La película del mexicano Alonso Ruizpalacios obtuvo el Oso de Plata al mejor guión, segundo premio que gana este cineasta en la Berlinale, tras el que recibió en 2014 a la mejor ópera prima por Güeros.
Berlín, 24 de febrero (EFE).- La película mexicana Museo de Alonso Ruizpalacios ganó hoy el Oso de Plata al mejor guión de la 68 edición de la Berlinale.
La Berlinale dio hoy el Oso de Oro a Touch me not, el debut de la rumana Adina Pintilie con un filme complejo y profuso en sexo, y recompensó el nuevo cine procedente de América Latina, con dos Osos de Plata a la paraguaya Las Herederas y otro a la mexicana Museo.
La actriz paraguaya Ana Brun vio recompensado con la Plata a la interpretación femenina su excelente trabajo en el filme dirigido por Marcelo Martinessi, quien además obtuvo el premio Alfred Bauer, instituido en memoria del fundador del festival.
La película del mexicano Alonso Ruizpalacios obtuvo el Oso de Plata al mejor guión, segundo premio que gana este cineasta en la Berlinale, tras el que recibió en 2014 a la mejor ópera prima por Güeros.
El Gran Premio del Jurado se fue, como el oro, para otra representante del este de Europa, la polaca Twarz (Mug), de Malgorzata Szumowska, mientras que la plata a la mejor interpretación masculina fue para el joven francés Anthony Bajon, por La Prière, dirigida por Cédric Kahn.
Solo hubo un Oso para un nombre consagrado, el estadounidense Wes Anderson, que ganó el correspondiente al mejor director por la película de animación Isle of Dogs.
Alemania, que tenía cuatro películas a concurso, se fue absolutamente de vacío, lo mismo que el filipino Lav Diaz, cuyo poético Ang panahon ng halimaw (Season of the Devil) se contaba entre las favoritas.
Los dos premios a las mejores interpretaciones están fuera de toda discusión, por las impecables trabajos tanto de Brun, en su papel de mujer que se emancipa de quien durante años ha sido su dominante compañera -Margarita Irún-, como de Bajon, el joven drogadicto que se redime por la vía de la oración.
Más complejo es el Oro al filme rumano, que desató deserciones en el estreno, atribuibles tanto a sus exhaustivas exposiciones de sexo y sadomasoquismo, como a los monólogos terapéuticos de personajes incapacitados para el tacto humano, pese a no faltarles nada, o impedidos que viven en plenitud su sexualidad.
Touch me not, sin embargo, se convirtió en la apuesta de un jurado determinado a encontrar “su película” en lugar de dejarse llevar por las preferencias de críticas o público, en un festival donde además no había claros favoritos.