Con gol del defensa Johan Vázquez y autogol de Dankerlui, México inició el camino al próximo Mundial con victoria frente a Surinam.
Por Eduardo López
Ciudad de México, 23 de marzo (AS México).- Han pasado 113 días. Pero todo sigue igual que antes. Que entonces. 113 días después de la debacle de Lusail, la Selección Mexicana de Fútbol volvió al ruedo, pero repitió los mismos yerros. Nueva era, nuevo entrenador, mismos bríos naftalinos, mismos temores de antaño, mismos vicios, mismas conclusiones y desazones. El aire tampoco es más claro en Paramaribo. El Día de la Marmota.
El proceso de la ‘reestructuración’, si es que tal cosa existe, comenzó de la forma más engorrosa posible: no en el glamour de los estadios inteligentes y futuristas de Estados Unidos, si no en una esas visitas fastidiosas a Concacaf de las que suelen petardear el autoestima de jugadores y entrenadores. Mientras no sea una premonición.
Parece que el ‘Tricolor’ sufre de una especie de paroxismo. Eso, o es que Surinam no entendió de rituales de iniciación. Lo que para Cocca era un estreno, para los pupilos del insigne Aron Winter era una noche especial. Una situación de todo o nada (y algunos millones de dólares de premio, si acaparan un boleto a Copa Oro). Cuando Hilterman pifió en las narices de Acevedo, más que motivo de burla, fue una señal de alerta. La colonial y dulce Paramaribo parece un lugar idóneo para un paseo, pero es, en realidad, una trampa. El comando de Cocca se internó en la espesura de la selva surinamesa y se enredó en la maleza. Solo Alvarado y Reyes pudieron blandir los machetes, pero Roggeveen se encargó de echar las lianas.
¡Se acabó! ⏱️
Nos llevamos tres puntos de nuestra visita a Surinam.¡Ahora a pensar en 🇯🇲! 🔜
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Los Suriboys, no muy prolijos pero esmerados en parecerlo, se creyeron la paridad de fuerzas. La guerra de guerrillas comenzó a dar resultados. Roscello Vlijter ensayó con un zurdazo lejano y Acevedo voló para sentirse seleccionado. Mejor eso a pellizcarse. Poco después, dejó viva una pelota traviesa y Biseswar, quien se hizo con el rebote, disparó con la mira desactivada.
Y mientras ‘El Tri’, atenazado por el nerviosismo, jugaba en puntillas sobre el césped de plástico del Franklin Essed, Marc Jozefzoon y Jeredy Hilterman se tutearon, Reyes alcanzó a cortar el diálogo, y Acevedo comenzó a trabajar horas extra. En dos pases, Surinam encontraba a un jugador en uno-contra-uno de cara a la caseta mexicana: la peor pesadilla de Cocca (y de cualquier entrenador ligeramente riguroso). Sheraldo Becker, estribo del sorprendente Union Berlín, un futbolista tejido con retazos Seederfianos (uno de los pocos que presumen la herencia genética), apuntó con malicia a los escondrijos que Acevedo. Un susto, uno más, en la ya no tan dulce Paramaribo.
México dio un paso hacia adelante. Surinam se empaquetó y el partido se trasladó a un terruño. Entonces, Alvarado tiró pólvora y Roggeveen tranquilizó a su comandancia. Segundos después, Sánchez dejó llegar un pase de Antuna a su cara, pero la pelota se elevó, sin riesgo, por arriba de Roggeveen. Pero todo era una trampa. Vlijter corrió la pista, porque ‘El Tri’ ya había marchado, Reyes y Johan quedaron techados mientras corrían despavoridos de frente a Acevedo; nadie contaba con que Jozefzoon enviaría la pelota, que le había botado por arriba de la cintura, directo al Fort Zeelandia.
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Relativa tranquilidad: México resuelve
Después de que ‘Charly’ envolviera el balón con la diestra y Arteaga la pusiera en órbita, México encontró sosiego. Finalmente. Repitió toque Rodríguez, Johan Vásquez abanicó y la ventisca resultante espantó a Roggeveen. Dos minutos después, Antuna danzó con Shaquille Pinas, por aquí y por allá, derecha, izquierda, y el zaguero del Ludogorets mordió el cebo. Santi Giménez, quizá conmovido por la inocencia de Pinas, optó por regalar la pelota a los habitantes de la Mirandastraat. Las únicas certezas eran que Surinam había claudicado y que la esterilidad del ‘Tri’ es crónica. Araujo, un revulsivo de Cocca, desgarró el sector que vigilaban Faustino Benali y Leo Abena. Su disparo desviado, a la derecha de Roggeveen, fue un síntoma. Surinam ya no volvería a ver puerta y México sobrellevó con poco nervio. Un poco tarde.
La noche se cerraba en Paramaribo cuando Giménez activó a Antuna, quien contó con la inestimable ayuda de Dion Malone. Si ‘El Tri’ se había dejado la pólvora en el CAR, los bondadosos surinameses tenían de sobra. Con el inocente fuego amigo el partido discurrió hasta el final. Habrá mejores noches. Persistirán las mismas dudas. Las de siempre.