Adela Sandoval Soto busca desde hace casi siete años a su hijo Felipe de Jesús Sánchez, un trabajador de gobierno desaparecido en Ciudad Victoria, cuando Tamaulipas estaba en manos del Revolucionario Institucional (PRI), partido que han dado dos de los gobernadores detenidos en este sexenio por lavado y nexos con el narcotráfico: Eugenio Hernández y Tomás Yarrington.
La madre denuncia que ante el nulo avance de las indagatorias oficiales hasta la fecha no sabe qué sucedió con su hijo. “Desde que desapareció simplemente no sabemos nada más. Haga de cuenta que se abrió la tierra se lo llevó y nadie vio, nadie sabe nada”, explica la señora de 68 años, quien usa su pensión y vende comida para continuar con la búsqueda de su hijo y para apoyar en el sustento de sus nietos.
Ciudad de México, 23 de mayo (SinEmbargo).–Era 11 de octubre de 2011, Felipe de Jesús Sánchez Sandoval salió de casa su madre en Ciudad Victoria, Tamaulipas. Desde entonces no se sabe nada de él y las investigaciones están estancadas, denuncia su madre Adela Sandoval Soto, quien no lo ha dejado de buscar desde entonces.
Adela es una de las miles de mujeres que el pasado 10 de mayo estuvieron en el Ángel de la Independencia de la Ciudad de México en la Marcha por la Dignidad de Madres en busca de sus hijos desaparecidos.
Con 68 años de edad y pensionada, la madre de siete hijos prepara desayunos, tamales, comidas, y otras actividades para continuar con la búsqueda de su hijo Felipe y para apoyar en el sustento de tres nietos.
“El dolor [de tener un hijo desaparecido] es algo que supera todo, es muy fuerte. Aprendemos a vivir con el dolor porque no se quita”, comparte la abuela.
Al momento de su desaparición Felipe de Jesús era de “complexión delgada, color de piel morena clara, de cara redonda, cabello castaño oscuro ondulado, cicatriz en brazo izquierdo a la altura del bicep, cicatriz en el abdomen debajo del ombligo”. Así lo describe la ficha de búsqueda de la Procuraduría General de Justicia de Tamaulipas.
“Fue un sábado [el día que desapareció]”, recuerda la madre. Felipe acudió a casa de su madre junto con su esposa e hijos, pero durante la visita optó por salir un rato. Le dijo a su familia que iría a ver el futbol.
“‘Ahorita regreso por ti’, le comentó a su esposa, eran cerca de las seis de la tarde”, rememora la sexagenaria.
El hombre tomó la camioneta pick up que usaba en su trabajo como promotor de brigadas de salud, salió de casa pero jamás retornó.
La señora Sandoval Soto cuenta que al notar que tardaba mucho en regresar, por la tarde noche, llamaron a sus amigos y lo buscaron con otros familiares, sin resultados positivos.
“Como en esa época se desató la violencia, nosotros no esperábamos mucho en buscarlo en lugares donde a veces se quedaba a dormir, como la casa de su papá, sus abuelos o amigos que conocíamos. Lo buscábamos y nadie sabía nada, ese día nos llamó la atención que nadie lo había visto, que nadie supo nada de él durante ese fin de semana”, detalla.
El vehículo que conducía Felipe fue localizado al día siguiente en el kilómetro 22 de la carretera Juárez- Zaragoza de Tamaulipas. La camioneta estaba en un estacionamiento abierto y completamente cerrada.
La familia señala que por temor tardó una semana indecisa en ir a interponer el reporte ante las corporaciones policiacas, pero que acudieron a denunciar al no tener ningún indicio sobre el padre de familia. Sin embargo, hasta la fecha las autoridades tampoco tienen avances sobre el paradero de él.
Felipe es parte de las 35 mil 424 desaparecidos en México que forman parte del Registro Nacional de Datos de Personas Extraviadas o Desaparecidas (RNPED), aunque los grupos civiles estiman que podrían llegar a 50 mil. El año en que desapareció el padre de familia, un total de 4 mil 141 personas desaparecieron en territorio mexicano.
Actualmente Tamaulipas es el estado con el mayor número de personas desaparecidas, con al menos 6 mil 129 carpetas de investigación abiertas. Le sigue el Estado de México con 3 mil 862; Jalisco con 3 mil 086; Sinaloa con 2 mil 798, Nuevo León con 2 mil 660 casos y Chihuahua con 2 mil 179 carpetas.
Tamaulipas en ese año –seis meses antes de la desaparición de Felipe– tenía los reflectores del mundo: se descubrieron las fosas de San Fernando, Tamaulipas, donde se hallaron al menos 193 cadáveres y meses antes se había perpetrado la ejecución de 72 migrantes en el mismo municipio.
SE LO TRAGÓ LA TIERRA
Adela comenta que las autoridades en Tamaulipas mostraron desde el principio poca voluntad para rastrear e indagar con efectividad el paradero de Felipe de Jesús, dice que incluso trataron de que desistiera de su búsqueda.
“Cuando yo fui a preguntar por mi hijo ahí en la policía de Tamaulipas, un hombre con arma [un agente] me dijo: ‘¿Qué anda haciendo? Váyase, corre el peligro se la lleven también a usted’. Yo tuve miedo y me regresé a mi casa”, recuerda Adela.
La madre sostiene que jamás le realizaron pruebas al vehículo que usaba Felipe, tan elementales como la toma de huellas dactilares. La camioneta fue entregada por la familia al Gobierno. “En ese entonces nosotros no sabíamos que hacer, que procedimientos pueden exigir en una investigación, ni a donde dirigirnos”..
Sin pistas sobre el paradero de su hijo y sin el apoyo de las autoridades, Adela decidió viajar a la Ciudad de México para acudir a las instalaciones de la entonces Subprocuraduría de Investigación Especializada en Delincuencia Organizada (SIEDO).
“Yo veía en la televisión que la SIEDO hablaban de delincuencia y todo eso, pues vine a poner la denuncia sin conocer México. Me vine sola pero la misma desesperación le da valor a uno. Yo vine a denunciar en la capital porque fui dos veces a ponerla en Tamaulipas y en ese tiempo estaba muy feo”, abunda.
La señora Sandoval recapitula que en las instalaciones de la Procuraduría General de la República (PGR) realizaron pruebas de ADN a la familia de Felipe. Y tres años después, ahora en Tamaulipas les volvieron a levantar los mismos exámenes. Pero hasta el momento no hay información o novedades sobre el rastro de Felipe de Jesús.
Adela reprocha que desde hace siete años solo ha escuchado: “Aún no hay avances”, como replica a la exigencia de información sobre la indagatoria de su hijo.
“Desde que desapareció simplemente no sabemos nada más. Haga de cuenta que se abrió la tierra se lo llevó y nadie vio, nadie sabe nada”, explica la señora Adela.
Y comenta que su familia aún renta la misma casa porque tiene la esperanza de que él regrese o llame. Mientras que Adela acude a protestas y solo pide a las autoridades que investiguen para conocer que sucedió con su hijo. “La incertidumbre es lo que más lastima”.
EL VACIO DE SER PADRE
Geru Aparicio, maestra en victimología por el Instituto Nacional de Ciencias Penales (INACIPE), explica que la desaparición es un delito pluriofensivo porque impacta en todas las dimensiones, física, emocional, espiritual y cognitiva, tanto a la persona como a sus familias, por ello también son víctimas directas.
“La desaparición de una persona es un dolor inefable porque no tiene explicación, sobre todo cuando se trata de hijos o hijas. No quiere decir que una esposa o esposo no [sientan el dolor], pero desde el punto de vista tanatológico, por ejemplo, sí tenemos palabras para expresar cuando un hijo pierde a su padre o su madre: es huérfano o huérfana; viuda o viudo, cuando es la pareja; pero no hay una palabra expresar cuando un padre una madre pierde a un hijo, una hija, que es la mayoría de las personas que buscan. O sea, si bien sí hay esposos y esposas, un gran conglomerado de las personas que buscan desaparecidos son sus madres y padres”, ejemplifica la experta.
La psicóloga explica que la mayoría de quienes buscan son madres y padres porque “hay un sentimiento de culpa porque no estás cumpliendo bien, no cumpliste el mandato de cuidado y no nada más eso, sino que las autoridades no cumplen su obligación de respetar y garantizar la vida e integridad de las personas”.
Aparicio abunda que la búsqueda se convierte, para un gran número de madres y padres de desaparecidos, en su proyecto de vida porque no tienen paz y porque llevan un duelo que es imposible de cerrar al no tener un cuerpo, no tener conocimiento del paradero, ni del destino de su familiar.
“”cuando hay un familiar desaparecido, su búsqueda se torna proyecto de vida, una forma de paliar la ausencia es su búsqueda, aunado a la exigencia de justicia, el derecho a la verdad, a la exhaustiva investigación, identificación y sanción a los responsables y a la reparación del daño; muchas veces se encuentran no sólo con el doloroso hecho de su desaparición, sino ante la indolencia y poca capacidad de la autoridad, para sancionar a quienes comenten el delito, estas tienden a responsabilizar, criminalizar a las personas por su desaparición, haciendo que la búsqueda por la justicia sea revictimizante y con altos niveles de violencia institucional. ”
”, apunta
La especialista destacó que organizaciones de la sociedad civil, como iDHeas Litigio Estratégico, realizan esfuerzos para asesorar a las víctimas sobre sus derechos e inclusive en la capacitación a autoridades y colectivos de familias en la implementación del Protocolo de Búsqueda para casos de Desaparición.
“…pero ante la crisis humanitaria, esto no es suficiente; se requiere voluntad política, para develar el contubernio que existe en muchos casos entre autoridades omisas de sus obligaciones y grupos criminales; de no hacer esto, el mensaje de impunidad, hace que los hechos victimizantes de la desaparición, cobren impactos de forma transgeneracional, que la eran directamente al tejido social; es urgente una política de Estado que atienda los más de 30,000 casos de personas desaparecidas y se deje de considerar como un delito acotado en algunas zona geográficas del país”, apuntó.
Hoy la señora Adela señala: “No puedo dejar a un lado a mi hijo no lo puedo dejar a un lado no puedo estar sin buscarlo, es imposible dejar de buscarlo”.