Ciudad de México, 24 feb (SinEmbargo).- “Esta novela me terminó de amolar”, dice la escritora mexicana Carmen Boullosa, casi al final de la entrevista con SinEmbargo. Y se queda pensativa, consciente de que Texas, su reciente trabajo editado por Alfaguara, ha marcado –perdón por el lugar común- un ante y un después en su extensa carrera literaria.
Por lo pronto, le ha cambiado la visión de una región y de una cultura extravagantes quizás para el ojo moderno mexicano, pero grabado a fuego en la memoria colectiva de este país, víctima de un despojo allende el Río Bravo, cuando nos quedamos sin Texas, sin los vaqueros, sin nuestro western, que era nuestro hasta que se lo apropió John Wayne.
Ya sabemos que la historia no se construye con los “qué hubiera pasado si…”, pero va de suyo que allí donde los hombres marcaron una frontera, no lograron resolver cuestiones de fondo que aún permanecen frescas en la compleja relación que tiene Estados Unidos con México y viceversa.
“Nuestro país hubiera sido muy distinto, no por la riqueza que hubiéramos sacado de esa región, sino porque nos hubiéramos quedado con la idea de que nosotros podíamos con el indio salvaje, de que nosotros éramos un país muy grande, de que habíamos convocado nosotros a los alemanes, de que habíamos vencido el apetito de Europa por ganar ese trecho de tierra”, apunta Boullosa.
– No se habla ni se escribe mucho sobre el Norte perdido…
– No, porque disgusta mucho. Y es un error. Incluso cuando se habla de los narcocorridos no se hace mención a Texas y a esa zona, a pesar de que todo está allá. Lo que veo es que donde hay riqueza la frontera se difumina.
– El mundo vaquero es un mundo de hombres
– Totalmente. Sí hubo mujeres que querían entrar a ese universo de los vaqueros, para lo cual muchas de ellas se vestían como los varones. Hay muchas fotografías de la época con fotografías de mujeres vestidas de vaqueros. Hay un deseo y una necesidad de perpetuar una imagen en un mundo donde no tenías entrada.
– Además de leer como ha contado “esas novelas góticas infumables”, ¿qué más leyó para escribir Texas?
– Me fui a Mark Twain, a Walt Whitman y por supuesto leí a los mexicanos que han visto Texas, como Josefina Zoraida y el libro que hizo con Lorenzo Meyer, pero sobre todo a los estadounidenses que han visto Texas. Las guerras de Cortina (1859 y 1861)…fue un placer investigar sobre el tema, porque cualquier duda que tenía me metía a la biblioteca de Columbia, luego me fui haciendo mi propia biblioteca en Kindle, coleccionando cosas como la novela abstencionista de Walt Whitman y que no conocía. Por desgracia la leí, casi le pierdo todo el respeto a Whitman, la novela es un bodrio. Leí también los romances de la época, los romances de los comanches, escuché grabaciones antiguas de corridos, es decir, pesqué por todos lados. Luego está el material que refiere a los linchamientos de mexicanos, un tema del que nunca hablamos. Hubo una época en que se linchaban más mexicanos que negros. Nunca lo decimos, nunca nos volteamos a ver, nunca los ayudamos, nunca hubo un sentimiento de hermandad…siempre hubo un cierto resentimiento hacia el mexicano que se quedaba allá. Y todavía hay un resentimiento. El mexicano que está de aquel lado, desaparece.
– Texas tiene un espíritu reivindicativo, se trata de recuperar la zona aunque sea en un sentido literario, ¿diría que esta es su novela más política?
– Bueno, creo que todas mis novelas son políticas. Esta tal vez sea mucho más política desde el ojo gringo que desde el ojo mexicano, porque para ellos no existe la menor duda de que Texas pertenece a los Estados Unidos, pero de nuestro lado, no lo sé, la verdad. Como que los ejes que sacan chispas políticas en México no están puestos en mi novela, tengo esa impresión. No está la lucha feminista, no está el mundo de los indios del sur, no hay para nada la reivindicación de la lucha de clases…
– Está el tema de la lucha racial…
– Claro, pero ese no es un tema que saque las chispas en la política mexicana. En realidad, México es racista de una manera bestial, es un país con castas donde ves a la gente y ya sabes de dónde viene y dónde va a caer. La lucha racial no es un eje de pensamiento aquí.
UNA NOVELA QUE TENÍA QUE SER PUBLICADA EN MÉXICO
Con una prolongada carrera literaria que incluye varias novelas, entre ellas, La otra mano de Lepanto, La virgen y el violín y El Velázquez de París, Boullosa, nacida en ciudad de México el 4 de septiembre de 1954, es una autora prolífica, dueña de una extensa obra que incluye varios libros de poesía, algunas obras de teatro y hasta guiones de cine.
En su etapa actual, es autor regular de la editorial española Siruela, pese a lo cual su reciente Texas salió por Alfaguara.
“Sentí que esta novela tenía que ser publicada en México y no en España. Y tenía que estar publicada en una editorial que aspirara a interesar a los lectores en español de los Estados Unidos y creo que Alfaguara es la casa ideal para dichos propósitos, explica Carmen.
“No escribo best sellers, escribo por lo general, cosas muy raras, pero creo que esta novela puede tener muchos lectores”, agrega.
– ¿Cuáles fueron las primeras reacciones acerca de Texas?
– Recién sale, no hay muchas, pero una de las primeras cosas que hice fue ir a Brownsville. Nunca había puesto un pie allí ni en Matamoros. Nunca había visto cómo desemboca el Río Bravo. Hubo mucha gente en la presentación del libro, fueron increíblemente generosos conmigo y me aplaudieron de pie al final. Lo conmovedor es esa línea que nace en el Río Bravo y termina en La Patagonia, por medio de la cual realmente Latinoamérica puede sentirse una. Es verdad que 100 años de soledad puede ser un esbozo de una Latinoamérica, pero no hay muchos puntos en común entre Colombia y México, entre Colombia y Texas, entre Colombia y La Patagonia… En cambio, hay un gusto por el caballo, por el espacio abierto, en ese no lugar que es Texas, en ese no lugar que es La Patagonia, donde realmente se conforma un continente.
– ¿Cómo fue la experiencia en Brownsville?
– Lo que pasa es que el campus de la universidad está en Fort Brown, que es el lugar donde ubico mi novela y, como una cosa mágica, quise que la primera actividad relacionada con Texas, se situara allí. Mi plan era cruzar a Matamoros, pero me dijeron que era muy peligroso. No es metáfora: desde aquel lado se oyen los balazos. Y los oí. Brownsville, por otra parte, es el sitio más feo del mundo, con sus yonquis en las calles, sus tiendas de la Santa Muerte, las casas lujosas de los narcos que en México cortan cabezas…
UNA VIDA LITERARIA PERO NO CINEMATOGRÁFICA
Casada actualmente con el historiador estadounidense Mike Wallace, Carmen fue esposa del escritor y promotor cultural Alejandro Aura (1944-2008), con los que procreó a sus hijos Juan y María Aura.
Con ellos, Boullosa se involucró en un proyecto cinematográfico donde pudo entender, entre otras cosas, que esto de las películas no ha sido hecho para ella.
Fue un proceso en el que, además de escribir Texas, dio a conocer Las paredes hablan (Siruela), una novela hecha a partir del guión de la película homónima protagonizada por su hija María y producida por su hijo Juan.
– ¿Qué tipo de experiencia significó escribir Texas?
– Por primera vez en mi vida de novelista no he podido empezar la otra inmediatamente. Con esta, por primera vez, me dio una depresión post-parto marca diablo y no ha estado fácil, la verdad. Esta novela me terminó de amolar para siempre (risas). Lo cierto es que no puedo estar sin escribir una novela y aquí me ves, todavía atada a Texas.
– ¿Cómo nació Las paredes hablan?
– Un productor me llamó para hacer una película basada en La virgen y el violín, con la premisa de que yo la trabajara e hiciera el tratamiento del guión, cosa que no me interesó. Finalmente le propuse Las paredes hablan. Hice un primer guión de 180 páginas, porque soy novelista y no guionista. Cuando me invitaron a la primera junta de producción, abrí la boca, todo el mundo se enojó, se produjo la hecatombe. Ese día llegué a casa y decidí hacer la novela con mi guión. El proyecto de la película siguió, me dejaron ir unos cuatro días al rodaje, siempre dejándome claro que mi presencia no era bienvenida allí. Fue mi entrada y mi salida al cine, pero al mismo tiempo resultó una experiencia preciosa porque trabajé con mis hijos. Una experiencia de adulto a adulto, donde mi hijo Juan me daba órdenes, bueno, me sigue dando órdenes, eso ya no se le va a quitar.
– Eso de escribir la novela del guión es como querer servirse la venganza en plato frío, ¿es así, muy competitiva?
– Soy muy empecinada. Aunque cuando digo de alguien que es muy competitivo, mis hijos me miran extrañados como diciendo ¿Y tú lo dices? Lo que soy en realidad es una cocinera de closet. Esa es mi pasión secreta. Y la cocina, que en este punto de mi vida ya es una obsesión, es lo que mejor retrata mi personalidad. Si bien en la cocina usas cuchillo y fuego, que son armas guerreras, también usas la mesura, la medida, el cálculo y la improvisación.
– ¿En la vida le han planteado muchas guerras?
– Bueno, no caigo bien. Cosecho muchos enemigos, quizás no me doy cuenta de mi verdadera forma de ser. No lo sé. He tratado últimamente de ser menos ofensiva al decir las cosas.
– Es usted muy amiga de Juan Villoro. La he visto pocas veces con otras autoras, por caso Margo Glantz, Cristina Rivera Garza…
– Bueno, sí, soy muy amiga de Juan. Con Cristina nunca hice amistad, porque ella llegó a la escena después de que me fui de la escena. Antes veía mucho a Margo y creí que éramos muy amigas. Ahora la veo menos. Me gustaría verla más. Con Cristina nunca me tocó y la última vez que la vi no sé por qué no me quiso saludar. Soy muy amiga de Jorge Volpi y lo veo con bastante frecuencia. Soy muy amiga de Marta Lamas desde hace muchísimos años.