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Antonio Salgado Borge

23/06/2017 - 12:00 am

El autobús de la discriminación

Un autobús naranja ha comenzado a rodar por diversas ciudades de nuestro país y a estacionarse en nuestras principales plazas públicas.

Los tripulantes y el mensaje que viajan en este singular autobús, denominado por sus creadores “el bus de la libertad”, parecen salidos del siglo pasado. Foto: ConFamilia

Un autobús naranja ha comenzado a rodar por diversas ciudades de nuestro país y a estacionarse en nuestras principales plazas públicas. Cuando las puertas de este autobús naranja se abren aparece el líder de la organización ultraconservadora Confamilia, Juan Dabdoub, una suerte de antiquijote que, acompañado por sus correspondientes antisanchos, anuncia a quienes le escuchan los motivos de su andada: hay gente perversa que quiere “meterse con tus hijos”; gente manipulada a la que hay que detener antes de que destruyan a “la familia” -así en singular- y, con ella, a toda la sociedad.

Los tripulantes y el mensaje que viajan en este singular autobús, denominado por sus creadores “el bus de la libertad”, parecen salidos del siglo pasado. Lo cierto es que lo que los mueve no es original o nuevo. En España la organización ultracatólica Hazte Oír intentó hacer circular un bus casi idéntico por las calles de aquel país, pero éste fue retirado porque un juez consideró que el mensaje que se enviaba en realidad se dirigía a “las personas con una orientación distinta” a las que les negaba esta posibilidad “lesionando de esta manera su dignidad” (El País, 02/03/2017).

Probablemente para evitar correr la misma suerte que su equivalente español, las palabras elegidas por Confamilia para transmitir su mensaje son distintas a las de Hazte Oír. Sin embargo, las diferencias en el lenguaje son meramente superficiales y el mensaje es básicamente el mismo. Así, mientras en los costados del bus de mexicano, escritas en enormes letras blancas, se pueden apreciar las leyendas “¡Dejen a los niños en paz!, #Con mis hijos no se metan”, en el bus español se podía leer “Los niños tienen pene. Las niñas tienen vulva. Que no te engañen.” Esto último forma parte de lo que Confamilia, FNF y demás organizaciones ultraconservadoras mexicanas consideran una verdad biológica que busca ser pervertida por la “ideología de género”.

Mentira 1: se pretende “decir a los niños de 10 años en adelante que pueden tener sexo con adultos y abortar sin el consentimiento de sus padres”.

Que organizaciones mexicanas reaccionarias se opongan a la diversidad y a reconocer libertades no es ninguna sorpresa. Lo que llama la atención de su nueva cruzada motorizada es el tono y el descaro que ha alcanzado su prédica de mentiras evidentes. La primera de las falsedades que difunden está incluida en el texto rotulado en el autobús, donde se afirma que “alguien” pretende “decir a los niños de 10 años en adelante que pueden tener sexo con adultos y abortar sin el consentimiento de sus padres”.

Si Confamilia está tan seguro de que este es el caso tendría que señalar directamente quién y dónde se ha sugerido concretamente lo anterior como una posibilidad real. Y desde luego que si Confamilia no lo ha hecho hasta ahora es porque no hay evidencia concreta alguna de que alguien esté promoviendo públicamente semejante despropósito. Pero eso parece ser obstáculo para que su bus naranja continué circulando por todo el país desinformado a sus seguidores a través de la repetición de su mentira.

No es la primera vez que la verdad es irrelevante para las organizaciones ultraconservadoras mexicanas. Recordemos que el año pasado, diversas asociaciones difundieron sin pudor supuestos cambios en los libros de texto; modificaciones que resultaron ser mentira. Si bien en su momento sólo sus seguidores más fieles aceptaron como verdad este despropósito, las organizaciones implicadas o sus dirigentes nunca pidieron disculpas por engañar a sus bases. Ahora buscan hacer algo similar anunciando entre líneas que se pretende legalizar el estupro.

La frase elegida por Confamilia para transmitir su mensaje es desafortunada por partida doble: además de representar una mentira, su redacción probablemente implica más de lo que quieren decir. En el bus se lee textualmente “tener sexo con adultos y abortar sin el consentimiento de sus padres”. Dado que la letra y representa conjunción, la frase anterior en realidad significa que lo que molesta no es el estupro, sino que los niños no tengan “permiso” de sus padres para tener sexo con adultos. No creo que este sea el propósito de Confamilia, así que me permito abrir dos líneas de explicación posibles: a) una redacción tramposa para generar más alarma, o b) un error elemental en el uso de conjunciones y disyunciones.

 Mentira 2: ideología de género y biología

La segunda de las mentiras que se proclamará desde el bus de Confamilia es más compleja que la primera, así que el resto de este texto –y futuras entregas de esta columna- estará dedicado a analizarla detenidamente: Desde el bus de Confamilia se pretende alertar contra una supuesta conspiración mundial que es conocida por algunos ultraconservadores como “ideología de género”. Esta “ideología”, supuestamente generada y promovida por un poderoso y omnisciente “lobby gay”, promueve la concepción del género como algo socialmente construido y no como algo “natural”. Además, mediante diversos recursos el “lobby gay” supuestamente pretende “programar” subliminalmente a la sociedad para que acepten premisas supuestamente contrarias a la biología y a la ciencia.

Confamilia y sus aliados creen que la educación con perspectiva de género es parte de esta perversa ideología, y han dado pruebas de que consideran a los que defienden la diversidad o el matrimonio igualitario como parte de este “lobby”. Cuando se le preguntó en Mérida si su iniciativa era promovida por el PAN, Dabdoub respondió: “pareciera que los miembros del PAN se volvieron gays o pro gays porque apoyan ese tipo de ideología de género distinta” (Diario de Yucatán, 21/07/2017).

Para evidenciar el tamaño de esta segunda mentira, empecemos por lo básico. Decir que niño=pene y niña =vagina puede parecer inofensivo, pero en el contexto en que se dice resulta sumamente tramposo. Para ver por qué es este el caso, consideremos que algunos ultraconservadores afirman que las igualdades niño=pene y niña =vagina son tan verdaderas como la igualdad matemática 1+1=2. Pero la analogía con las matemáticas no tiene sentido: las verdades matemáticas son analíticas; es decir, no requieren relación con la realidad y que se siguen de cadenas de razonamientos abstractos. Lo que los ultraconservadores anuncian es, cuando mucho, una igualdad biológica que es necesariamente sintética; es decir, requiere de evidencia empírica para ser conocida. Un ejemplo de este tipo de igualdades es: agua=H2O. La analogía matemática, pues, no corresponde.

Pero concentrémonos en el supuesto argumento biológico que Confamilia y compañía anuncian desde su autobús. Claro que hay personas que nacen con vagina y personas que nacen con pene –y, les faltó decir, personas que nacen con otras combinaciones-. Pero esa no puede ser el gran acontecimiento que ha llevado a Confamilia a embarcarse en una costosa y contraproducente gira. Al decir que “niño=pene, niña =vagina” los ultraconservadores utilizan un truco que consiste en promover el “error de categoría”: es decir, se pretende que el debate es realmente si los individuos nacen con pene o con vagina. Con este truco, buscan confundir a sus seguidores y ocultar que el debate, no es sobre el sexo, una categoría –cuando mucho- biológica, sino sobre el género, una categoría necesariamente social.

Para ver por qué este es el caso, empecemos aclarando que los hechos anatómicos y los significados sociales pueden ser claramente distinguidos; el “género” puede ser entendido como el “significado social del sexo”. Sally Haslanger, profesora del MIT, explica que el género es definido en términos de sociales acudiendo al ejemplo de la relación entre un arrendador y un arrendatario, que es constituida por condiciones sociales, históricas, culturales… En las relaciones socialmente constituidas, uno sabe qué esperar de cada parte, y cómo cada parte debe actuar para cumplir con su rol. De la misma forma, el género es constituido por las relaciones sociales que prevalecen en un momento histórico dado. Esto significa que vagina no equivale automáticamente a cocina, rosa, vestido, delicadeza, muñecas o atracción por los hombres… y pene no equivale automáticamente a azul, coches, fútbol, acción o atracción por las mujeres.

Los ultraconservadores podrían argumentar en este punto que lo anterior es mentira: que el sexo y el género son una y la misma categoría. Por el momento, asumamos, para entender su argumento, que el sexo es lo que se conoce en filosofía como una categoría natural; una categoría como agua, calor o electricidad que “recoge” verdades lo menos socialmente influenciadas posibles y que recogen los fundamentos mismos del universo. Pero entonces los ultraconservadores tendrían que decir a qué características implícitas se refiere una persona cuando usa el término “género” –para que un término no esté vacío, este debe tener un referente-. Y aquí nos toparemos con que lo verdaderamente científico es que el género, al igual que la raza, no tienen referencia si no se les considera elementos socialmente constituidos; quien afirme lo contrario, tendría que mostrar cuáles son las verdades biológicas que “recogemos” al usar el término “género”.

En este momento los simpatizantes de Confamilia, FNF y demás pueden afirmar que “parte” del género es construida socialmente, peque que otra “parte” tiene una base biológica: el sexo. -Es de suyo debatible si el sexo mismo es una categoría social o no, pero ese debate no será abordado en este texto-. Sin embargo, este movimiento no les exime de la responsabilidad de sustentar sus dichos mostrando cuál es la “parte” del género que tiene una base biológica y exactamente cuál es la relación causal entre esa “parte” y lo físico de lo que depende. Correlación no implica casualidad, y de no encontrarse este elemento los simpatizantes de Confamilia tendrían que aceptar que la causa de que más personas con pene se asocien con el género que representa lo masculino es constituida socialmente.

A Confamilia todavía le queda el último recurso de decir que todo lo anterior son razonamientos rebuscados para complicar lo “obvio”; que hay cosas “evidentes” o de “sentido común” que no requieren mayor explicación. Pero a quienes piensan así habría que recordarles que el sentido común es una muy mala guía para deducir verdades naturales complejas o constitutivas –no es cosa de sentido común haber descubierto que el agua es H20, o que el tiempo y espacio son lo mismo. La simplificación y la apelación a “obviedades” ha sido causa de opresión a lo largo de la historia y en el siglo XXI se ha convertido en una muy bien documentada estrategia perfeccionada por los Republicanos más conservadores y el Tea Party en Estados Unidos que se llama “conservadurismo de sentido común”. De esta forma, Donald Trump se paraba como candidato en sus mítines invernales bajo la nieve y decía que “le mostraran dónde estaba” el calentamiento global.

Conclusión

La cruzada del Confamilia no tiene sentido y no puede entenderse como algo distinto a la promoción de la discriminación contra todos los mexicanos que no son heterosexuales. No es casualidad que la aceptación de la perspectiva de género que Confamilia busca combatir sea masivamente aceptada en países con alto nivel de educación y desarrollo económico como Dinamarca, Noruega, Suiza, Inglaterra, Escocia, Francia, Canadá, Holanda, Bélgica, Nueva Zelanda o Islandia, donde la mayoría de las personas no tiene problema alguno en aceptar la diversidad y las teorías de conspiración o las mentiras evidentes rara vez interfieren con los derechos de sus ciudadanos.

Aquellos países, por decir lo menos, claramente no se han derrumbado; gozan de un nivel de respeto, aceptación y armonía que los mexicanos actuales no veremos en nuestras vidas. Ahí, la libertad, la educación sexual seria y clara, los derechos de todos los no heterosexuales y el respeto a todas las formas de amor consensuadas entre mayores de edad son la norma. El resultado: una vida más digna para más personas. Ahí, la presencia del autobús de Confamilia en las calles se vería como la aparición de un pedazo de fierro viejo y oxidado tirado por un par de mulas. Una plataforma móvil desde la que algunos conservadores trasnochados pretenden hablar sobre ciencia y predicar sobre los peligros de no regresar a un pasado opresivo del que por fin han escapado.

@asalgadoborge

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Antonio Salgado Borge
Candidato a Doctor en Filosofía (Universidad de Edimburgo). Cuenta con maestrías en Filosofía (Universidad de Edimburgo) y en Estudios Humanísticos (ITESM). Actualmente es tutor en la licenciatura en filosofía en la Universidad de Edimburgo. Fue profesor universitario en Yucatán y es columnista en Diario de Yucatán desde 2010.

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