Por Catia Faria, especial para SinEmbargo
Ciudad de México, 24 de abril (SinEmbargo/ElDiario).–Este año se cumple el 40º aniversario de la publicación de “Liberación animal” (Animal Liberation) en 1975. Con este libro, el filósofo australiano Peter Singer inició una de las carreras académicas con mayor impacto del siglo pasado. “Liberación animal” ha ayudado a impulsar el debate contemporáneo en torno a la ética animal e inspiró el trabajo de muchas otras personas en el mundo académico.
Este libro ha contribuido de forma significativa al crecimiento del movimiento por la igual consideración de los animales no humanos. Asimismo, ha influido en mucha gente, animándola a adoptar el veganismo y a volverse activistas en defensa de los animales. Pocos objetivos morales pueden llegar a producir un bien similar o mayor.
Dada la importancia del libro, merece la pena repasar, con ocasión de su aniversario, la posición que Singer defiende en él, así como algunas de las controversias que suscita y las cuestiones que deja abiertas.
“Liberación animal” es un libro no académico dirigido a un público general. Está escrito por un filósofo con una determinada teoría moral —el utilitarismo— y con posiciones particulares sobre problemas morales específicos. Su objetivo es claro: denunciar el especismo y que se abandone el consumo de animales no humanos, en especial en la alimentación. Su método es efectivo: emplea argumentos que la mayoría de la gente ya acepta sin que para ello sea necesario comprometerse con las posiciones más controvertidas que él mismo asume.
CONSIDERACIÓN DE INTERESES
La idea central del libro es que los intereses de todos los individuos que pueden sufrir y disfrutar deben ser igualmente considerados. Esta idea se deriva de la combinación de otras dos que no suelen resultar controvertidas. En primer lugar, la fuerte intuición, ampliamente compartida, sobre la consideración igualitaria de todos los seres humanos. En segundo lugar, la necesidad de ser consistente en el razonamiento moral, es decir, de no incurrir en contradicciones cuando pensamos.
La aceptación de la primera idea es lo que nos lleva a rechazar que se asigne una importancia diferente a los intereses de los individuos con base en, por ejemplo, ciertas características biológicas como el sexo o el color de la piel. De forma similar, puesto que la pertenencia a una determinada especie tampoco afecta a cuán importantes son los intereses de los individuos, tampoco debemos aceptar que ésta sea una característica moralmente relevante. Así, la consideración desigual de intereses basada en la especie de los individuos debe, por consistencia, ser rechazada en tanto que una forma más de discriminación —especismo—, tan carente de justificación como el racismo o el sexismo.
Además, cualquier intento de trazar una diferencia moral entre humanos y no humanos está condenada al fracaso. Como muestra un argumento muy conocido en la literatura en ética animal, el llamado “argumento de la superposición de las especies”, no importa la característica a la que apelemos, algunos seres humanos (por su diversidad funcional u otras circunstancias) no la poseerán.
Evidentemente, sería implausible concluir de esto que se debería entonces dejar de considerar moralmente a aquellos seres humanos que no cumplen con esas características. Por el contrario, afirma Singer, lo que tenemos que concluir es que la igual consideración de intereses debe ser extendida más allá de la especie humana, incluyendo a todos los seres sintientes, humanos y no humanos.
La segunda idea que podemos encontrar en “Liberación animal” es también compartida por la mayoría de la gente. Consiste en que siempre que esté a nuestro alcance debemos actuar con objeto de prevenir o reducir el sufrimiento.
Esta idea permite a Singer extraer ciertas consecuencias prácticas que se desprenden de rechazar el especismo. Si el sufrimiento importa, habrá de ser así independientemente de quién lo sufra. Por ello, debe importar sea cual sea la especie del individuo que está sufriendo.
De este modo, las mismas razones que tenemos para prevenir y reducir los daños que sufren los seres humanos son también razones para prevenir y reducir los daños que padecen los animales de otras especies. En la práctica, esto implica adoptar el veganismo, rechazando participar de todas aquellas actividades que generan sufrimiento a los otros animales, y trabajar activamente por la abolición de toda forma de explotación animal.
EL DAÑO DE LA MUERTE
Quizás el aspecto más controvertido de la posición de Singer tenga que ver con la ética de matar animales. Como se sugiere y más tarde se afirma expresamente en “Ética práctica” (2009), Singer creía, en aquel momento, que sólo aquellos individuos con la capacidad para concebirse a sí mismos en el futuro podrían tener un interés en vivir y, por ello, ser dañados por la muerte.
Para Singer, esto se seguía de su teoría ética (el utilitarismo de las preferencias), según la cual la muerte sólo puede ser mala para un individuo si frustra su preferencia por seguir vivo. Dado que la mayoría de animales no posee las capacidades psicológicas necesarias para albergar esta preferencia (ya que no pueden concebirse a sí mismos en el futuro), afirmaba Singer, esto implicaría que la muerte no puede dañarles. Así, sus intereses no nos darían ninguna razón en contra de matarles.
No está claro que el utilitarismo de las preferencias nos fuerce a esta conclusión. Para ello es preciso, además, aceptar los supuestos indicados arriba, que alguien que acepte el utilitarismo de las preferencias puede perfectamente rechazar. Muchos filósofos y filósofas en la actualidad asumen una visión distinta acerca del daño de la muerte. Según ésta, lo que hace más o menos buenas nuestras vidas son las experiencias positivas y negativas que contienen.
Así, todos los seres con la capacidad de tener dichas experiencias (humanos y no humanos) pueden ser dañados por la muerte, en la medida en que ésta les priva de las cosas positivas que hubieran experimentado en caso de que siguieran vivos. La conclusión que esto implicaría es que debemos dejar de consumir animales no humanos porque ello causa su muerte, y no sólo —como creía Singer— porque les suponga un gran sufrimiento.
Sin embargo, muy recientemente, Singer ha cambiado su posición sobre el daño de la muerte, animado por su transición del utilitarismo de preferencias al utilitarismo hedonista. Éste último sostiene que lo importante es la maximización de las experiencias positivas y la disminución de las experiencias negativas de los individuos. En uno de sus últimos libros (Lazari-Radek & Singer 2014), Singer reconoce que todos los seres sintientes con una vida que merezca la pena vivir (entendida como una vida que contiene más experiencias positivas que negativas) son dañados por la muerte. Asume ahora, así, una posición sobre esta cuestión que parece más plausible.
CRÍTICAS
Quizás, una de las críticas más importantes que ha recibido “Liberación animal” esté relacionada con el compromiso que asume Singer con lo que se conoce como agregacionismo. Según esta idea, lo que debemos hacer es maximizar la suma total del bienestar de los individuos, sin atender a la manera en que éste está distribuido entre ellos.
Esta toma de posición aleja a Liberación animal de la neutralidad que pretendía asumir ante problemas éticos más controvertidos, como es el caso paradigmático de la experimentación con animales no humanos. Asumir un punto de vista agregacionista en este caso implica aceptar que estaría justificado sacrificar el bienestar o la vida de uno o más individuos mediante experimentación, si con ello lográramos para otros individuos un beneficio mayor.
Otras posiciones éticas, como muchas de las consideradas anteriormente, también estarían en desacuerdo con Singer en este punto. Rechazarían, pues, que el mero hecho de que una acción tenga como resultado un beneficio mayor para unos baste para justificar perjudicar a otros. Ahora bien, con independencia de cuál sea la teoría ética que adoptemos, abandonar el especismo exigirá que nuestras conclusiones respecto de lo que está justificado o no, en términos de experimentación, se apliquen tanto a animales no humanos como a seres humanos en circunstancias similares. Así, en todo caso, si no estamos dispuestos a someter a seres humanos a experimentación, aunque de ello se beneficiaran muchos individuos, tampoco deberíamos aceptarlo respecto de animales no humanos. E, inversamente, aceptar la experimentación con animales no humanos implica aceptar también la experimentación con seres humanos.
De todos modos, y a pesar de nuestro potencial desacuerdo con la posición de Singer, es preciso reconocer que pocos trabajos han tenido un impacto tan grande como Liberació n animal en el cambio de las actitudes especistas y en las conductas ante la situación en la que se encuentran la mayoría de animales no humanos.
Hace 40 años, Peter Singer se dio cuenta de que trabajar en la defensa de los animales no humanos era una de las formas más efectivas de conseguir un mundo mejor. Dado el trabajo que todavía queda por hacer y los millones de individuos que pueden resultar beneficiados (considerando tanto los animales que viven bajo explotación humana como los que viven en la naturaleza), a día de hoy esto sigue siendo verdad.