Le habían quitado su pasaporte y no podía ir en persona a San Francisco, sin embargo, el artista se las arregló para montar una exposición en la afamada prisión estadounidense.
Por Hanna Quevedo, Creators Project
Ciudad de México, 23 de julio (SinEmbargo/ViceMedia).– Todos sabemos de las aguas frías e infestadas de tiburones que rodean a la famosa e icónica Isla de Alcatraz en la Bahía de San Francisco, CA. El escapar de esta cárcel ha sido tema de películas e historias desde que dejó de funcionar como prisión en 1963.
Alcatraz es uno de los monumentos más visitados en EU y el caminar entre estos muros húmedos es espeluznante… los suicidios, asesinatos y crímenes que estas paredes vieron son, definitivamente, ideas que el artista chino recuperó (y, a su vez, corrompió) instalando su obra en Alcatraz en 2014.
En el tiempo que Ai Weiwei fue invitado a realizar esta exposición, estaba recluido en su país por el gobierno chino. Le habían quitado su pasaporte y no podía ir en persona a San Francisco, idea que expresa en su obra cuando habla de la falta de libertad (la suya incluida) dentro de esta cárcel que ya de por sí representa esa coerción.
La curadora de la exhibición (Cheryl Haynes) contaba sobre la experiencia de trabajar con un artista que está recluido: “tuve que ir seis veces a su estudio para llevarle videos, películas, libros, planos…”. Además de videoconferencias durante todo el proceso, Ai Weiwei mandaría a un grupo de trabajadores de su estudio a completar la instalación tal y como él quería.
@Large fue el nombre elegido para la exposición. “At large”, aunque poco utilizado en este sentido, significa “fugado, escapado”, y consta de un impactante recorrido en la cárcel que comienza en la lavandería y nos habla de cómo los oficios en la prisión tenían que ser “conquistados”. Es la idea que representan las cometas que se encontraban en la nave central y que portaban mensajes de Julian Assange y Edward Snowden.
Parte de este “gran” recorrido era una sala con enormes retratos realizados con legos. Estos retratados habían sido defensores de la libertad en algún momento de la historia: Nelson Mandela, Martin Luther King… destacaban, por supuesto.
Una vez atravesado el patio donde los reclusos podían disfrutar de los rayos del sol durante veinte minutos al día (si se portaban bien) Ai Weiwei nos conducía hacia pasillos frívolos, casi abandonados, donde los sonidos de armónica y guitarra (instrumentos que solían permitirse como “objetos de entretenimiento” a los presos de Alcatraz) se camuflaban entre barrotes de hierro recordando así a aquellos como Víctor Jara o Violeta Parra quienes sufrieron las prohibiciones de un sistema que no abogaba, precisamente, por la libertad.