“Es como si la Fed dijera que el mundo está en llamas, y los mercados vieran que los bomberos no tienen agua”, dijo el corresponsal económico Peter Goodman, del New York Times sobre la crisis actual. De acuerdo con analistas, la crisis y la recesión que se avecinan son diferentes a todo lo que hemos visto antes.
Por Ana Gabriela Jiménez Cubría
Ciudad de México, 24 de marzo (Economía Hoy).- La crisis por el coronavirus han llevado a los mercados financieros a sus peores niveles jamás vistos. En un día normal, una caída del 1.0 por ciento en la bolsa de valores es un mal día. Una caída del 3.0 por ciento ya es considerada un desplome, y en las últimas semanas hemos visto que Wall Street y la Bolsa Mexicana han detenido operaciones por derrumbes mayores al 7.0 por ciento. En la semana que terminó el 13 de marzo la destrucción de capital en los mercados financieros fue la peor desde el crash de 1987.
A medida que las grandes compañías advierten que reportarán severas caídas en sus ventas los bancos centrales se han visto orillados a anunciar recortes a las tasas de interés para abaratar el costo del dinero y estimular el consumo. Todo eso estaría muy bien si no fuera porque esta no es solo una crisis de la demanda, sino también una crisis de oferta.
Los bancos centrales de todo el mundo han desplegado una serie de herramientas que hasta antes de la pandemia habían demostrado su eficacia para devolver la calma ante el pánico financiero, pero nada ha funcionado, las bolsas siguen desplomándose.
El shock en los mercados ha empezado a dejar algunas lecciones valiosas sobre cómo esta crisis y la recesión que se avecina son diferentes a todo lo que hemos visto antes.
El corresponsal económico del New York Times, Peter Goodman, hizo una descripción muy elocuente del panorama al que se enfrentan las economías en el podcast The Daily: “Hemos aprendido que la única forma de luchar contra el coronavirus es haciendo daño a la economía”, sentenció.
A medida que el hemisferio occidental, y en particular Europa y Estados Unidos se han visto obligados a frenar la mayoría de sus actividades tanto fabriles como de la vida cotidiana, y la crisis sanitaria cobró una gravedad sin precedentes, los mercados han tenido que absorber el hecho de que esto es un problema global. “La imaginación ha ido a lugares oscuros”, dice Goodman.
La volatilidad en las bolsas mundiales es un reflejo de la incertidumbre que permea a la economía mundial aún y cuando la Fed o el Banco de México recorten tasas de interés. Las economías de mercado están en una fase en la que los inversionistas huyen de todo aquello que se parezca al riesgo y por eso están vendiendo sus acciones. Están tomando su dinero y lo están colocando en lugares seguros.
Tradicionalmente, los gobiernos lidian con las crisis de demanda poniendo dinero en los bolsillos de la gente, ya sea eliminando o recortando impuestos, o bajando las tasas de interés. Pero “no hay mucho que las economías puedan hacer ante un shock de la oferta”, apunta Goodman. La gente no solo no compra celulares porque no se siente confiada a gastar, también porque no se están produciendo.
Encima de esto está el hecho de que los gobiernos están fomentando que la gente no salga a comprar porque quedarse en casa es la única forma de detener la proliferación del virus y evitar que escalen los contagios.
De manera que el libreto tradicional de medidas que desenfundan los economistas, en este caso no sirve. “No hay mucho que las autoridades puedan hacer al respecto”, dice el periodista del NYT. “Es como si la Fed dijera que el mundo está en llamas, y los mercados vieran que los bomberos no tienen agua”.
Ante la imposibilidad de los gobiernos de estabilizar a la economía, las políticas públicas son lo único que queda para aliviar el sufrimiento de las personas. Medidas como fortalecer los sistemas de salud, seguros de desempleo, despliegue de personal militar, apoyos económicos y estrategias integrales para lidiar con la cada vez mayor precaridad que enfrentarán las poblaciones.
“Los negocios seguirán cerrando y la economía global seguirá presionada en tanto haya temores por la propagación de la pandemia y no queda otra opción más que entender que la única forma en que se puede detener a la enfermedad es hacer mayor daño a la economía”, dice Goodman, y sentencia: “cuando espantamos a la gente y le decimos que se quede en casa, limitamos el gasto y encogemos a la economía, y eso es lo apropiado bajo las circunstancias actuales”.