La brecha salarial es una realidad en todo México, pero hay zonas del país en las que golpea aún más fuerte a las mujeres. Las causas: el trabajo de cuidados y la informalidad, dos problemas que se agudizaron durante la pandemia.
Ciudad de México, 23 de septiembre (SinEmbargo).- Durante su vida laboral, una mujer en México no logrará igualar el salario de un hombre sin importar su formación educativa. Las oportunidades de igual el salario disminuyen si las mujeres tienen hijos o conforme aumenta su edad; con los hombres ocurre lo contrario.
Pero hay otro factor que determina la brecha salarial de género y es el lugar en el que viven.
Actualmente, según datos de la Secretaría del Trabajo y Previsión Social (STPS) y del Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS), en Campeche, Zacatecas y Coahuila, las mujeres ganan 100 pesos menos que los hombres al día.
A nivel nacional, la brecha es de 54 pesos, es decir, una diferencia del 12 por ciento: el salario promedio de los hombres se ubica en 449.57 pesos y el de las mujeres en 395.48 pesos.
De acuerdo con esos datos, en Campeche es donde esta diferencia está más marcada, ya que las mujeres perciben 113.3 pesos menos al día; en Zacatecas, 105.98 pesos y en Coahuila, 100.83 pesos.
Le siguen Chihuahua, en donde las mujeres ganan en promedio 88.97 pesos menos que los hombres; Aguascalientes, 84.99 pesos y Guanajuato, 84.53 pesos.
Para la Organización Mundial del Trabajo (OIT), las trayectorias laborales que siguen hombres y mujeres muestran las desigualdades a las que se enfrentan ellas incluso en cómo se refiere la sociedad a sus oficios, por ejemplo, un hombre es un chef y una mujer es una cocinera; un hombre es un sastre y una mujer es costurera.
Los estudios de la OIT indican que aunque se ha avanzado en la incursión de las mujeres en el mercado laboral, aún prevalece la idea de que es el hombre el que tiene el mandato de ser el proveedor económico y para las mujeres sólo queda la complementar ese ingreso principal, lo que conlleva a restarle valor a su actividad económica.
De acuerdo con los datos de la STPS, el IMSS y el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi), el mercado laboral para las mujeres en México es reducido y mal pagado: del total de personas ocupadas, 60.4 por ciento (33.6 millones) son hombres y 39.6 por ciento (22 millones) son mujeres.
A eso hay que sumar otro factor, la informalidad, un sector donde trabajan la mayoría de las mujeres. Para Carmen Ponce, economista y colaboradora de Comunicación e Información para la Mujer (CIMAC), este elemento no se toma en cuenta al hablar de la brecha laboral.
De seis de cada 10 personas ocupadas, el 56.2 por ciento, tienen un empleo informal, es decir, 31.3 millones y el porcentaje de mujeres ocupadas en la informalidad aumenta y se aleja en relación a los hombres en esta situación: para el grupo de 15 a 19 años, el porcentaje de hombres en la informalidad es de 82.4 contra 81.4 por ciento de las mujeres en esta edad, mientras que para el grupo de 60 y más años, 76.9 por ciento de las mujeres ocupadas están en la informalidad, y los hombres están en un 70.1 por ciento.
Las cifras más recientes del Inegi señalan que el 45 por ciento de las mujeres tiene un empleo remunerado y de ese total, el 57 por ciento trabaja en la informalidad.
Pero en el otro extremo las mujeres con preparación académica alta se enfrentan a la brecha laboral por un asunto de discriminación al tratarse de un mundo esencialmente masculino.
“La mujer irrumpe en ese mundo laboral —de manera masiva— apenas en el siglo XX y además es un fenómeno urbano […] se incorpora a un mundo masculino y enfrenta una serie de barreras no sólo económicas sino además que se traducen en la posibilidad de ascender. En esa pirámide la mujer está en la parte de abajo y subir le cuesta el doble de esfuerzo que a un hombre”, explicó Ponce.
TRABAJO Y PRIVILEGIO
Hablar de brecha salarial e informalidad es englobar uno de los problemas que aquejan a las mujeres.
En entrevista con SinEmbargo, Carmen Ponce explicó que al hablar de brecha laboral, por un lado, es un hecho que las mujeres ganan 30 por ciento menos que los hombres, pero que esa es la minoría, ya que por otro están las trabajadoras informales, que son la mayoría.
“Si nos quedamos en la brecha salarial de las trabajadoras formales, estaríamos revisando el 40 por ciento de la población ocupada, el 60 por ciento en promedio no tiene derechos y la brecha salarial es mucho mayor. Lo que se nota en ambos casos, es un 30 por ciento de brecha salarial promedio. Además, en la medida en que aumenta el salario mínimo, mientras más crece el salario disminuye la proporción de mujeres trabajando y se concentra en sueldos de uno o dos salarios mínimos”, comentó.
Si a esa situación, agregó Ponce, se le suma la pandemia, lo que se tiene es que aunque la recuperación del empleo avanza, para las mujeres va más lento, ya que la mayoría estaban trabajando en las áreas más afectadas por la pandemia, que son los servicios, restaurantes, turismo y sector salud.
Eso es por la pandemia, es decir, un factor que cumplirá ya dos años, pero hay otro factor que es histórico: la carga de cuidados que se multiplicó durante la pandemia.
“El simple hecho de que se cancelaran las guarderías y las clases presenciales nos da una idea de lo que ha implicado para las mujeres tener que atender una carga creciente de cuidados y de limpieza de la casa porque esa también creció y además atender la vida laboral. Se volvió mucho más complicado”, indicó Carmen Ponce.
“Se tiene que trabajar en un sistema nacional de cuidados, en un Estado de bienestar. Que de verdad el Estado asuma la responsabilidad de atender a la primera infancia y a los adultos mayores, porque en esos dos extremos de la cadena demográfica la que hace los cuidados es la mujer, nadie más […] Las estadísticas muestran que el 70 por ciento de las personas que han fallecido por COVID eran jefes de familia y esto implica que el número de niños huérfanos y desamparados se multiplicó. El Estado tiene que hacerse cargo de eso y significa que se construya una oferta de servicios importantes y de buena calidad”, añadió Ponce.
Mencionó como ejemplo que en el Proyecto de Presupuesto de Egresos de la Federación (PPEF) para 2022 viene un aumento importante para guarderías del IMSS, “pero ¿quién tiene acceso a las guarderías del IMSS? solo las trabajadoras formales y el 60 por ciento las que no tienen acceso a esas guarderías”.
“Hay estados, los más pobres, en donde el porcentaje de informalidad llega al 80, es decir 8 de cada 10 trabajadoras no tienen derechos laborales. Está muy bien que aumenten el presupuesto para las guarderías del IMSS, pero ¿qué pasa con el 60 por ciento? Lo ignoran. Dan el concepto de privilegio más que derechos porque sólo un grupo reducido de la población tiene un trabajo formal”, criticó.
De acuerdo con la OIT, las mujeres trabajan en promedio menos horas que los hombres en forma asalariada, en gran medida provocado por otros tipos de desigualdades de género generadas dentro y fuera del mercado laboral, como “la distribución injusta de los cuidados que limita la participación laboral de las mujeres en igualdad de condiciones con los hombres, o las prácticas culturales que aún mandatan a las mujeres a no trabajar fuera del hogar si hay hombres proveedores o los ingresos familiares son suficientes”.