De acuerdo con el estudio, los pacientes con baja saturación de oxígeno en sangre y taquipnea tenían un riesgo de mortalidad entre 1.8 y 4.0 veces mayor en comparación con los ingresados con niveles normales de oxigenación.
Madrid, 24 de mayo (Europa Press).- Un estudio en mil 095 pacientes hospitalizados con COVID-19 ha evidenciado que dos signos de salud fácilmente medibles como la frecuencia respiratoria y la saturación de oxígeno en sangre son claramente predictivos de una mayor mortalidad.
“Inicialmente, la mayoría de los pacientes con COVID-19 no tienen dificultades para respirar. Pueden tener una saturación de oxígeno bastante baja y seguir siendo asintomáticos. Si los pacientes siguen la orientación actual, porque puede que no les falte el aire hasta que el oxígeno en sangre sea bastante bajo, entonces estamos perdiendo la oportunidad de intervenir pronto con un tratamiento que salve la vida”, explica la doctora Nona Sotoodehnia, de la Facultad de Medicina de la Universidad de Washington, cuyo trabajo se ha publicado en la revista Influenza and Other Respiratory Viruses.
Los investigadores examinaron los casos de mil 095 pacientes mayores de 18 años que ingresaron con COVID-19 en varios hospitales estadounidenses. El periodo de estudio fue del 1 de marzo al 8 de junio de 2020. Aunque los pacientes presentaban con frecuencia hipoxemia (baja saturación de oxígeno en sangre; 91 por ciento o menos para este estudio) o taquipnea (respiración rápida y superficial; 23 respiraciones por minuto para este estudio), pocos informaron de que les faltaba el aire o tosían independientemente del oxígeno en sangre.
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La medida principal del estudio fue la mortalidad hospitalaria por todas las causas. En total, 197 pacientes murieron en el hospital. En comparación con los ingresados con un nivel normal de oxígeno en sangre, los pacientes hipoxémicos tenían un riesgo de mortalidad entre 1.8 y 4.0 veces mayor, dependiendo de los niveles de oxígeno en sangre del paciente.
Asimismo, en comparación con los pacientes ingresados con una frecuencia respiratoria normal, los que presentaban taquipnea tenían un riesgo de mortalidad entre 1.9 y 3.2 veces mayor. En cambio, otros signos clínicos al ingreso, como la temperatura, la frecuencia cardíaca y la presión arterial, no se asociaron a la mortalidad.
Casi todos los pacientes con hipoxemia y taquipnea necesitaron oxígeno suplementario, que, cuando se combina con glucocorticoides que reducen la inflamación, puede tratar eficazmente los casos agudos de COVID-19.
“Administramos oxígeno suplementario a los pacientes para mantener una saturación de oxígeno en sangre del 92 al 96 por ciento. Es importante señalar que sólo los pacientes que reciben oxígeno suplementario se benefician de los efectos salvadores de los glucocorticoides. Por término medio, nuestros pacientes hipoxémicos tenían una saturación de oxígeno del 91 por ciento cuando llegaron al hospital, por lo que un gran número de ellos ya estaba muy por debajo de donde habríamos administrado medidas para salvarles la vida. Para ellos, esa atención se retrasó”, apunta Sotoodehnia.
La investigadora recomienda que las personas con resultados positivos en la prueba COVID-19, sobre todo las que corren un mayor riesgo de sufrir resultados adversos debido a la edad avanzada o la obesidad, compren o pidan prestado un oxímetro de pulso y controlen si el oxígeno en sangre está por debajo del 92 por ciento. Estos dispositivos, similares a un clip, se colocan en la yema del dedo y pueden adquirirse por apenas unos euros.
“Una medida aún más sencilla es la frecuencia respiratoria, es decir, cuántas respiraciones realiza en un minuto. Pídale a un amigo o a un familiar que le controle durante un minuto mientras usted no presta atención a su respiración, y si llega a 23 respiraciones por minuto, debería ponerse en contacto con su médico”, remacha.