Las dos temporadas en Netflix del programa de Anthony Bourdain, No reservations, tiene que ver con comida, pero con mucho más.
Uno descubre por ejemplo en Lisboa al grupo musical Dead Combo, del cual se hará fanático a la hora siguiente, ve cuánto se bebe en Finlandia, al punto tal que el chef y presentador –ahora novio de Asia Argento, la actriz que destapó el caso Harvey Weinstein- descubre a una mujer que no sólo le cocinará en su casa sino que le hará competencia para ver quién se termina la primera botella de vodka.
Se divierte cuando Anthony va a Kansas y no ve una sola lechuga en el plato, descubriendo entre otras cosas todos los bichos que van a ir a parar al asador, a una olla con agua hirviendo, a una sartén con el aceite a punto. En ese camino descubre a los Black Keys, que al principio piensa que son dos facinerosos y que lo llevarán a una muerte segura. “No parecen para nada estrellas de rock”, dice enfocando a Dan Auerbach y Patrick Carney.
A veces el programa está buenísimo, otras más o menos, como cuando fue a Chernobyl acompañado de un hombre de su edad, que bebe y come como él pero que se le nota mucho más en el cuerpo y en la cara y que quizás envalentonado por esa rutina que se arma en la masculinidad, Anthony comenzó a beber como cosaco.
Pero cuando el programa sale espectacular, uno adora a Bourdain. Y ese es el dedicado a los kurdos, a esa nación que se ubica al norte de Irak y que había sido perseguida por Sadam Husein y que hoy, además de adorar a Alá, adora a los Estados Unidos.
Para ir a Kurdistán, Anthony y el equipo tienen que ir preparados, no sólo con chalecos antibalas, sino haber hecho un curso para estar bien armados a la hora de reaccionar frente a alguna circunstancia extraordinaria. Viajan además con un grupo que los cuide y con el ejército de Kurdistán que los escolta. Sin embargo, se aburre por la falta de acción, aunque luego lo termina agradeciendo.
Tiene razón Anthony: uno no puede estar de acuerdo con la invasión de Gringolandia a Irak, pero para esta gente las cosas son absolutamente contrarias. Y lo importante es que uno ve sus costumbres, su comida, su vestimenta, su generosidad y que ahora tiene un nuevo destino para averiguar.
Sabe por ejemplo que las relaciones entre Bagdad y el Kurdistán iraquí se deterioraron tras el referéndum de independencia en la autonomía kurda, celebrado el pasado 25 de septiembre de 2017 sin la autorización del Gobierno central, en el que un 93% de los votantes apoyó la opción independentista. Que el pueblo kurdo quiere su independencia y que es el mayor pueblo de Medio Oriente sin un Estado propio.
Que hay un Kurdistán sirio y un Kurdistán iraquí y que el próximo 4 de abril en Auditorio del Instituto de Investigaciones Sociales de la UNAM, se impartirá la conferencia Kurdistán: ayer y hoy, a cargo de la Dra. Ipek Demir de la Universidad de Leicester, Inglaterra.
No sé si alguna vez lograré conocer este pueblo tan mágico como doliente, pero mientras tanto gracias a Anthony por haberme abierto esta puerta.