NOROESTE

Festival Escena Mazatlán reconoce la trayectoria del actor Bruno Bichir luego de su actuación en Oleanna

23/09/2018 - 7:05 pm

Al término de la obra y después de un largo aplauso, Raul Rico, director general del Instituto de Cultura de Mazatlán, salió al escenario para agradecer a los actores el que hayan ofrecido una experiencia teatral trascendente a los mazatlecos.

La obra obliga al espectador a ser partícipe y tomar decisiones. Al final, el público decide quién tiene la razón luego de escuchar a ambos personajes, “Carolina” y el “Maestro”, quienes exponen argumentos sólidos sobre su planteamiento.

Por Héctor Guardado

Mazatlán/Ciudad de México, 23 de septiembre (Noroeste/SinEmbargo).- El teatro es el espejo donde se refleja el ser humano para descubrirse, para aprender de él mismo, para emocionarse explorando la naturaleza profunda de su ser. El actor Bruno Bichir acercó al público mazatleco a esta experiencia con la obra Oleanna, escrita por una de las glorias de la dramaturgia estadounidense, David Mamet.

La obra obliga al espectador a ser partícipe, a tomar decisiones, a asumir su compromiso con la realidad. El final es abierto, es cada miembro del público en un acto introspectivo quien decide quién tiene la razón, después de entrar en un conflicto existencial, porque ambos personajes, “Carolina” y el “Maestro” exponen argumentos sólidos sobre su planteamiento.

El dramaturgo presenta la situación de dos personajes, una alumna que llega sumisa, vulnerable, tímida al cubículo del maestro a pedir una explicación sobre su calificación; él es quien tiene el poder en ese momento. El dramaturgo plantea situaciones ambiguas, un toque de hombro, un simple acercamiento, frases irrelevantes sobre la mujer, palabras que denotan comprensión o cariño.

Ahí empieza el juego del poder. En la primera parte él domina, su neurosis se revela en titubeos, en desesperación por no poder solucionar la compra de su casa, un sueño que se va a realizar gracias a su promoción como maestro titular de la universidad.

En el primer contacto con su alumna, el maestro expone una severa crítica al sistema educativo, que es una línea del texto que provoca una reflexión sobre la ineficacia de los procesos de enseñanza.

Foto: Especial

Los diálogos en la obra están desestructurados para crear, a propósito, cierta confusión que lleva al espectador a experimentar, igual que los personajes, angustia por no poder comunicarse con efectividad, por sentir que se entienden las ideas que expresan, esto deja vulnerables a los dos.

La obra da un giro inesperado cuando el público se entera que “Carolina” demanda al “Maestro” por acoso; ella en el escrito que manda a la dirección interpreta el gesto de poner la mano sobre su hombro como tocamientos con intenciones sexuales, tergiversa cada una de las acciones que sucedieron.

El “Maestro” está en peligro de perder su titularidad y la posibilidad de tener su casa, ella tiene en ese momento el poder y lo usa para humillar, él trata de convencerla que desista de la demanda. El público se asoma a la escena y en su interior se generan sentimientos de venganza, deseos de justicia, compasión dirigidos a cada uno de los personajes en un juego en el que el espectador tiene que elegir quién tiene la razón.

La obra hace reflexionar sobre las interpretaciones que llevan a linchamientos en las redes o en los programas de televisión, la atmósfera de terror que genera lo políticamente correcto provoca que tocar un hombro pueda ser interpretado como acoso sexual. Plantea qué tiene de positivo que las relaciones humanas ya no puedan darse en una atmósfera de afecto, porque ya no se pueden hacer demostraciones genuinas y espontáneas, porque pueden ser mal interpretadas.

Es una obra inquietante, contundente, que logra su objetivo de cimbrar al público por un trabajo actoral espléndido. Bruno Bichir convence de la neurosis del “Maestro” con su exasperante tartamudeo y titubeo, Tato Alexander crea su contraparte con una emoción contenida, ambos incendian el escenario y cargan de energía al patio de butacas con su actuación.

Es una obra que se concentra en la capacidad actoral, no hay escenografía, solo un pizarrón y dos pupitres están en el foro, el trazo es mínimo, los actores crean todas las emociones desde su interior y las lanzan al espectador que al final tiene que decidir y analizar que las verdades absolutas no existen.

La genialidad del autor del texto, David Mamet, y el talento actoral de Bruno Bichir y Tato Alexander ofrecieron al público mazatleco una experiencia teatral de enorme calidad.

El teatro lució casi un lleno, lo que habla de la consolidación del éxito del Festival Escena Mazatlán, el 90 por ciento de los lugares ocupados fueron vendidos.

RECONOCIMIENTO A BRUNO BICHIR

Después de un largo aplauso, Raul Rico, director general del Instituto de Cultura de Mazatlán, salió al escenario para agradecer a los actores su arte y su profundo trabajo para entregar una experiencia teatral trascendente a los mazatlecos.

Foto: Especial

“Hoy reconocemos la trayectoria de Bruno Bichir, le reconocemos la dedicación, la entrega y sobre todo la congruencia artística, su trabajo en el Foro Shakespeare garantiza que el legado de la familia Bichir trascienda el tiempo”, comentó Raúl Rico.

Por su parte, el actor agradeció y habló sobre el cierre del Foro Shakespeare, que es un proyecto que ellos han dirigido pro muchos años.

“Estamos a ocho días de cerrar el Foro Shakespeare, por eso estamos en llamas, sufriendo esta perdida, luchando porque sobreviva el proyecto de una o de otra manera; hoy por hoy el foro cierra y esperamos que no por mucho tiempo y como diría Shakespeare: “Estamos hechos de la misma materia de los sueños”.

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