Las consecuencias económicas y geopolíticas de la guerra — altos precios de los combustibles, temores por los suministros globales de alimentos y Rusia y China alineándose en un nuevo orden mundial con ecos de la Guerra Fría — se han sentido en todo el planeta, que aún no emerge de la pandemia de coronavirus.
Por Nebi Qena y Cara Anna
KIEV, Ucrania (AP).— Un mes de guerra y aún desafiante. Con su Gobierno aún en pie y sus tropas superadas en número, pero enfrentándose a las fuerzas rusas en duros combates en varios lugares, Ucrania está herida, marcada y en duelo por sus muertos, pero lejos de estar vencida, y se prepara para un segundo mes de bombardeos, combates, bajas y resistencia.
Cuando Rusia emprendió el 24 de febrero su invasión de Ucrania, en la mayor ofensiva en Europa desde la II Guerra Mundial, y planteó la posibilidad de una escalada nuclear si Occidente intervenía, parecía posible que el Gobierno elegido de forma democrática de Ucrania fuera depuesto con rapidez.
Pero el miércoles se cumplían cuatro semanas completas de combates y en lugar de eso, Rusia estaba atorada en una campaña militar cada vez más incierta, costosa y de desgaste, con un número desconocido de muertos, sin final inmediato a la vista y asediada por sanciones occidentales que castigan su economía y su moneda. El Presidente de Estados Unidos, Joe Biden, y varios aliados clave se reunían esta semana en Bruselas y Varsovia para abordar posibles nuevas sanciones y ayuda militar adicional para Ucrania.
Retrasado en varias ocasiones por ataques rápidos de unidades ucranianas con armas occidentales, el contingente ruso ataca desde lejos y adopta tácticas que utilizó antes para reducir a ruinas ciudades de Siria y Chechenia. Los principales objetivos estratégicos rusos siguen sin alcanzarse: la capital, Kiev, ha sufrido ataques reiterados pero no ha sido tomada ni siquiera rodeada.
Explosiones y ráfagas de disparos remecieron la capital el miércoles y columnas de humo se elevaban desde los suburbios al oeste, donde continuaba la lucha por el control de las afueras. Un centro comercial y varios edificios fueron alcanzados y cuatro personas resultaron heridas, según el Gobierno local.
En el sur, la ciudad portuaria de Mariúpol ha sufrido la peor devastación en la guerra, tras semanas de asedio y bombardeos. Por ahora, las defensas ucranianas han impedido su caída. Eso ha frustrado el objetivo ruso de abrir otra conexión terrestre permanente con la península de Crimea, que se anexionó de Ucrania en 2014.
El Presidente de Ucrania, Volodímir Zelenski estimó que unos 100 mil civiles permanecían en Mariúpol, que ha sufrido ataques desde tierra, mar y aire. Los que lograron salir describieron una ciudad destruida.
“Nos bombardearon durante los últimos 20 días”, dijo Viktoria Totsen, de 39 años, que huyó a Polonia. “Durante los últimos cinco días, los aviones volaban sobre nosotros cada cinco segundos y lanzaban bombas en todas partes, en edificios residenciales, guarderías, escuelas de arte, en todas partes”.
En el mensaje en video que envía cada noche a la nación, Zelenski acusó el martes a las fuerzas rusas de bloquear la caravana de ayuda pese a que la ruta se había acordado con antelación.
“Intentamos organizar corredores humanitarios estables para los habitantes de Mariúpol, pero casi todos nuestros intentos, por desgracia, se ven frustrados por los ocupantes rusos, por proyectiles o por terror deliberado”, dijo Zelenski.
El responsable del Comité Internacional de Cruz Roja viajó el miércoles a Moscú y esperaba reunirse con funcionarios rusos de Exteriores y Defensa para hablar sobre prisioneros de guerra, la conducta en los combates, la entrega de ayuda y otras cuestiones humanitarias.
“La devastación provocada por el conflicto en las últimas semanas, junto con ocho años de conflicto en el Donbás, ha sido inmensa”, dijo Peter Maurer, presidente del CICR.
Las fuerzas rusas también destruyeron un puente en la cercada ciudad de Chernígov, que se utilizaba para permitir la salida de la población civil y la llegada de la ayuda humanitaria, según el Gobernador de la región, Viacheslav Chaus. Las autoridades de Chernígov dijeron el martes que la ciudad no tenía agua ni electricidad y calificaron la situación de desastre humanitario.
Pero mientras Biden se embarcaba el miércoles en una gira europea de cuatro días para aumentar la presión sobre Rusia, el Kremlin dijo que el Presidente de Rusia, Vladímir Putin, aún no ha alcanzado sus objetivos en Ucrania.
El vocero del Kremlin Dmitry Peskov insistió en que la operación militar marchaba “estrictamente de acuerdo a los planes y propósitos establecidos de antemano”.
El objetivo sigue siendo “librarse del potencial militar de Ucrania” y “asegurarse de que Ucrania pasa de ser un centro antirruso a un país neutral”, afirmó.
Funcionarios occidentales dijeron que la resistencia ucraniana había paralizado buena parte del avance ruso y que las tropas rusas sufren una grave falta de comida, combustible y equipo invernal, lo que ha hecho que algunos soldados sufran congelaciones. El Ministerio británico de Defensa dijo el miércoles que la guerra en el norte de Ucrania está básicamente “estática” mientras las fuerzas rusas tratan de reorganizarse.
“Hemos visto indicios de que los ucranianos están yendo un poco más a la ofensiva ahora”, dijo por otro lado el vocero del Pentágono John Kirby a la prensa en Washington. Eso ocurre especialmente en el sur de Ucrania, señaló, por ejemplo cerca de Jersón, donde “han intentado recuperar territorio”.
El ejército ruso es mucho mayor y más fuerte, lo que hace que muchos expertos militares occidentales adviertan contra un exceso de confianza en las posibilidades de Ucrania en el largo plazo. La estrategia rusa en guerras pasadas en Chechenia y Siria ha sido aplastar la resistencia con ataques de que allanaron ciudades, mataron a un sinfín de civiles e hicieron huir a millones de personas.
La invasión ha expulsado a más de 10 millones de personas de sus hogares, casi un cuarto de la población ucraniana, según Naciones Unidas.
Se cree que miles de civiles han muerto. Las estimaciones de bajas militares rusas varían mucho, pero incluso las cifras conservadores de autoridades occidentales son de unos pocos miles.
En la ciudad costera de Odesa, músicos callejeros tocaban el martes bajo un cielo despejado en calles salpicadas de barricadas, mientras las parejas se separaban entre lágrimas en la estación y los residentes se preparaban para lo que temían fuera una escalada en la ofensiva rusa.
Un ambiente agridulce reinaba en la ciudad, conocida como la Perla del Mar Negro, con la imagen de sacos de arena y las fuerzas de seguridad mezclada con el jazz romántico que salía de los altavoces en la estación de tren.
“No puedo entender qué ha pasado”, dijo Igor Topsi, un percusionista de 56 años que lleva tres décadas tocando en las calles de Odesa.