En este libro de la editorial Malpaso, la periodista peruana Gabriela Wiener reúne 17 textos en los que habla descarnadamente de la vida, el sexo, la patria y la muerte. Textos repletos de sinsabores e ironía.
La autora hace confesiones sexuales, desmitifica la maternidad, habla de su esposo, de su hija y de los inconvenientes de vivir escindida entre dos patrias: España y Perú.
Ciudad de México, 23 de mayo (SinEmbargo).- ”¿Puede ser la ironía el mejor bisturí para abrir en canal la propia vida?”, se pregunta Jorge Carrión en la cuarta de forros del libro Llamada perdida (Barcelona, 2015, editorial Malpaso) de la periodista peruana Gabriela Wiener (Lima, 1975), una cronista rara avis, cuya obra oscila entre el periodismo gonzo y el testimonio autobiográfico. Y sí: abunda la ironía, aunque más como un recurso para sortear el pudor, el desnudo literario.
Llamada perdida reúne 17 textos en los que la autora, de forma radical, sincera, hace confesiones sexuales, desmitifica la maternidad, habla de su esposo, de su hija y de los inconvenientes de vivir escindida entre dos patrias: España y Perú. Delinea el perfil de las escritoras Corín Tellado e Isabel Allende y, al mismo tiempo, a través de las bestsellers, ensaya ideas sobre lo femenino y la posteridad.
Abundan textos autobiográficos de escritores y periodistas con una mirada más cercana al autoelogio, o su contraparte: el autoescarnio (términos usados por Emmanuel Carrère), que suelen ser fallidos. Y hay otros que, si bien no se salvan de momentos de presunción, esbozados en unas cuantas líneas, están repletos de dudas, miedos, derrotas y sinsabores. A esta última categoría pertenece el libro de Wiener.
“El lector –escribe en el cintillo Juan Bonilla– podrá preguntarse si [Wiener] cumple así con el encargo de alguna revista o con el de su propia alma”. Prueba de ello es su crónica sobre su experiencia en un taller de autoayuda, llamado “Vive tu muerte”, cuya premisa es “experimentar cosas muy parecidas a las narraciones de las ECM (Experiencias cercanas a la muerte)”.
Wiener escribe: “Porque, aceptémoslo: la muerte no puede ensayarse, la muerte es un show en vivo y directo, pura improvisación. Y, ¡qué más da!, asomarse a ella tampoco nos va a vacunar del horror al vacío”.
El escritor argentino Martín Caparrós dice que la crónica, rodeada de un hálito de prestigio –aunque nadie sabe muy bien qué es–, es un intento de contar algo en vez de dar cuenta de ello. Y Wiener, formada como cronista en la escuela de la prestigiosa revista Etiqueta Negra, bajo la batuta del celebrado editor Julio Villanueva Chang, cuenta historias desde el yo, con las que “ha logrado desdibujar las fronteras entre la periodista y la exploradora de sí misma”, agrega Bonilla.
En el último texto del libro, Wiener escribe de Isabel Allende: “La veo darse retoques frente al espejito”. Y ella, con Llamada perdida, como si estuviese interpretando un monólogo frente a su público (nosotros, sus lectores), hace la operación contraria: se coloca frente al espejo, desnuda, paseándose un dedo entre los pliegues de su vientre, para hablarnos descarnadamente de la vida, el sexo, la patria y la muerte.