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Greenpeace

24/05/2021 - 12:05 am

Sin ecosistemas, no hay agua: una lección que debemos aprender

La batalla entre la urbanización y mantener suelo de conservación, indispensable para la calidad de vida de la misma población urbana, con la emergencia climática ya es un asunto de sobrevivencia.

La emergencia climática que provocamos, y que ya nos alcanzó, tendrá como consecuencia que los patrones de lluvia sean modificados. Foto: Graciela López, Cuartoscuro.

Por Claudia Campero*

Este año hemos sido testigos de lo que desafortunadamente será, si seguimos sin hacer los cambios necesarios, más y más frecuente: la falta de agua. Titulares aquí y allá dan cuenta de que en el país y en la Ciudad de México tenemos un problema. La mala gestión del agua no es ninguna novedad. La distribución inequitativa y la mala calidad del agua son realidades cotidianas para una buena porción de la población. Sin embargo, no siempre se evidencia que estos problemas son un asunto de justicia social, no un asunto meteorológico.

La emergencia climática que provocamos, y que ya nos alcanzó, tendrá como consecuencia que los patrones de lluvia sean modificados. Es por esto que tenemos que hacer cambios radicales en la forma en que se ha mal gestionado el agua por décadas. Uno de los elementos esenciales para tomar en cuenta es que si no cuidamos de los ecosistemas, no habrá tuberías, bombas o energía eléctrica que alcance para darnos agua. Tenemos que rescatar y regenerar las cuencas que no son otra cosa que la expresión en el territorio del agua y están íntimamente ligadas a la salud de los ecosistemas. Evidentemente los ecosistemas no sólo dan agua también dan calidad de aire, atenúan los efectos de la isla de calor, nos protegen de eventos hidrometeorológicos extremos, son el hogar de las especies y mucho más.

La batalla entre la urbanización y mantener suelo de conservación, indispensable para la calidad de vida de la misma población urbana, con la emergencia climática ya es un asunto de sobrevivencia. Una de las batallas que actualmente se está librando en la cuenca del Valle de México tiene lugar en el municipio de Jilotzingo, vecino de Atizapán y Naucalpan. Resulta que en pleno bosque de encino bien conservado, se les antoja construir casi 20 mil viviendas.

Afortunadamente, se logró conseguir una suspensión en un juicio de amparo para detener la tala de al menos 180 mil árboles. Sin embargo, el juicio está en proceso. La población de Jilotzingo ha salido a demandar que se detenga “Bosque Diamante” como se conoce el proyecto inmobiliario. Sin embargo, no sólo debiera preocupar a los habitantes de ese municipio sino a todos quienes habitamos esta metrópolis incluyendo a nuestros gobiernos.

La razón inmediata, más práctica e inminente  –aunque ciertamente no sería la única– por la que a los gobiernos de la Ciudad de México y Estado de México les debiera interesar detener la destrucción del bosque en Jilotzingo, es por el agua que se colecta en la Presa Madín. Apenas en abril pasado, se hizo un anuncio conjunto con Conagua, Sistema de Aguas de la Ciudad de México y la Comisión de Agua del Estado de México para informar a la ciudadanía que a través de un proyecto se podría aprovechar un excedente con el que actualmente se cuenta proveniente de la presa. Perder el bosque deterioraría el volumen y calidad del agua que tendría la presa, además de reducir las posibilidades de infiltración del agua en la zona.

No podemos darnos el lujo de seguir perdiendo ecosistemas que nos proveen de agua, captan y retienen carbono y nos protegen de eventos climáticos extremos. Es por eso que un conjunto de organizaciones diversas –el Colectivo Agua y Clima– estamos impulsando una agenda de recuperación de la cuenca que incluye frenar esta clase de proyectos voraces. Estamos demandando a nuestros gobiernos a ver la problemática del agua desde una perspectiva integral, no sólo de infraestructura, que permita regenerar nuestra cuenca.

* Claudia Campero es estratega para Movilización Urbana en Greenpeace México.

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