Si me ofrecieron a escribir esta columna como una voz juvenil en las campañas, es porque se supone que soy un joven ordinario. Tengo que confesar que no tengo Twitter o Facebook y ya por ese simple hecho, tengo que pasar a la categoría de jóvenes extraordinarios. No extraordinario por alguna cualidad o virtud magnífica, sino por mi absoluto y genuino desinterés por las redes sociales y sus bondades. En alguna época tuve Facebook y reconozco que con la adecuada disposición de espíritu se pueden llegar a pasar decenas de horas ahí entregadas al más infructuoso ocio, contemplación de las vidas ajenas o la autopromoción de uno mismo y lo que alguna vez llamé un “auto-paparazzismo enajenante”.
Cerré mi Facebook porque no me reportaba ninguna utilidad y quizá también por un simplón acto de rebeldía. Así que me quedo pasmado ante la noticia de que Peña Nieto tiene una red de “e-ctivistas” de más de 20 mil individuos. Ni siquiera me he tomado la molestia de investigar qué diablos es un e-ctivista, pero intuyo que se refiere a un partidario o militante que plasma sus opiniones e interactúa en las redes sociales con el propósito de defender una postura o promocionar algún interés propio o externo a él mismo. Leo comentarios en diversos medios y hay quienes dicen que no es posible que sean voluntarios, que porque nadie trabaja “de a gratis” y se agrega que es inaudito que el equipo de Peña Nieto le pague a tantísimos jóvenes para que “opinen a lo pendejo”. ¿He de pensar que quien escribió esta opinión sería incapaz de “opinar a lo pendejo” y “de a gratis”?
Yo por lo que veo en otras personas, particularmente contemporáneos, creo que mantener una red social propia actualizada, comentada y al día, es una labor casi religiosa que demanda todos los días al menos un ratito. Tener una red social es como hacer un “Tamagochi” de nosotros mismos, ¿con qué propósito? Yo creo que la expresión genuina, pero también de la personificación pública del individuo, el ejercicio del ocio y el culto a la imagen por encima del contenido original y sustancioso.
Todos los días, a cambio de ninguna retribución económica, en infinidad de medios digitales, lectores y “opinadores” del mundo escriben o intercambian sus opiniones, unas de ellas meditadas y sesudas, otras inanes y muchas de ellas arteras descalificaciones e insultos. ¿Es verdad o no que los e-ctivistas de Peña Nieto están siendo pagados como parte de la campaña? No lo sé, pero lo que me maravilla no es eso, sino el pensar que esos 20 mil escriben todos los días, no para ellos sino para el resto de México o el mundo y me pregunto: ¿quién los lee? Deduzco que quien decide hacer una e-campaña supone que hay otro ejército aún mayor de individuos dispuestos a leer los comentarios y opiniones. ¿Tan ociosa consideran los jefes de campaña a la población mexicana?
Luego resulta que Aguilar Camín denuncia que López Obrador tiene una “muy bien instalada red de insultantes”, dice que unos son “genuinos” y otros “sólo parte de la marea de insultos”, escriben bajo “seudónimos idiotas y autorretratos cursis”, también califica a Andrés Manuel como “candidato absoluto de la República del odio tuitero”. Desconocía yo la existencia de dicha República paralela, pero creo que ya tiene un cronista oficial.
En resumen, ¿de qué sirven las redes sociales y qué se puede extraer de ellas si están totalmente adulteradas? ¿qué opinan las redes sociales sobre la distorsión de las redes sociales?
Por cierto, ¿ya fueron definidos los “e-insultantes”? Para dar respuesta a ésta y otras preguntas, se solicitan ociosos.
Referencias:
Tiene AMLO ‘red de insultantes’ en Twitter, acusa Aguilar Camín