El Mulá Nurudín Turabi desestimó las críticas al régimen anterior, cuando los presos eran ejecutados en estadios llenos, y pidió a los demás países que no interfieran con el nuevo Gobierno.
Por Kathy Gannon
KABUL, 23 de septiembre (AP) — Los castigos severos, amputaciones y ejecuciones implementados durante el último régimen del Talibán regresarán a Afganistán ahora que la milicia islámica ha vuelto al poder, aseguró uno de los fundadores del grupo y quien fue encargado de disciplina ideológica en el régimen pasado.
En entrevista con The Associated Press, el Mulá Nurudín Turabi desestimó las críticas al régimen anterior, cuando los presos eran ejecutados en estadios llenos, y pidió a los demás países que no interfieran con el nuevo Gobierno.
“Todo el mundo nos criticaba por los castigos en los estadios, pero nosotros jamás los criticamos a ellos por sus leyes o sus castigos”, expresó Turabi durante la entrevista en Kabul.
“Nadie nos va a decir cuáles leyes debemos tener. Seguiremos los lineamientos del islam y nuestras leyes estarán basadas en el Corán”, añadió.
Desde que el Talibán regresó al poder el agosto tras una ofensiva relámpago en todo el país y ante la retirada de las fuerzas extranjeras, la comunidad internacional ha estado atenta a ver si la milicia reimpondrá el estricto régimen teocrático con el que gobernó durante la década de 1990.
Los comentarios de Turabi parecen indicar que la cúpula del grupo permanece sumida en una visión conservadora e intransigente, si bien ha aceptado ciertos avances tecnológicos, como los videos y los teléfonos celulares.
Turabi, ahora de unos 60 años, fue Ministro de justicia y encabezaba el llamado Ministerio para la Propagación de la Virtud y la Prevención del Vicio —es decir, la policía religiosa— en el régimen talibán anterior.
En ese entonces el mundo condenó los castigos aplicados por el Talibán, que se realizaban en el estadio deportivo de Kabul o en la enorme mezquita Eid Gah, frente cientos de afganos.
Los asesinos eran ajusticiados con un tiro a la cabeza, usualmente por un miembro de la familia de la víctima, que tenía la opción de recibir dinero y perdonarle la vida al acusado. A los ladrones se les amputaba una mano y a los convictos de robo en carretera se les amputaba una mano y un pie.
Los juicios casi nunca estaban abiertos al público y los tribunales estaban parcializados hacia los clérigos islámicos, cuyo conocimiento de las leyes se limitaba a los edictos religiosos.
Turabi aseguró que ahora los jueces —incluyendo mujeres— serán quienes decidan los casos, pero insistió en que la base de las leyes afganas será el Corán. Añadió que los castigos del régimen anterior volverán.
“Cortar manos es sumamente necesario por razones de seguridad”, afirmó, aseverando que el castigo tiene un efecto disuasivo. El Gobierno, añadió, está estudiando la posibilidad de volver a hacer públicos los castigos y “ya desarrollaremos una política al respecto”.
En días recientes en Kabul, guardias talibanes resucitaron un castigo que usaban en el pasado: humillar en público a hombres acusados de hurtos menores.
Por lo menos en dos ocasiones la semana pasada, varios hombres fueron colocados, maniatados, en la parte trasera de un camión y paseados por las calles para humillarlos. A uno le pintaron la cara para identificarlo como ladrón y al otro le pusieron pan viejo en la boca. No quedaba claro cuál había sido el delito cometido.
Turabi, un hombre bajo con turbante blanco y una barba blanca desordenada, cojeaba al caminar con su pierna artificial. Perdió una pierna y un ojo en combates contra la ocupación soviética en la década de 1980.
Ahora Turabi está a cargo del sistema penitenciario del país. Junto con otros dirigentes talibanes —incluyendo miembros del Gabinete, todos hombres— están en la lista de individuos sanciones por Naciones Unidas.
Durante el régimen anterior, Turabi era uno de los líderes más radicales de la agrupación. Cuando el Talibán llegó al poder por primera vez en 1996, le gritó a una mujer periodista por estar en una sala donde había hombres y seguidamente abofeteó a un hombre que le objetó haber tratado así a la mujer.