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Alejandro Páez Varela

23/07/2012 - 12:03 am

Mezquinos

No soy de los que dicen que la televisión impuso a Enrique Peña Nieto. Digo que fue una mayoría quien lo hizo, y antes de que me caigan a palos déjenme terminar. Los votos allí están, contados. Esa es la mayoría a la que me refiero: la contable. No he visto evidencia que me permita […]

No soy de los que dicen que la televisión impuso a Enrique Peña Nieto. Digo que fue una mayoría quien lo hizo, y antes de que me caigan a palos déjenme terminar. Los votos allí están, contados. Esa es la mayoría a la que me refiero: la contable. No he visto evidencia que me permita asegurar que se manipuló de manera masiva el programa pedorro que usó el IFE para contar los sufragios de la elección presidencial.

Creo, más bien, que poderes mezquinos participaron para que esa mayoría (lograda con 3 millones de votos) hiciera a Peña Nieto virtual ganador del proceso electoral de 2012. Poderes mezquinos como el de las televisoras, o como el de un ciudadano cualquiera.

El fraude no fue en las oficinas del IFE, pues. El fraude fue en la calle. Pero resulta que ese tipo de fraude no es un “fraude electoral”, y me explico: no es suficiente, según las leyes, para anular una elección. Monex, Soriana, compra de votos, acarreo y todo el cochinero será castigado, si se castiga, allá por 2013, con multas, y no podrá impedir que llegue Peña Nieto a Los Pinos.

El fraude no fue con un programa del IFE, sino justo en donde el IFE cerró los ojos. El fraude fue que con la fuerza de la publicidad se impusiera en el ánimo de millones de mexicanos a un monigote de plástico, con novia famosa y con peinado de telenovela. Fraude fue que sacaran dinero de no se dónde para comprar a los que se dejaran comprar. Fraude fue que lanzaran promesas que no podrán cumplir.

Y hubo fraude hormiga: el de aquellos que tomaron dinero a sabiendas de lo que esto significaba, y votaron por el PRI o le hicieron el trabajo sucio.

Así, con mentiras y dinero a raudales, sacaron a esa mayoría a votar –que en realidad es una proporción mínima de la población– y el aparato resultó ganador. La televisión no impuso a Peña Nieto: fueron muchos mexicanos convencidos (engañados o copartícipes) los que le dieron el triunfo.

Y está la otra mezquindad: la de aquellos que ya están en el futbol, en la vida diaria, en las telenovelas, en las cervezas y en los güisquis. La de los que ven con güeva las protestas y a los que marchan. Los que quieren que llegue Navidad, los Reyes Magos, la Candelaria o como se le llame. Quieren que pase este periplo y que empiece la siguiente temporada de Glee o de la liguilla o de la Copa del Rey (¿hay una Copa del Rey?).

Porque muchos quieren que ya se instale el nuevo gobierno porque quizás las cosas cambien y sí, cambiarán. Para algunos.

Y así, con pequeñas y grandes mezquindades, con engaños y chapucerías, el puñado de siempre, los más hábiles, los que realmente lograron colocar a Peña Nieto, ganarán.

***

Lo que a este país le sobra, perdónenme, es mezquindad. Desde arriba hasta abajo: mucha mezquindad. Pero hay de mezquinos a mezquinos.

Hubo ignorancia en algunos que vendieron su voto, y hubo necesidad. Pero también hubo mucha mezquindad.

Hubo mezquindad del PAN de Felipe Calderón con Josefina Vázquez Mota –dicho por los mismos panistas no alineados– y pregunto: ¿hubo mezquindad en la izquierda? Insisto: ¿Fue la izquierda más dura, la más colorada, mezquina con, por ejemplo, Marcelo Ebrard?

Hubo mezquindad en ciertos medios y de ciertos periodistas.

La habilidad del PRI en esta elección fue conjuntar a todos a los mezquinos y ponerlos a trabajar a su favor.

***

Sí, hay de mezquinos a mezquinos.

Necesitas ser un mezquino para volverte el hombre más rico del mundo a partir de un solo pueblo –con 40 millones de pobres– al que tus monopolios secuestraron y exprimen, aprietan, centavo por centavo, sin –obvio– regresarle una sola retribución. Se necesita mezquindad para construir un imperio como el de Carlos Slim, y pararse en eventos internacionales de caridad y dar lecciones de economía cuando la deformación de cualquier principio de igualdad eres tú.

Se necesita ser profundamente mezquino para mantener una guerra por orgullo, para no reconocer que perdiste, que te equivocaste, cuando miles de mexicanos caen muertos. Se necesita ser mezquino si, como Felipe Calderón, no reconoces la emergencia nacional y, como si no pasara nada, intentas imponerle una nueva purga al PAN para mantener el poder después de que lo tuviste y lo malgastaste.

Se necesitar tener mezquindad licuada en las venas para imponerse, a base de mentiras, ante un pueblo desinformado y necesitado. Se necesita tener el doble de mezquindad si esa imposición es en nombre de la democracia, y sólo tiene como objetivo cerrar el círculo de explotación para hacerla total. Se necesita tener los huevos de acero para empujar a la Presidencia de la República a un ignorante, a un individuo apenas preparado para ser burócrata de quinta, cuando el país reclama un esfuerzo mayúsculo para salir del abismo al que ha sido arrastrado por una cadena de intereses. Se necesita ser Emilio Azcárraga para atreverse a tanto, digo.

Y se necesita ser mezquino para vender tu voto si sabes que ese voto es la esperanza de muchos millones.

Hay de mezquinos a mezquinos.

***

Si le atribuimos el triunfo de Peña Nieto a las televisoras, ¿saben qué va a pasar?, que el PRI las va a hacer retroceder en la próxima elección.

Para que no se quejen, dirá.

Pero mantendrá todo su operativo intacto: acarreo, compra de votos, Monex al cuadrado, todas las Soriana, etcétera.

Desgraciadamente, amigos, el problema no es tan fácil. No son las televisoras; ésas son sólo una parte.

El problema son las pequeñas, medianas y grandes mezquindades. Esas que, bien manejadas por el perverso de perversos –el PRI–, permitieron a un individuo de poca monta alcanzar esa cantidad de votos.

 

@paezvarela

http://www.alejandropaez.net

Alejandro Páez Varela
Periodista, escritor. Es autor de las novelas Corazón de Kaláshnikov (Alfaguara 2014, Planeta 2008), Música para Perros (Alfaguara 2013), El Reino de las Moscas (Alfaguara 2012) y Oriundo Laredo (Alfaguara 2017). También de los libros de relatos No Incluye Baterías (Cal y Arena 2009) y Paracaídas que no abre (2007). Escribió Presidente en Espera (Planeta 2011) y es coautor de otros libros de periodismo como La Guerra por Juárez (Planeta, 2008), Los Suspirantes 2006 (Planeta 2005) Los Suspirantes 2012 (Planeta 2011), Los Amos de México (2007), Los Intocables (2008) y Los Suspirantes 2018 (Planeta 2017). Fue subdirector editorial de El Universal, subdirector de la revista Día Siete y editor en Reforma y El Economista. Actualmente es director general de SinEmbargo.mx

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