Santiago Moyao ganó en 2021 el Premio Nacional de Novela gráfica Joven con un trabajo que retrata el día a día de las madres buscadoras en su camino por encontrar a sus seres queridos que han sido extraídos de sus vidas, una labor en la que intentan hallar respuestas por dolorosas que sean.
Ciudad de México, 23 de septiembre (SinEmbargo).– Una Mandrágora es una planta que podía usarse con fines medicinales y al mismo tiempo representaba un peligro al buscarla y extraerla de la tierra, una analogía que emplea el ilustrador Santiago Moyao para hablar sobre la realidad que enfrentan las madres buscadoras en México.
“Están haciendo una búsqueda que es peligrosa. Digamos, que el equivalente al grito de la mandrágora cuando se extrae y que puede ser fatal, a mi parecer, es una búsqueda de la verdad, es una verdad que no sabemos cuál va a ser, puede ser muy dolorosa pero no por eso hay que frenar esa búsqueda, de sacarla y extraerla de la tierra”, comentó el autor que titula a su obra precisamente Mandrágora, ganadora del Premio Nacional de Novela gráfica Joven que es editada por el Fondo de Cultura Económica.
Santiago Moyao explicó que la novela tiene ciertos elementos fantásticos por ello buscó que el título pudiera denotar “que esto es por supuesto una ficción sobre un tema muy real pero hay elementos un tanto fantásticos ahí”. De esta manera, la historia sigue los pasos de Carmen quien se ve obligada a buscar a su hijo en medio del desierto ante el abandono del Estado y de su comunidad, un camino en el que conocerá a Pancho, un lomito, y en que sumará a más madres que han perdido todo y que intentan dar con respuestas.
“La primera vez que empecé a familiarizarme con el concepto fue con la desaparición de los 43 normalistas de Ayotzinapa y cuando empecé a escuchar este término de desaparición, usado como tan formalmente para algo tan ilógico como es la idea de que algo desaparezca, me llamó mucho la atención. Poco a poco fui entendiendo más las dimensiones de este problema, de cómo desde el inicio de la guerra contra el narco, evidentemente, las cifras se han ido acumulando hasta llegar a más de 100 mil, hasta hoy”, compartió Moyao.
Los trazos de Santiago están dibujados en blancos y negos con tonos sepias, un aspecto que permite al lector ahondar en la incertidumbre y el dolor por el que pasan las madres buscadoras. “Al final es un escenario pesadillezaco pero lamentablemente es real, a pesar de que es un trabajo de ficción, pero sí quería denotar un poco la tristeza, la ambiguedad, que que existe, justo en esta masa gris que es el no poder determinar la condición de las personas ausentes”.
En cuanto a la presencia de personajes que rompen esa soledad como Pancho, un perrito al que la protagonista rescata, expuso que “la mirada animal es tan ajena a la humana, nos restituye nuestra humanidad, nos hace reforzar nuestra humanidad y reforzarnos como personas en nuestras búsquedas, por más absurdas que sean las búsquedas humanas o más reales y serias como es el caso de Carmen”.
“Este protagonista no quiere dejar de ser afectiva, si es que se va a volver a encontrar con la persona que le falta, no quiere dejar de ser la persona amorosa, no se quiere perder eso, y eso yo creo que es la mayor virtud que tienen este personaje, el poder mantener esa integridad y esa calidez a pesar del hostil ambiente en el que se encuentra”, puntualizó.
Santiago Moyao indicó que a pesar de que sí es un “cómic fuerte, denso”, también buscó que retratar momentos que escapan a esa tristeza, “porque estos personajes tienen vitalidad, eso es lo que también creo que las mantiene con una razón para seguir existiendo, esa fraternidad que puede existir en ellas también trae algo de luz en esta terrible oscuridad que es perder a alguien querido, pero quería también retratar que no es un completo dolor absoluto sino que más bien lo que aliviana, lo que permite todavía continuar y seguir dando pasos hacia adelante es que todavía hay momentos de cierto cariño entre ellas y que a veces se pueden producir en momentos hasta ligeramente cómicos”.