencia que tiene la pobreza alimentaria en el ánimo de los mexicanos el investigador dijo que “la gente está de mal humor, no se siente a gusto, pero más bien, se siente molesto al principio y después con hambre”.
El investigador refirió que como el dinero ya no alcanza para comprar lo necesario para subsistir o al menos alimentarse bien, los integrantes de un familia se ven obligados a conseguir más de un trabajo o migrar, “si una familia no completa el gasto se preocupa más”, dijo.
“El mal humor social es el producto de la situación que estamos viviendo no sólo a nivel económico, no alcanza el dinero, hay quienes tienen mucho y otros que no tenemos nada. Y no vemos la salida, pasa el tiempo y no vemos una luz al final del túnel. No hay esperanza para los hijos de uno, no hay estabilidad laboral, los ingresos son bajos, todo eso es por mucha inseguridad y delincuencia. Cualquiera que tiene un sano juicio, razonamiento, se espera que por lo menos esté de ‘mal humor’. Uno no quiere ser pesimista el hecho de que se estudie no es garantía de que se va a encontrar un buen trabajo, con buen salario y un trabajo que nos guste. Dijéramos que hay esperanza pero no, no se ve un mundo diferente, un mundo mejor que este entonces la gente sí se siente como dice Peña Nieto, pero es por esta mala situación”.
Esta situación no es ajena a la administración del Presidente Enrique Peña Nieto ya que desde 2014 el Gobierno federal reportó en su Programa Sectorial de Trabajo y Previsión Social que en las últimas tres décadas, el poder adquisitivo del salario mínimo tuvo una pérdida de 72.8 por ciento.
Las alteraciones en la estructura de la canasta básica no es nueva, desde los años ochenta se observó que cada vez que el ingreso de los mexicanos se reducía, se modificaba su canasta de productos, dijo Roberto Gutiérrez Rodríguez, coordinador de la Maestría y Doctorado de Economía Social en la UAM Unidad Iztapalapa.
Por lo tanto, los mexicanos pasaron a consumir aquellos productos que habían bajado su precio con el fin de mantener más o menos la ingesta de calorías y proteínas en un cierto nivel.
“Observábamos que dejaban de comer carne roja y le daban preferencia a la carne de pollo que es más barata, disminuían el consumo de mantequilla y compraban más margarina. Lo que ha sucedido últimamente es que el promedio de ingresos de los mexicanos ha disminuido”, dijo.
“El promedio de ingresos de una familia es en promedio 2.9 salarios mínimos, según el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi), en pesos serían 200 pesos por persona si vive solo o por familia y si los dos padres trabajaran serían de todos modos 400 pesos por familia […] entonces la UNAM tiene razón en sentido de que eso no alcanza para comprar la canasta de productos básicos señalados por el Banco de México (Banxico)”, dijo.
Sin embargo, dijo “no sé si yo estaría de acuerdo en que el patrón de consumo de los mexicanos se ha modificado en función de la reducción de ingresos”.
Explicó que “el esquema de una canasta de productos básicos nos dice que la gente consume una determinada cantidad de carne, pero no nos dice qué tipo de carne, o qué calidad de carne y para ajustarse para un nivel de ingreso que está constante ya que el salario mínimo está subiendo al 1.4 por ciento y la inflación de estos productos es superior, lo único que pueden hacer es pasarse a productos de menor precio”.
Roberto Gutiérrez también dijo que se ha caído en un circulo vicioso por parte de los consumidores y de los inversionistas debido a que el sentimiento del consumidor y sobre la visión que tiene a futuro son pesimistas, las perspectivas son desfavorables ya que no pueden endeudarse a futuro, no se están haciendo planes de adquisiciones como se hacia todavía hasta 2008, antes de la crisis, y en general esto se combina con que las empresas también tienen una visión del futuro pesimista y no están invirtiendo.
“Hay mucho pesimismo con relación a los consumidores respecto a su poder adquisitivo y no podría yo decir con seguridad que esto se va a traducir en una acción política, pero tengo la impresión de que muchos de los problemas que vemos en las calles de la Ciudad de México y en varias ciudades importantes del país tiene que ver con ese malestar”.