Por Mar Centenera
Buenos Aires, 24 mar (EFE).- A 39 años del último golpe militar en Argentina, Madres de Plaza de Mayo rememoran en el libro “Las viejas” cómo secuestraron a sus hijos, la mirada triste con que se reconocían unas a otras al salir a buscarlos y su alegría, muchos años después, por ver a los responsables sentados en el banquillo.
Los recuerdos, a veces contradictorios, de 29 Madres de Plaza de Mayo-Línea Fundadora se entrecruzan en la obra, hasta convertirse en una historia coral de esas mujeres valientes que desafiaron a la última dictadura argentina (1976-1983) con su ronda semanal de los jueves en el corazón de Buenos Aires para exigir la aparición con vida de sus hijos.
“A mi hija y a los chicos se los llevaron vivos. Punto. Nada más. Cuando me preguntan qué me imagino… yo no imagino, para mí Ana tiene la edad que tenía cuando se la llevaron”, cuenta Mirta Baravalle en el libro, editado por las hermanas Ana y Virginia Giannoni y publicado por Marea.
“Cinco menos cuarto de la mañana vinieron”, recuerda Gertrudis Fontanella sobre la llegada de los militares que se llevaron a su hijo y “robaron todo”, incluida la cuna de su nieta.
“El tejido de todos esas historias forman una más amplia, colectiva”, dice a Efe Virginia Giannoni, aunque aclara que “no están todas”, ya sea porque muchas Madres de Plaza de Mayo han muerto y otras se han alejado con el paso de los años o permanecen en sus casas debido a su avanzada edad.
Tras la desaparición de sus hijos, las madres comenzaron a buscarlos de un ministerio a otro y ante la falta de respuesta salieron a la calle, donde se encontraron y comenzaron a organizarse.
“Viernes es día de brujas, y trae mala suerte, ¿por qué no venimos otro día de la semana?. Y otra voz dice: ‘Lunes… lunes es día de lavar la ropa’. La mayoría evidentemente no teníamos lavarropas, entonces era un día de lavado. (…) ‘Bueno, nos queda el jueves’, acordamos”, señala Nora Cortiñas, la presidenta de Madres – Línea Fundadora.
La primera ronda de las Madres de Plaza de Mayo se realizó el jueves 30 de abril de 1977, poco después del primer aniversario del golpe.
Su reivindicación, realizada “colectivamente y en silencio”, es para Giannoni, “un movimiento claramente femenino de entender la política como algo distribuido en los cuerpos, algo de lo cotidiano”, que se evidencia en esa ronda semanal
Vera Jarach insiste en que no fueron heroínas y pide que no las pongan “sobre un pedestal”: “Inicialmente lo que nos movió es la cosa visceral de la mujer, de la madre que necesita saber qué ha pasado con su hijo. Eso nos hizo superar todos los miedos e insistir y perseverar”.
Otra compañera, la “Negrita” Vargas, subraya que “ningún jueves faltaba”, incluso aquellos en los que llovía y estaba la policía. Incluso una vez, recuerda, le pusieron una ametralladora sobre el hombro para obligarla a salir de la plaza y se fue, pero entró por el otro lado.
Con sus característicos pañuelos blancos sobre la cabeza, siguieron dando vueltas a la plaza porteña para reclamar la aparición de sus seres queridos una vez que Argentina dejó atrás la dictadura y regresó a la democracia, en 1983.
Con ayuda del Equipo Argentino de Antropología Forense (EAAF), algunas pudieron localizar los restos de sus hijos y pudieron darles sepultura, como le pasó a Carmen Lorefice en 2010.
“Era la cabeza de mi hijo (Enrique Jorge Aggio), la dentadura de mi hijo, era largo, grande, 1,80 medía. ¡Y no sabes lo que hice! Saqué la cabecita, me la puse acá y lloré como una loca”, narró en el libro.
Otras aún los buscan, aunque ven con gran satisfacción como los responsables de los secuestros, torturas y desapariciones perpetradas por régimen militar son llevados ante los tribunales.
“Llegan esposados los amos de la vida y de la muerte, ni ellos ni nosotras nos imaginábamos que íbamos a poder compartir esos días históricos. Cuando se dan las sentencias es una mezcla de llanto, de alegría”, afirma Taty Almeida, otra de las cabezas visibles de la asociación.
Un total de 563 personas han sido condenadas y casi 900 han sido imputadas por violaciones a los derechos humanos en la última dictadura argentina, según la Procuraduría de Crímenes contra la Humanidad.
“Es como un alimento, es poder decir: ‘No es en vano la lucha”, asegura Almeida.
Para Giannoni, las Madres “son un referente para nuestra generación y son como las viejas de nuestra tribu, a las que tenemos de guía, y además están viejas, tienen más de 80 años”, motivo que la inspiró el título.
La coautora indica que antes de la publicación, todas las entrevistadas leyeron el libro, lo corrigieron, y se dieron cuenta de que había detalles de sus compañeras de lucha que no conocían y que tenían mucho aún entre ellas por charlar. EFE