Melvin Cantarell Gamboa
23/08/2023 - 12:05 am
Los izquierdistas más inteligentes que los de derecha. Primera parte
“¿Qué distingue históricamente a quienes se sitúan a la izquierda de aquellos sujetos que con sus actitudes, creencias e intenciones quisieran que nada cambiara, que todo permanezca como está y que en política votan por la derecha?”.
Un comentario sobre educación
“Lo que constituye la irreductibilidad de un ser es su individualidad, no su subjetividad, su humanidad ni su personalidad”
-Michel Onfray.
En mi artículo anterior cité al final del mismo dos estudios realizados en el Reino Unido, uno en 1958 y otro en 1970, incluyó a más de 15 mil personas. La información recopilada comparó el nivel de inteligencia de los sujetos incluidos detectado en su niñez con sus pensamientos políticos en la adultez; las mediciones se hicieron en 2008 y 2012. Según las conclusiones del equipo investigador, las personas con un nivel de inteligencia inferior gravitan en torno a pensamientos políticos de derecha. Un segundo estudio, ahora realizado por un grupo de científicos de la Universidad de Gante en Bélgica, tras estudiar a 900 personas, encontró que los más cercanos a posiciones políticas de derecha tienen menos habilidades emocionales relacionadas con actitudes sociales, culturales y económicas y registran también prejuicios étnicos explícitos. Al establecer la relación entre habilidades emocionales y cognitivas los investigadores descubrieron que los sujetos que se identifican con posiciones políticas de derecha manifiestan una menor comprensión y mayores prejuicios hacia las personas a quienes no consideran sus iguales (ambos estudios pueden consultarse en internet).
Hay, sin embargo, otras razones y evidencias que confirman estos resultados. Hagámonos la siguiente pregunta: ¿Qué distingue históricamente a quienes se sitúan a la izquierda de aquellos sujetos que con sus actitudes, creencias e intenciones quisieran que nada cambiara, que todo permanezca como está y que en política votan por la derecha?
Quienes han seguido mis artículos saben que en la mayoría de ellos he llamado siempre a la liberación del individuo, a ocuparse, construirse y pensar por sí mismo; pero sobre todo a romper toda tutela, control y sumisión a fuerzas externas para practicar el arte de ser uno mismo, fabricar soberanamente los detalles de la propia vida y no ser un instrumento sometido al capricho y voluntad de otros. Este proyecto emancipador, aunque sea difícil de creer, como comentaremos más adelante, está presente en la historia de la democracia contemporánea; por ejemplo: los predecesores de la derecha actual, se vieron en la transición del feudalismo al capitalismo en la necesidad de romper la heteronomía de las monarquías absolutistas y de la iglesia para adaptar el estatus quo a sus intereses; el asalto al poder dio inició con el ataque a los fundamentos ideológicos del enemigo, costumbres, tradición y prejuicios. Lo logró, hacia el siglo XVIII, llamando al sujeto social a liberarse de toda tutela, a pensar lo que quisiera, incluso cuestionar a los que se adjudicaban la posesión de la verdad, siempre y cuando mantuvieran la obediencia incondicionalmente al mandato de sus superiores y líderes.
Intentaré en lo que sigue dar un rodeo para establecer el vínculo entre los resultados obtenidos en las encuestas canadienses y belgas mencionadas y la lucha entre izquierda y derecha en el contexto político que vivimos, en que se supone que una colectividad independiente y autónoma decide quien debe gobernar. Las preferencias se mueven entre posiciones de izquierda y derecha, sin punto medio, eso sí, con diferentes matices. Esta tesis se resume en la puesta en tela de juicio de la inteligencia de quienes sin pertenecer a la clase dominante se dicen de derecha.
Mi argumentación se nutre de entender el poder político, la democracia, las instituciones y las leyes como creaciones humanas, que en ningún momento una civilización o una cultura es un estado de cosas terminado, sino un proceso histórico que hace posible una comunidad de individuos libres, que aspiran a convivir sin agresiones en una colectividad justa, sin desigualdades abismales mediante la participación igualitaria de sus componentes en la solución de problemas y asuntos comunes, en especial, al decidir quién debe conducir el proceso. A quienes así piensan los identifico como individuos de izquierda.
Escribe Cornelio Castoriadis (consultar La ciudad y las leyes y Lo que hace a Grecia. FCE): El primer momento de creación de una sociedad que tiende hacia la autonomía o que manifiesta la posibilidad concreta de esa autonomía en el deseo de una sociedad mejor, menos desigual y más justa, se logra con la afirmación de la actividad constituyente explícita de los ciudadanos que va mucho más allá de la esfera propiamente política, es decir, se expresa en la ampliación de la base humana con autonomía social e individual.
En contrario, a quienes pugnan por la restauración de un Estado al que hay que volver para restituir a los antiguos dominadores sus privilegios y niegan el poder instituyente del demos (pueblo) y, políticamente, lejos de elegir por lo nuevo, defienden lo indefendible, aun cuando los hechos demostraron su falibilidad histórica, como lo demuestran los resultados obtenidos durante los últimos seis sexenios neoliberales del prianismo, los sitúo a la derecha.
Nadie con dos dedos de frente puede pensar que las sociedades no deben renovarse ni buscar su mejoría; la historia demuestra que no hay sociedad a la que no haya que modificar, rehacer e, incluso mudar; las sociedades humanas están, sin excepción, en continuo proceso de autoconstitución y creación histórica.
En todas ellas los cambios empiezan cuando la situación de los más pobres se hace insoportable y la condición de la clase dominante se manifiesta en excesos de riqueza, lujos y derroche y, en consecuencia, el bienestar general es puesto en entredicho; entonces no sólo es válido reformar, revolucionar la sociedad y metamorfosear sus leyes e instituciones. Desde esta perspectiva, aferrarse a conservar lo que existe es antihistórico. Aunque no lo crean, la democracia liberal y la clase burguesa tuvieron su momento revolucionario, como hoy se le da a la izquierda; enfrentaron el conservadurismo de la iglesia y el absolutismo de los monarcas en la transición del feudalismo al capitalismo y que de modo tan espléndido describe Emmanuel Kant en su artículo ¿Qué es la Ilustración? (Filosofía de la historia. FCE).
El filósofo llama a razonar con autonomía, dice: “Usa tu cabeza, líbrate de todos los prejuicios, no aceptes nada sin cuestionar sus fundamentos racionales, conserva siempre una distancia crítica”, sin embargo, antes, Kant había escrito: Razona lo que quieras ¡pero obedece! Lo cual quiere decir que el “hombre autónomo kantiano”, como hoy el sujeto de derecha, debe de supeditarse a las órdenes del jefe, del ilustrado, al que “sabe pensar” y decide lo que la manada debe hacer y contra quien actuar; el receptor del mandato se metamorfosea, de esta manera, en el hombre cero de Nietzsche.
Los actuales políticos de derecha operan con esta regla, piden a los menos inteligentes que obedezcan incondicionalmente, a esto le llaman “práctica democrática”, y a fin de ocultar la imagen que se adjudican esconden sus verdaderas intenciones, ponen énfasis en la competencia política, no en los problemas nacionales; en la elección de la figura de quien debe encabezar la candidatura del Frente Opositor no en las necesidades de los pobres. Las cuestiones de Estado, el mañana de la nación y los grandes problemas sociales les tiene sin cuidado porque se saben incapaces de enfrentarlos con propuestas innovadoras de futuro; estos no caben en su imaginario que se agota en la pretensión de restaurar su humillante y degradado dominio.
Conocedores y dominadores del arte de someter al individuo y convertirlo en sujeto manejable y obediente recurren desesperadamente a medios deshonestos e indignos para ganarse la aquiescencia de ciudadanos que de buena fe caen en sus trampas; desafortunadamente no sólo destruyen al individuo, sino que, con engaños, lo obligan a abandonar su reflexibilidad propia y su autonomía para decidir e, incluso, operar en contra de sí mismos y del cuerpo social.
……
Abro un paréntesis para hacer un apretado comentario sobre educación sin entrar a la polémica en torno a los libros de texto, que no he leído. Parto de la tesis de que todo sistema escolar, por así convenirle, vive de adiestrar y domesticar a las nuevas generaciones; su objetivo y razón de ser está en función de las necesidades materiales y espirituales, no del pueblo, sino de la clase dominante y de las élites de acuerdo al proyecto vigente de reproducción económica que tienen establecido; bien, la escuela es la responsable y el medio idóneo para conseguirlo pues produce, alimenta y forma al sujeto ideal que el modo de producción y la cultura hegemónica reclaman. De esta manera, el sujeto de la educación es formateado de acuerdo a los usos sociales que de él puede hacerse, no en virtud de su inteligencia o capacidad de crear, pensar y vivir, sino de su utilidad como producto terminado para su uso en el mercado. En consecuencia, la integración de las nuevas generaciones a la sociedad no se da de acuerdo a las cualidades individuales del ser social, sino en función del certificado profesional otorgado por el Estado que da al sujeto un destino condicionado a su competencia, productividad y grado de adaptabilidad, obediencia y sumisión a sus deberes.
Bien, la lógica que ha imperado en la educación a lo largo de nuestra vida independiente y que ha impuesto el Estado como tradición educadora en México (con excepción de la educación socialista que impulsó Lázaro Cárdenas y que todavía, afortunadamente, inspira a algunos profesores) se caracteriza por someter a niños y jóvenes a la aceptación sin rebeldía de reglas, comportamientos y subordinación a los dictados oficiales sin cuestionarlos; todavía hoy los planes educativos limitan, obstaculizan, castran y contienen la independencia, autonomía y libre determinación de los estudiantes para decidir sobre qué debe enseñarse en las aulas que realmente sirva a la sociedad, al beneficio de la humanidad y a su propia realización como seres humanos (recomiendo a profesores, funcionarios y padres de familia pensantes el libro del fallecido antropólogo David Graeber, Trabajos de mierda, publicado por Editorial Ariel para que se enteren que la mayoría de las carreras que se imparten en las Universidades, tecnológicos, etc., etc. son de mierda, si fuera cierto que la educación en México sirve al “progreso” de la nación y al bienestar del pueblo desinteresadamente y no en beneficio de una minoría selecta, nada debería cambiarse, pero no es así.
Lo que el grupo gestor del movimiento contra los nuevos libros de texto quiere, utilizando como garlitos la defensa de la familia, la patria, Dios, la fe, las “grandes virtudes”, la religión, en suma, la protección de las ideologías de derecha, es que el mexicano común se someta sin comprender o cuestionar su rabiosa y colérica reacción ante una nueva visión de lo que debe enseñarse en las aulas ¿Será porque altera el plácido transcurrir de planes educativos absolutamente obsoletos por otra diferente propuesta educativa que insinúa, al menos, la apertura a una subjetividad liberada de lo meramente utilitario, pragmático e instrumental de la escuela tradicional? Si es así, me parece retrógrado, reaccionario y conservador.
Los conservadores y el sistema mismo, al escandalizarse y atacar rabiosamente los textos oficiales deben saber que la burguesía occidental, de la que forman parte, en su confrontación con las fuerzas reactivas de conservación y control de la Iglesia y el Estado absolutista hicieron lo mismo que la cuarta transformación está haciendo hoy. Solo que ustedes los conservadores y reaccionarios privilegiados del sistema, saben al tratar de proteger sus intereses y la reproducción infinita del establishment, que en su relación de fuerzas con el actual Gobierno están en desventaja, que no forman una fuerza independiente ni pueden constituirla en cantidad y cualidades y, en consecuencia, buscan desesperadamente entre sus víctimas históricas, pero principalmente en los sectores más ingenuos y fanáticos el número suficiente para constituir un rebaño que les saque las castañas del fuego.
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