SOUNDTRACK: PLAYLIST DE ANTONIO CALERA-GROBET “DOS EN LA CARRETERA”

23/02/2014 - 12:00 am

HEADER-SOUNDTRACK“DOS EN LA CARRETERA”. SOUNDTRACK CREADO PARA COMETER, CON UN SER AMADO, EL VIAJE VERANIEGO A UNA COSTA

Dos en la carretera es el nombre de una película dirigida por Stanley Donen en 1967, que obtuviera  la “Concha de Oro” del festival de San Sebastián. Actúan en ella Albert Finney y, formidablemente, Audrey Hepburn. Trata entre otras cosas de los viajes que hicieron en su vida por Normandía, del amor que se vieron en los ojos. La música es del inigualable Henry Mancini, a quien le debemos grandes bandas sonoras, tanto como a Nino Rota o Morricone.

Yo nombro este experimento como aquella película porque, para mí, desde hace ya tiempo y muy claramente, la experiencia estética-extática del hombre contemporáneo (o mejor dicho, del despojo que ha hecho de él eso que entendemos por “modernidad”), se concentra ya en muy pocos dominios disponibles: caminar a solas durante largas jornadas (para hacer ideas), comer y beber plenamente con los amigos (para compartirlas), y también, por últim, pero no menos importante, viajar con nuestro amante: para creernos dioses y por ello inmortales.

Por este último ritual de salvación es que imaginé esta banda sonora. Como para una road movie que acompañara el viaje con la chica o chico de nuestros ojos (como una deriva, un performance, un acto poético, incendiario, puesta de principios sobre la mesa), hasta llegar juntos a mirar el mar. ¿Qué cómo podría ser este viaje? Podría iniciarse con el alba, en descapotable, siguiendo los caminos sinuosos de una carretera de segunda, hasta que ya entrada la tarde (cruzando campos de lavanda, ganado flaco pastando o brioso corriendo libre sobre el potrero, cruzando puentes, tomando atajos), se sienta en el cuello la reverberación del astro rey, se tenga la cara enrojecida por sus afectos.

Y bueno, dado que esto puede ser tomado como una ensoñación literaria, de preferencia con una botella de vino blanco frío, yendo de una mano a otra, frente al tablero hirviendo y su radio sedienta, tarareando con todo a más de cien kilómetros por hora. Ahí pues, al final del largo camino, ya con los insectos revoloteando y el aire oliendo a sereno, justo unos pocos minutos antes de la caída del sol, el auto se detendría en un pico, para que ambos pudieran ser iluminados por el inmenso horizonte multicolor, tal como la vida misma.

A-LA-CARTA

En estricto orden creciente.

(Inicio del viaje al abrir la mañana)

  • Wolfang Amadeus Mozart. “Las Bodas de Fígaro”. (Obertura).  

Como abrazo y beso de buenos días, como espresso doble, baño matinal. Pero también como un frenesí cinematográfico caro a nuestra idea de recomienzo, acción: renacimiento. Despertar como quien quiere viaje y presiente, en él, un advenimiento. ¿De qué? De uno mismo. Subir al coche perfumados, en el aire fino, límpido, y encender el motor…

 

  • David Byrne. “El Último Emperador”.

Es el tema principal de la película de Bernardo Bertolucci. Como ver jacarandas, como ver peceras, como peces trenzando sus cuerpos bajo el agua de un estanque taciturno. Como una suspensión, un paréntesis, un guión largo que nos lleva del vértigo occidental sino traspasar a un estado oriental. “Ya eres, ya estás. Aprende a estar”.  Porque la música es eso ¿o no? Ser levantado por ella, transportado por ella, y dejado por ella misma, al terminar su efecto, en un lugar donde no estábamos. Pienso.

 

(La tarde calurosa)

  • Gipsy Kings. “Sólo por ti (o Amiwawa)”.

Es decir: ¡Baila! Baila por ahora y para siempre, pase lo que pase, baila como si te fuera en ello la vida. Con ánimo de cumbia, de salsa, de rumba. En el ritmo que quieras pero baila. Como lo hacen los delfines, como lo hacen los elefantes, como lo hacen los tigres.  Porque no hay más allá. Esto es aquí y ahora. Hic et nunc. Mañana todos habremos muerto.

 

  • Flock of seagulls. “I ran”.

Porque en el trence del sintetizador te despides de las sombras. Corre, corre como corre el fuego del infierno, hasta convertirte en pura magnitud: puro rayo. No hay más una sola limitación. No miedo, no derrota, no temor. Corre y olvida el cuerpo, corre hacia lo nuevo. ¡Corre hasta llegar a tierra ignota!

 

(Pronto llegada al mar Ya huele a azúcar, ya huele a sal).

  • Toña “La Negra”. “La vereda tropical”.

Viajar en español. Del mexicano Gonzalo Curiel aunque se piensa de Tito Gómez. El comienzo de la canción es una forma de representar la dicha. “Voy por la vereda tropical, la noche plena de inquietud, con su perfume de humedad. (…) Con él yo fui noche tras noche hasta el mar”. Se trata de la evocación magistral (¡y vaya interpretación!), de nuestros deseos más carnales pero más aún y mejor, de los sentimientos más crueles pero hermosos: el de la tristeza de la partida, el recuerdo, la nostalgia que carcome los huesos y se alimenta de sus tuétanos. “Canción de amor y de piedad”, dice en su letra y con esta frase se autodefine. Es un canto, en el más profundo de los sentidos.

 

  • Agustín Lara. “Amor de mis amores”.

De nuevo el líquido amniótico de nuestro idioma, el regodeo en palabras y sonidos del “Flaco de Oro.” Nuestra forma arquetípica de ver las cosas del corazón. Belleza. Como escuchar en el caracol de la memoria una cosa identitaria. Dice Lara: “Poniendo la mano sobre el corazón, quisiera decirte al compás de un son, que tú eres mi vida, que no quiero a nadie, que respiro el aire que respiras tú”. Ahí un verdadero límite cultural: pura metafísica-patafísica mexicana. “Sangre de mi alma”, dice Lara. Y contra ello no se puede hacer nada. Sólo llegar a ver el mar.

 

  • El Último de la fila. “Cuando el mar te tenga”.

Anamnesis. Música Pop. Los glamurosos ochenta. Invasión de rock en mi idioma. No hay que decir mucho. Para recordar cuando comencé el periplo real de mi vida, quiero decir, a viajar-amar en mi propio coche. Volkswagen 1973. Negro. Achaparrado con bocinas del tamaño de un tripulante. Cervezas. Fiestas. Ansiedad de mundo. Pero el sentido de esta rola  (que es lo importante), me obliga a ponerla acá: “Si lo que vas a decir no es más bello que el silencio, no lo vayas a  decir (…) Que hable el mundo y calle el hombre (…) Cuando el mar te tenga, te tendré”.  Humorística pero sabia y además elegante: mezcla infrecuente.

 

  • Death can dance. “Rakim”.  En el álbum “Toward the within”.

Una franca espeleología ontológica. Bucear dentro de las cuevas del ser, anegadas de deseos y miedos.  En el descapotable nos pega el viento caliente en la cara y el rebasar trailers y camiones nos hace a pensar a ambos en que habría en todo caso que bajar la velocidad de nuestras vidas. Frenar como logar hacer una burbuja equidistante a toda la barbarie. Parar un rato el tren. No se trata de abandonarnos a la procastinación, simplemente negar la enajenación.

 

  • Pink Floyd. “Coming back to life”. En el album “The division bell”. 

Salir de la caverna de Platón. Limpiar traje, limpiar miradas y plantarse, luego de haber sido cornado una y otra vez, con la personalidad hecha jirones, para volver a citar al toro. Una y otra vez. Resurrección. Renacer con un buen trago de ron.

 

  • Bonus track: ¡Una sirtaki!

¡Y me sopesa un reverendo rábano si alguien opina que se trata de un cliché! ¿Los griegos un cliché? ¡Por favor! De manera que habría que terminar como empezamos: por abrazarnos. Y lentamente ir subiendo el ritmo hasta saltar. Y es más, para ejemplificar esta danza griega me voy a la llamada “Danza de Zorba”, creada por Mikis Theodorakis para la película de “Zorba El Griego” (aquella con las maravillosas actuaciones de Alan Bates, Irene Papas, Lila Kedrova y el mejor Anthony Quinn. Por cierto: ¡Va por tu escultura en Chihuahua bailando así!). Ablución de humor, risotadas en el suelo con la amada. Amor. ¡Al fin vivir la vida!

 

Antonio Calera-Grobet. Escritor, editor y promotor cultural. Su trabajo periodístico y literario ha sido publicado en diversas antologías, revistas, catálogos y suplementos de circulación nacional. Como editor de Mantarraya Ediciones ha publicado más de treinta libros de arte y literatura. Es autor de la novela En la cúpula de Globe (2003), Gula. De Sesos y Lengua (2009), Cerdo (2011), Carajo. Personas, animales y cosas en el fin del mundo (2012), y la novela Zopencos (2013). Su más reciente libro, El señor del auto, se publicará este año. Actualmente escribe para Letras Libres, Variopinto y El Jolgorio Cultural.

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