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Susan Crowley

23/03/2024 - 12:04 am

Huelga en el Valhalla

“Un verdadero deleite ese sabio fascinado por el amor y la juventud que entona con poesía y belleza una melodía que solo Wagner podía imaginar y Terfel interpretar”.

Bryn Terfel es dios. Al menos lo es en las óperas de Richard Wagner, en las que personifica a Wottan el señor del Valhala. También lo es entre los amantes de la música, quienes lo consideran uno de los barítono-bajos vivos con una de las trayectorias más importantes de nuestros días. Pero los dioses ya no son lo que eran. Este jueves por la noche se presentaba en el Teatro de Bellas Artes, para expectativa del público mexicano que podría verlo por primera vez en nuestro país. No fue así.  A las 18:30, cuando llegamos los primeros espectadores, nos enteramos de que la función acababa de ser cancelada. El sindicato de trabajadores de Bellas Artes, célebre por las canonjías que han conseguido sus aguerridos líderes, un verdadero dolor de muelas para la cultura nacional, decidió poner sus banderas de huelga y cerrar a cal y canto el recinto. Estaban seguros de que, frente al riesgo de un escándalo internacional, la directora del INBA cedería a sus presiones. No buscaban un espacio de negociación sino de imposición. Una extorsión, aseguraron sus cercanos. A saber.

No hubo gala. Bryn acompañado de la entusiasta y brillante empresaria Elisa Wagner, conocida por representar a grandes luminarias como Camarena, Kaufmann, Garança, entre otros, fueron notificados apenas saliendo de su hotel. Y pues yo, otra entusiasta y a veces optimista irredenta de la cultura ante las escasas oportunidades de gozar una gala de nivel internacional, esperaba a mis alumnas para darles una plática introductoria. Mi ilusión no se apagó a pesar de que Sanborns Juárez número catorce tiene todo para deprimir hasta al más iluso. Deteriorado por decir lo menos, con tufo espantoso a grasa penetrada de hace muchos años, con las mismas meseras con sus uniformes, los asientos de plástico gastados y el calor furioso. Eso sí, hay que decirlo, Beethoven, La Heroica, sonaba en unas bocinas reventadas en un loop del averno. En esas condiciones recibí la noticia.

Mis alumnas fueron llegando y nos sentamos pasmadas, con ganas de llorar. Algunas tomaron hasta dos horas para cruzar la ciudad, con dos manifestaciones en su máxima expresión, una especie de cabalgata de las valquirias posmoderna y muy jodida, parte del programa que no escucharíamos.

Obviamente saltaron los comentarios de enojo: este gobierno es el peor de todos, el país está ingobernable; y no faltó la que sugirió una hipótesis infaltable: el crimen organizado había instigado esta cancelación. Hubo frases que anticiparon la inminente catástrofe de nuestra nación. Hasta que uno de los participantes tuvo a bien aclarar, en París, en Berlín, en Londres suele pasar exactamente lo mismo. En todo caso, es el mundo el que está al borde del apocalipsis. Cosa que en medio del calor que se sentía en Sanborns era altamente probable. Bájenle, las multitudes reclamando y manifestando su enojo en las calles, no son exclusivas de México. Y más cuando alguna de las indignadas recordó la ocasión en que una repentina huelga de Air France las había dejado en tierra, sin hotel para pasar la noche.

Yo tenía siente años la primera vez que asistí a un evento en el blanquito, como le pusieron después de que Juan Gabriel cantara y destrozara su dignidad de gran teatro internacional. Hace 52. Mi madre me inoculó con el virus de la pasión por la música y me hizo amar a Wagner, a Mahler y en especial a Puccini desesperadamente. Haciendo un verdadero sacrificio para salvar económicamente el mes, compró dos entradas para la ópera La Boheme. Cuando me las mostró sentí lo que, imagino, sienten las nuevas generaciones de niñas con un concierto de Taylor Swift. Así que, domingo a las 5 de la tarde llegamos en trolebús a Bellas Artes. Cruzamos la plaza, yo temblando de emoción, para toparnos con una bandera roja y negra gigante que casi cubría la hermosa fachada.

La misma historia de siempre, los trabajadores de Bellas Artes en paro peleando por sus derechos y agrego, sus privilegios. El público se abarrotó reclamando la devolución de sus entradas, cuando apareció un funcionario con el anuncio de que los cantantes se oponían a la huelga e iban a llevar a cabo la representación. Todo el que quisiera podía pedir la devolución de su dinero o entrar a lo que se presentaría. Por un momento mi mamá y yo caímos en un entusiasmo absurdo. Lo que no sabíamos es que la función sería en el proscenio, con un piano destartalado y solo el elenco principal de covers no sindicalizados. Un espectáculo francamente para deprimir a cualquiera. Mi madre tan positiva me decía, “no está tan mal, le están echando ganas”. A mí se me saltaban las lágrimas de tristeza, pero trataba de ocultarlas para que ella no se sintiera mal.

Pasado y presente se fusionan en la realidad de los sindicatos y la imposibilidad de salir de estos entrampamientos. Pero como el entusiasmo es lo último en desaparecer, ante lo sublime fallido comparto con ustedes la charla con mis alumnas sobre la gala y el espectacular cantante.

Terfel surgió hace tres décadas como una de las voces más prometedoras de la escena mundial en la ópera. Con solo treinta años arrasó con sus roles de una fuerza interpretativa y una lírica inigualable en las que destaca Fallstaff, Leporello, Hans Sachs, Jokanaan, un Scarppia que supera a todos y desde luego un Wottan de quitar el aire. A pesar de su voz rasposa, o quizá gracias a ella, su peculiar timbre, medios vocales, caudal, potencia, fortaleza única, la extensión que llegó a alcanzar y sobre todo su fascinante personalidad, en poco tiempo logró imponer su estilo. Han sido alabados y ahora históricos sus recitales y grabaciones de lieder alemán: Schubert, Wolf y Schuman con un estilo más popular, y yo diría casi primitivo, pero de intensa carga emocional. Las canciones inglesas de Weill, Britten y desde luego su pasión por la tradición escocesa e irlandesa eran el deleitante programa que ofrecía al público mexicano.

La prometedora noche abría con la bellísima obertura de Los Maestros Cantores de Nürnberg, la ópera buffa de Wagner y una de las más extensas del repertorio operístico mundial. En seguida el aria de Hans Sachs, un viejo maestro del gremio zapatero que además sabía cantar como nadie. Un verdadero deleite ese sabio fascinado por el amor y la juventud que entona con poesía y belleza una melodía que solo Wagner podía imaginar y Terfel interpretar.

A continuación, una de las obras favoritas también de Wagner La Cabalgata de las Valquirias seguida por quizá el aria más hermosa de la historia de la música, junto con La muerte por amor de Tristán e Isolde. Un acto de amor puro del dios y padre a su hija y el designio que debe ser cumplido. La Despedida de Wottan.

Más popular, Carmen

De Arrigo Boito, Mefistófeles, su aria Son lo espíritu che nega, que termina con unos estrambóticos silbidos

De Gounod Fausto, el aria Le Vau dór,

Ambas le van de maravilla a Terfel por su simpatía y arrolladora personalidad. Y después el aria más esperada de la noche sería Va, Tosca, una verdadera creación a nivel vocal, potencia y actuación. No existe un ser más repugnante lascivo y sexual que la personificación que Terfel hace de Scarppia, punto.

Y como final de la gala interpretaría una serie de canciones bellísimas, Danny Boy que me la cantaba mi papá y algunas canciones de Broadway.

A pesar de que este gobierno ha apostado por una cultura mucho más relacionada con la necesidad de reconstruir el tejido social atendiendo a comunidades aisladas, no deberíamos olvidar que el deleite de la ópera y la música clásica de calidad son algo necesario para todos nosotros y de igual manera una forma de devolver el ánimo, la vitalidad y el espíritu crítico y reflexivo de cada espectador que lo vive. Es una pena que para ver una buena producción tengamos que ir a ver las transmisiones del Met al Auditorio Nacional. Esperemos que el buen Terfel, que según opiniones muy discutibles ha pasado el momento más alto de su carrera, aunque su talento y experiencia lo compensan sobradamente, decida regresar y reponer esta noche fallida. @Suscrowley

 

Susan Crowley
Nació en México el 5 de marzo de 1965 y estudió Historia del Arte con especialidad en Arte Ruso, Medieval y Contemporáneo. Ha coordinado y curado exposiciones de arte y es investigadora independiente. Ha asesorado y catalogado colecciones privadas de arte contemporáneo y emergente y es conferencista y profesora de grupos privados y universitarios. Ha publicado diversos ensayos y de crítica en diversas publicaciones especializadas. Conductora del programa Gabinete en TV UNAM de 2014 a 2016.

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